Mercurio: El mayor antinutriente
Por Sara Russell
Traducido por Verónica Belli
RESUMEN DEL ARTÍCULO
- Los profesionales de la salud no están tomando en cuenta los efectos crónicos de la exposición acumulativa de pequeñas dosis de mercurio; en consecuencia, tampoco lo está haciendo el público en general. El mercurio puede ser la causa o un contribuyente de gran parte de las enfermedades crónicas, incluyendo los trastornos neurológicos, las enfermedades cardiovasculares, el síndrome metabólico, la fatiga crónica, la fibromialgia, los problemas adrenales y de la tiroides, la autoinmunidad, los trastornos digestivos, las alergias, las sensibilidades químicas, los problemas “mentales”, los trastornos del sueño y las infecciones crónicas como las de Lyme y Candida. En todas las personas experimentando muchos problemas de salud deberíamos considerar la posibilidad de que estén sufriendo los efectos de la exposición al mercurio.
- Suele ser difícil diagnosticar la intoxicación por mercurio dado que las defensas naturales del cuerpo pueden enmascarar o retrasar los síntomas. Las defensas naturales están en función de la susceptibilidad genética, los factores epigenéticos, la condición de los micronutrientes y la carga alostática. Además, los individuos que retienen mercurio pueden mostrar niveles bajos en la sangre, orina y cabello.
- El marco de desarrollo desde la concepción y a lo largo de la niñez temprana es una época extremadamente vulnerable al mercurio. El mercurio es un agente tóxico epigenético (que afecta a las expresiones genéticas futuras) así como una neurotoxina. El daño puede que sea permanente; por lo tanto, la prevención es clave.
- Para la mayoría de personas el mercurio es el agente tóxico de mayor impacto en el cuerpo. Dado que promueve el estrés oxidativo y agota al cuerpo de antioxidantes protectores, incluyendo el glutatión, el mercurio altera la capacidad del cuerpo de responder a las toxinas en general–incluyendo al mismo mercurio.
- La toxicidad del mercurio incrementa los requerimientos nutricionales, tanto para reparar el daño como para proveer muchas enzimas que son cofactores y que pueden animar a las enzimas bloqueadas. La intolerancia a los carbohidratos puede ser un síntoma de la toxicidad por mercurio; en estos casos la grasa sería una mejor fuente de energía. Muchas personas con intoxicación crónica por mercurio han encontrado que una dieta densa en nutrientes es un buen punto de inicio para disminuir los síntomas. La suplementación personalizada también puede ser de ayuda para recuperarse de niveles extremos de agotamiento nutricional extremo y de toxinas ajenas al cuerpo humano.
El mercurio es un agente tóxico insidioso que puede causar o contribuir con muchas enfermedades crónicas. Sus efectos en varios sistemas del cuerpo pueden reforzarse entre ellos, iniciando un complicado proceso de daño y disfunción. Por ejemplo, al inhibir el mecanismo de glutatión, fundamental para la desintoxicación, el mercurio perpetúa un ciclo vicioso de susceptibilidad y niveles altos de toxinas. Como resultado, el mercurio genera agotamiento de nutrientes, estrés oxidativo, disrupción hormonal, alteración inmune y perturbaciones entre los neurotransmisores. Esto, en retorno, puede causar digestión pobre, permeabilidad intestinal, alergias alimenticias, alteraciones en la flora intestinal y autoinmunidad.
A pesar de su habilidad para dañar profundamente el cuerpo, el mercurio fácilmente elude su detección. Así, muchas personas afectadas no tienen idea de que los problemas de salud que padecen, para los cuales no encuentran explicación, se deben a exposiciones de mercurio en el pasado. A esta confusión se añade el hecho de que los síntomas se pueden manifestar de manera diferente dependiendo de los niveles de exposición del individuo, el estilo de vida, la genética y el estado de micronutrientes. En algunas personas, la toxicidad de mercurio puede aparecer en la forma de un problema autoinmune (como la tiroiditis de Hashimoto, la esclerosis múltiple o el lupus sistémico eritematoso), mientras que otra persona puede experimentar problemas de comportamiento, aprendizaje o desórdenes del ánimo. Además, lo potencialmente prolongada que es su latencia significa que la aparición de los síntomas muchas veces ocurre meses o años luego de que termina la exposición.1,2
Muchos síntomas de la toxicidad del mercurio no son precisos y se asemejan al envejecimiento prematuro celular. En otros casos, hay síntomas más distintivos, como en el caso del eretismo. El término eretismo (o enrojecimiento) indica tendencia de una persona a enrojecerse3 y es el síntoma que cubre una constelación de rasgos de la personalidad incluyendo la timidez, la bravura, la inseguridad, la brusquedad, la rigidez, la excitabilidad y la hipersensibilidad al criticismo y a la estimulación sensorial.4,6 Considerando los efectos que el mercurio puede ocasiones en las emociones, es probable que muchos problemas calificados como del carácter, de la personalidad o debidos al estrés, estén siendo en verdad causados por grados leves de intoxicación por mercurio.
EXPOSICIÓN PROLONGADA Y TOXICIDAD
Por muchas razones, los profesionales de la salud no suelen dan buenas guías sobre los riesgos del mercurio. En primer lugar, el mercurio es tanto técnica como políticamente difícil de estudiar. Por consiguiente, las conclusiones científicas sobre algunos de sus riesgos siguen siendo una incertidumbre. En segundo lugar, los efectos del mercurio no son específicos y son multifactoriales. Finalmente, mucha de la exposición al mercurio es iatrogénica–causada por las recomendaciones de un profesional o institución de salud–lo cual lo convierte en un tema no muy popular. Es así que posiblemente el público esté recibiendo mensajes mezclados de parte de las autoridades de la salud con respecto a los riesgos de las exposiciones rutinarias al mercurio, dependiendo de si la exposición incluye el tratamiento dental, el consumo de comida marina o las vacunas.
Para la mayoría de personas, las principales fuentes de exposición al mercurio (ver Tabla 1) son el vapor de mercurio elemental de las amalgamas dentales y el metilmercurio (un compuesto orgánico de mercurio) del pescado de la dieta. El etilmercurio (otro compuesto orgánico de mercurio) en algunas vacunas que contienen timerosal provee cantidades menores, sin embargo pueden ser altamente tóxicas durante el periodo vulnerable de la gestación y la niñez temprana.
Las tres formas de mercurio son absorbidas fácilmente y distribuídas inmediatamente a lo largo de todo el cuerpo. Dado que son lipofílicas (es decir que tienen una afinidad por los lípidos) salen rápidamente del torrente sanguíneo atravesando las membranas biológicas para concentrarse en las células, incluyendo en las células del cerebro.7 El mercurio es susceptible a ser arrastrado a los organelos altos en sulfuro (estructuras celulares especializadas) como la mitocondria. Una vez dentro de la célula, el mercurio (cuyo símbolo químico es Hg) se oxida rápidamente a Hg2+, que, siendo una forma hidrofílica (afín al agua) y lipofóbica de mercurio, no puede pasar fácilmente a través de las membranas biológicas. Esta forma de mercurio queda atrapada dentro de las células y causa daño continuo.7 El mercurio es especialmente afín a las células del cerebro, donde puede que sea retenido indefinidamente.7,8 Asimismo se acumula en los tejidos epiteliales, en órganos y glándulas como las glándulas salivares, la tiroides, el hígado, el páncreas, los testículos, la próstata, las glándulas sudoríparas y los riñones, y el epitelio del tracto intestinal y la piel.7
De acuerdo a la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), entre el 2 y el 7 por ciento de mujeres en edad reproductiva en los Estados Unidos tienen niveles peligrosos de mercurio en sangre.9 Hay razones para creer que los niveles peligrosos normativos son muy permisivos. Un estudio de 2012 mostró respuestas pobres al cortisol y marcadores altos de inflamación en personas con niveles de mercurio en sangre menores a los niveles establecidos por la EPA para riesgos potenciales de salud (5.8 microgramos por litro).10 Adicionalmente, cuatro desórdenes del desarrollo neurológico (el déficit de atención/desorden de hiperactividad, el autismo, las convulsiones y el tartamudeo) afectan a casi el 11 por ciento de los nacidos en Estados Unidos, un incremento del 30 por ciento en la última década.11 Las disminuciones subclínicas de la función cerebral son incluso más comunes; hoy llegan a afectar al 15 por ciento de los recién nacidos.12
Puede que la toxicidad del mercurio esté siendo amplificada por la exposición a otros metales tóxicos, incluyendo el plomo, el cadmio y el aluminio. El mercurio y el plomo son particularmente sinérgicos. De hecho, hubo un estudio en el cual una dosis de mercurio suficiente como para matar al 1 por ciento de las ratas de laboratorio (dosis letal “LD01”), dada en combinación con una dosis de plomo suficiente como para matar al 1 por ciento, mató al cien por ciento de las ratas.13 Un estudio similar sobre el mercurio y el aluminio en células neuronales cultivadas mató el 60 por ciento de las células cuando las dos toxinas fueron combinadas en bajas dosis (LD01).14 Adicionalmente, la testosterona parece agravar la toxicidad del mercurio durante el desarrollo, mientras que el estrógeno tiene un efecto protector contra el mercurio.15 Puede que esto explique por qué hay más niños que niñas diagnosticados dentro del espectro del trastorno autista y con trastornos de déficit de atención.
EMPLASTES DENTALES DE AMALGAMAS
La amalgama dental, el material en los emplastes plateados que empezaron a usarse en el siglo noventa, está hecha en un 50% de mercurio. Los profesionales de la salud y de la salud dental determinaron que la amalgama es segura basándose en estudios que fueron diseñados para detectar daños conspicuos sin investigar efectos más sutiles o aquellos que aparecen en el largo plazo. En consecuencia, un consenso científico muy vago ha desestimado por mucho tiempo la validez de la intoxicación por mercurio proveniente de las amalgamas dentales, que señalan sólo aquellos estudios poblacionales que muestran que personas con alta exposición al mercurio, o incluso con una alta carga corporal de mercurio, no necesariamente tienen síntomas de toxicidad. Aquellos que culpan a las amalgamas de sus enfermedades han sido vistos con malos ojos.
Sin embargo, el mercurio es altamente volátil y las amalgamas constantemente liberan gas en la boca. La evidencia indica que la exposición desde las amalgamas es suficiente para causar daño a personas susceptibles.15 En el libro más reciente sobre la toxicología de metales, los autores del capítulo sobre el mercurio estiman que las amalgamas dentales ocasionan enfermedades en aproximadamente el 1 por ciento de la población.7 Es probable que este cálculo sea un subestimando dado que excluye otros diagnósticos que pueden tener un componente de mercurio, como la esclerosis múltiple. La Organización Mundial para la Salud (WHO, por sus siglas en inglés) estima que la dosis de mercurio típicamente absorbida de las amalgamas va de 1 a 22 microgramos al día, siendo la mayoría de entre 1 y 5 microgramos al día.16 Muchos factores incluyendo el bruxismo, así como tan sólo el mascado, pueden incrementar estas exposiciones a un rango máximo de alrededor de 100 microgramos diarios.7 La evidencia preliminar también sugiere que algunos tipos de radiación electromagnética, incluyendo la EMR de los teléfonos celulares y de la resonancia magnética de imágenes (MRI) puede incrementar la liberación de valor de mercurio de las amalgamas dentales.17
En los últimos diez años, estudios en humanos han documentado alrededor de una docena de variaciones genéticas comunes que expresan la creciente susceptibilidad al mercurio,1,18 indicando el hecho de que los genes conducen a la susceptibilidad (y resistencia) a la toxicidad del mercurio.19 Dado que el mercurio ataca al sulfuro en las proteínas y el cuerpo tiene decenas de miles de proteínas genéticamente determinadas que contienen sulfuro, puede que existan cientos de variaciones más, muchas de las cuales probablemente incluyen variantes que contribuyen con la susceptibilidad.7 Los genes “candidatos” están involucrados no sólo en la metilación y la desintoxicación, sino también en la absorción, transporte y metabolismo de vitaminas y minerales (es decir que son cofactores enzimáticos). Desafortunadamente, aquellos que están a cargo de diseñar las políticas, así como las autoridades de la salud y la industria dental, aún no consideran el factor de la susceptibilidad genética. De hecho, para millones de niños y adultos cuya salud dental es cubierta por programas subsidiados (incluyendo la atención dental familiar militar y los servicios a los Nativos Americanos), la amalgama aún es prácticamente la única opción para la restauración dental.
En 2009, a pesar de la mucha evidencia científica contraria, la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos reiteró que la amalgama dental es segura. En 2016 los intereses públicos están cuestionando este “dictamen final” sobre la amalgama en la corte federal. Los asuntos a litigar incluyen si la amalgama es considerada un implante, lo cual requeriría que los fabricantes den prueba de su seguridad, y si las advertencias de su toxicidad en el etiquetado deberían también ser dadas a los pacientes. Noruega, Dinamarca y Suecia han prohibido la amalgama dental, y, para mayo de 2015, un comité científico de la Comisión Europea recomienda que ninguna alternativa con mercurio sea usada para los emplastes dentales de mujeres embarazadas y niños.20
De hecho, las neuronas del feto son más sensibles que ningún otro tipo de célula a los efectos tóxicos del mercurio.7 El mercurio del cuerpo de la madre inmediatamente cruza la placenta y se acumula en el feto, como es revelado en autopsias de humanos y animales.7 En cultivos de tejidos, los efectos en el crecimiento del nervio son notorios y afloran a concentraciones de mercurio equivalentes a aquellas encontradas en los recién nacidos de madres con amalgamas, sin que se sepa de otras exposiciones.7 Además, los niveles de mercurio en el líquido amniótico, el cordón umbilical, el tejido de la placenta y la leche materna, están asociados significativamente, y en relación a la dosis, con la cantidad de emplastos dentales de amalgamas que tiene la madre.7,21 Los estudios humanos y animales demuestran incrementos en las tasas de abortos espontáneos, muertes neonatales, poco peso al nacer y trastornos del desarrollo asociados con la exposición al mercurio.7
Como si los efectos acumulativos de la exposición a la amalgama no fueran suficientes, la remoción descuidada de amalgamas también puede causar exposiciones agudas al vapor de mercurio. Por consiguiente, aquellos pacientes que deseen reemplazar sus emplastos de amalgamas con alternativas menos tóxicas deben evaluar si su dentista usa medidas de protección adecuadas. La International Academy of Oral Medicine and Toxicology (IAOMT) (Academia internacional de medicina oral y toxicología), una organización dental profesional, ha desarrollado un protocolo y programa de entrenamiento que intenta minimizar la exposición al vapor de mercurio para el paciente, el dentista y los empleados durante la remoción de la amalgama. En mujeres en edad reproductiva, la remoción de amalgamas debería ser programada fuera de los 12 a 18 meses que preceden a la concepción, el embarazo y la lactancia.
EL PESCADO EN LA DIETA
La corteza terrestre y los océanos liberan mercurio. Juntos hacen un 60-70 por ciento de las liberaciones anuales de mercurio a la atmósfera. El 40-30 por ciento restante es atribuible a la actividad humana.7 Una vez liberado en la atmósfera, ya sea de manera natural o por actividades humanas, el mercurio es depositado en el suelo y en el agua, donde ingresa a la cadena alimenticia. El mercurio se acumula en los peces, particularmente en los peces grandes del océano cuya vida es más larga.
Los niveles de mercurio en peces varían ampliamente según la especie y por individuos, en un rango que va desde menos de 0.1 partes por millón (ppm) para el salmón y las sardinas hasta más de 1 ppm en algunas muestras de blanquillo, tiburón, pez espada y caballa. Una porción típica de pescado de 3,5 onzas (100 gramos) contiene a partir de 100 microgramos de mercurio. El atún contiene niveles moderados que varían por especie. La FDA ha fijado 1 ppm como nivel de alerta de contaminación para los peces comerciales; esto significa que las autoridades pueden confiscar todo producto que excede este umbral–pero eso no significa que de verdad lo hagan.
Debido a que parte de la liberación de mercurio es un suceso natural, los humanos siempre han encontrado algo de mercurio en el pescado. Siempre que los sistemas de defensa naturales del cuerpo estén funcionando, uno puede consumir algo de mercurio a través del pescado mientras que sea con moderación. En personas saludables, las metalotioneínas intestinales (un tipo de moléculas almacenadoras de metales, que pueden ser dañadas progresivamente por el mercurio) pueden secuestrar el mercurio ingerido y lentamente facilitar su excreción. El selenio, del que hablaremos más adelante, también nos protege de alguna manera del mercurio y es encontrado en peces así como en otros alimentos.
VACUNAS
Uno de los aspectos más controversiales alrededor de las vacunas es su contenido de mercurio. Antes del año 2004, muchas vacunas para la infancia contenían timerosal, un conservante y adyuvante que es 50 por ciento etilmercurio. La exposición al timerosal en la niñez se elevó drásticamente en los Estados Unidos durante la década de 1990 a medida que el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) añadía nuevas vacunas al plan de vacunas infantiles. En aquellos niños que por fueron sometidos estrictamente a dicho plan, es común que se hayan aplicado hasta 187.5 microgramos de mercurio sólo en los primeros seis meses de vida.22 En la Tabla 2 se muestra la cantidad de mercurio de las vacunas recomendadas: tres dosis de cada una de DTaP, Hib, y HB, con dosis adicionales de DTap y Hib suministradas posteriormente.23
No existen estándares de seguridad regulatorios para el etilmercurio. Sin embargo, dado que la composición química del etilmercurio es similar a la del metilmercurio (la forma de mercurio presente en el pescado de la dieta), podemos comparar la dosis total de 187,5 microgramos de mercurio con la dosis referencial para el metilmercurio asignada por la EPA como segura. Dicha dosis referencial es de 0.1 microgramo diario por kilogramo de peso corporal para exposiciones crónicas, equivalente a 0.3 microgramos al día para un recién nacido y 0.6 microgramos al día para un bebé de seis meses de nacido. Promediando la exposición de 187.5 microgramos (suministrada en varias dosis concentradas) en el periodo de seis meses, la dosis resultante de 1.04 microgramos al día es significativamente más alta que la dosis referencial que la EPA ha asignado como segura para la exposición al metilmercurio en infantes, de 0.3 a 0.6 microgramos totales al día. Además, la cifra asignada por la EPA puede que sea muy permisiva24,25 especialmente en el caso del etilmercurio. De hecho, puede que no haya umbral alguno si hablamos de impedir los efectos neuropsicológicos adversos en niños,24,26 cuyos cerebros están desarrollándose rápidamente. Adicionalmente, a diferencia del metilmercurio ingerido desde los peces, el etilmercurio que es inyectado no está sujeto a los mecanismos de defensa naturales relacionados con la ingestión, incluyendo las metalotioneinas y el selenio.
En 1999, el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos exigió la eliminación del timerosal de las vacunas infantiles. Debido a asuntos de suministros y demandas, tomó varios años para la transición a alternativas reducidas en timerosal o libres de timerosal.22 Sin embargo, mientras el timerosal empezó a ser descontinuado de otras vacunas pediátricas, la vacuna de la influenza con mercurio se convirtió en una nueva fuente importante de exposición al mercurio para fetos y niños. Esto es debido a que el CDC empezó a recomendar en 2002 que la vacuna de la influenza sea dada a niños desde los seis meses hasta los 23 meses, así como a mujeres embarazadas en su segundo y tercer trimestre, a pesar de que la única vacuna aprobada para este grupo en ese tiempo era conservada con timerosal.22 Luego, el CDC incrementó de manera agresiva la dosis y aumentó la lista de grupos humanos objetivo para la vacuna de la influenza, recomendando ahora el doble de la dosis para niños de seis y siete meses, y con subsecuentes dosis anuales, así como una dosis para todas las mujeres embarazadas ya no más limitada al segundo y tercer trimestre.22 A partir del año 2013, más de la mitad de las vacunas para la influenza aún tenían conservantes con timerosal22 mientras que la disponibilidad de versiones libres de timerosal estaba sujetas a las dinámicas de la oferta y la demanda. Una escasez de vacunas libres de timerosal durante la estación de resfríos del 2015 llevó al gobernador de California a firmar a favor de que se permita de manera excepcional la administración de vacunas con mercurio en niños a pesar de la anterior restricción a nivel estatal.
Al igual que las vacunas de multidosis para la influenza, algunas vacunas de multidosis para la meningitis meningococo y vacunas toxoide tetánicas (no recomendadas para niños menores de seis años de edad) también contenían timerosal como un conservante, en cantidades que iban de 12.5 a 25 microgramos por dosis.27,28 A partir de 2016, algunas otras mezclas para vacunar a niños, como las vacunas combinadas de multidosis de DTaP y la DTaP/Hib, aún utilizaban timerosal en sus procesos de fabricación. En estas vacunas, mucho del timerosal luego es filtrado, dejando cantidades “trazas” de timerosal, de acuerdo al CDC.29 El resultado final, de acuerdo aquellos investigando el timerosal, es que “la máxima exposición aproximada en el curso de toda una vida proveniente de vacunas conservadas con timerosal ahora es más del doble de lo que sería si se hubiera mantenido el plan de vacunas previo al 2000.”22
Unos pocos casos aislados en los Estados Unidos y en otros lugares han reconocido posteriormente que un número limitado de susceptibilidades genéticas bien documentadas al daño de la vacuna–incluyendo otros algunos trastornos de la mitocondria–han causado que algunos niños sufran daños neurológicos permanentes. Las susceptibilidades genéticas se desarrollan de manera progresiva, sin embargo el creciente movimiento de imposición de las vacunas hasta el momento ha fallado en reconocer esta compleja realidad.
EXPOSICIONES ADICIONALES AL MERCURIO
Muchos otros productos exponen regularmente a los consumidores al mercurio. Hasta los años 1960s los polvos para bebés dentando contenían mercurio en forma de calomelano; asimismo los termómetros rotos de mercurio significaban una exposición riesgosa bastante común en muchos países hasta inicios de los años 2000. Las soluciones para los lentes de contacto contenían timerosal (también llamado tiomersal), y el antiséptico que llegó a ser ampliamente usado, llamado Mercurocromo, tenía el compuesto merbromina de mercurio y bromo.
En 1998, la FDA prohibió el mercurio como ingrediente activo en productos de mostrador alegando que no tenía “amplio reconocimiento de ser seguro”. Sin embargo, la FDA aún permite el uso de mercurio como ingrediente inactivo siempre que el contenido sea menor de 65 partes por millón. En el mundo de los cosméticos, las regulaciones de la FDA no exigen que se etiqueten los ingredientes que están en cantidades menores del 1 por ciento del producto. Como resultado, algunas máscaras de rímel aún contienen timerosal como un antimicrobiano y conservante.
Las lámparas fluorescentes compactas (CFLs, por sus siglas en inglés) comúnmente contienen alrededor de cuatro miligramos (cuatro mil microgramos) de mercurio, de lo cual algo se libera en forma de vapor de mercurio. La Tabla 3 compara la concentración de esta liberación tóxica con varios estándares que regulan la seguridad de los productos. Aquellos a favor de las lámparas fluorescentes alegan que son preferibles dado el ahorro de energía que significan–lo cual incluye la disminución de las emisiones de mercurio provenientes de plantas de energía alimentadas con carbón (un debate que va más allá del alcance del presente artículo).
Finalmente, entre las fuentes significativas de mercurio podemos incluir a los incineradores, las fábricas alimentadas con carbón, los crematorios y otros procesos industriales. Por alrededor de una década, la EPA ha intentado restringir las emisiones de mercurio de las fábricas estadounidenses en casi un 90%, sin embargo la norma continúa bajo litigación y los expertos legales predicen que estamos a años de que sea ejecutada. En algunos países las técnicas que usan mercurio para extraer oro en las minas continúan siendo una fuente significativa de exposición para los mineros y las poblaciones locales. Los trabajadores estadounidenses de las minas usaron estas técnicas durante “La Quimera de Oro”.
TOXICIDAD EPIGENÉTICA Y EN EL DESARROLLO
El periodo de desarrollo desde la concepción hasta la niñez temprana es una etapa vulnerable en la que–bajo exposiciones mucho menores niveles cuya toxicidad en adultos está comprobada–puede ocurrir daño tanto epigenético como neurológico. La epigenética hace referencia a la alteración de la expresión genética (es decir que inhibe o facilita la expresión de los genes)–usualmente a través de factores ambientales–sin que la secuencia de nucleótidos en sí misma sea alterada de una manera que pueda heredarse a la descendencia.
El mercurio es un agente tóxico epigenético muy potente. Tiene un alcance alarmante, con efectos tanto directos como indirectos en la expresión genética. El mercurio ataca directamente a la cisteína, constituyente de las zonas de amarre del ADN en la mayoría de los factores de transcripción genética. Adicionalmente ataca a la cistenía en las enzimas de metiltransferasa del ADN. Dichas enzimas tienen un papel importante (la metilación del ADN) en la expresión genética. Indirectamente, el mercurio promueve mucho estrés oxidativo. Se sabe que los estresores inducen cambios en la expresión genética durante las primeras etapas de la vida, armando el camino para las enfermedades en la vida futura.30 Así, desafortunadamente, la exposición al mercurio en cualquiera de los padres, incluso antes de la concepción, puede que afecte la expresión genética del mismo niño.
El daño epigenético puede ser desde ligero hasta severo y el fenotipo resultante puede que incluya características como deformidades dentales, miopía, asimetrías del rostro y desproporciones en el cuerpo. Características de ese tipo están descritas en el libro pionero de Weston A. Price Nutrition and Physical Degeneration (Nutrición y Degeneración Física)31. Es de este libro que Chris Masterjohn obtuvo ideas para sus subsecuentes investigaciones en vitaminas liposolubles; Sally Fallon y Thomas Cowan para su libro Nourishing Traditions Book of Baby and Child Care (El libro de Tradiciones Nutritivas para el cuidado de bebés y niños),32 y Catherine y Luke Shanahan para su libro Deep Nutrition (Nutrición Profunda), con un mayor enfoque en la epigenética.
EL MERCURIO COMO ANTINUTRIENTE
El mercurio se ata fácilmente al sulfhidrilo, un tipo de sulfuro también llamado tiol. El tiol es lo más reactivo dentro del aminoácido cisteína, presente en absolutamente toda proteína bioquímicamente activa, como las enzimas. El cuerpo humano contiene decenas de miles de enzimas que conducen la mayoría de los principales procesos biológicos.
El mercurio, asimismo, se une fuertemente al selenio, un cofactor para muchas docenas de enzimas involucradas en funciones vitales como la función tiroidea y la protección antioxidante del cerebro. Si bien se dice que el selenio tiene un efecto protector contra la toxicidad del mercurio, el alcance protector del selenio está limitado por su disponibilidad intracelular. Está gobernado por los procesos del riñón que limitan la cantidad de minerales en el torrente sanguíneo y por canales especializados dentro de la membrana celular que controlan el transporte de minerales del torrente sanguíneo al interior de las células. Por otro lado, el mercurio lipofílico no presenta dichos límites al momento de ingresar a la célula. Además, el mercurio puede bloquear la selenoproteína P, una substancia que almacena y transporta el selenio a las células.34 Así, la protección del selenio contra la exposición del mercurio es bastante limitada.
Nuestro mecanismo antioxidante intracelular más importante es el ciclo del glutatión. El glutatión nos libera de la toxicidad del mercurio al atarlo a una forma menos tóxica y que es fácil de excretar a través de la bilis (mediante un proceso denominado conjugación de glutatión). Se ha descubierto que el sistema de glutatión es crucial para la desintoxicación de timerosal.35 Sin embargo, debido a que la molécula de glutatión y sus enzimas relacionadas emplean cisteína, al mismo tiempo su ciclo es presa del mercurio. El mercurio puede dañar el sistema de glutatión del cuerpo tanto al agotar la molécula de glutatión en sí misma como al bloquear la enzima que sintetiza y recicla el glutatión para facilitar su uso. Al agotar la molécula de glutatión y bloquear las enzimas relacionadas con su uso, el mercurio altera la desintoxicación de muchas toxinas, incluyendo al mercurio en sí mismo, lo cual resulta en un aumento de los niveles de intoxicación en el cuerpo.
El mercurio afecta al ciclo de la metilación dado que daña a las enzimas involucradas en dicho proceso, incluyendo la metionina sintasa, una via bioquímica en la cual la metionina (un aminoácido que contiene sulfuro) se recicla para crear dos productos importantes: s-adenosil metionina (SAMe, por sus siglas en inglés), el metilador general del cuerpo, y cisteína, el precursor para la vía de trans-sulfuración, que a cambio produce glutatión, sulfato y taurina. Al dañar a la enzima metionina sintasa, el mercurio bloquea no sólo la desintoxicación a través de la via de transsulfuración que produce glutatión sino que también bloquea la producción de muchas hormonas y neurotransmisores que requieren donadores de metil como el SAMe. Una falta de donantes de metil también inhibe la actividad de las enzimas de DNA metiltransferasa que regulan la expresión genética.
Además de atacar el sulfuro en las enzimas, el mercurio ataca al sulfuro en las proteínas funcionales dentro de las membranas celulares. Esto incluye a los canales de transporte en las membranas que aseguran el paso de los micronutrientes a las células. Un resultado es la alteración de la homeostasis de muchos minerales esenciales, cuyas analíticas ahora pueden aparecer anormalmente altas o anormalmente bajas. Este es un aspecto que en muchas enfermedades crónicas no tiene ninguna otra explicación aparente. Puede que el mercurio también ataque a las uniones disulfuro en el colágeno, el tejido conectivo encontrado en los vasos sanguíneos, en los intestinos y a lo largo de todo el cuerpo. Aún más importante, el mercurio altera la producción y reparación continua de colágeno, huesos y cartílagos, dado que altera las enzimas necesarias para que ocurran, al mismo tiempo que agota la vitamina C, que es un cofactor indispensable. Así, el mercurio puede estar implicado en la artritis, la osteoporosis, y los trastornos de los tejidos conectivos.
ESTRÉS OXIDATIVO
El mercurio fomenta el estrés oxidativo de muchas formas que se refuerzan unas a otras mutuamente. Dentro de las células, el mercurio se concentra en la mitocondria, los organelos que sintetizan energía en forma de ATP (adenosín trifosfato). Ahí, el mercurio desplaza al hierro y el cobre, convirtiéndolos en radicales libres que tienen el potencial de causar estrés oxidativo continuamente a menos de que sean amortiguados por antioxidantes. El mercurio asimismo bloquea a las enzimas mitocondriales, creando una sobreproducción de especies reactivas de oxígeno, incluyendo los radicales libres. El estrés oxidativo resultante continúa dañando a las enzimas mitocondriales así como a las membranas mitocondriales y al AND mitocondrial.
El malfuncionamiento de la mitocondria puede resultar en sobreproducción de ácido láctico que dirige a la célula a la acidosis metabólica. La acidosis metabólica agota a los minerales y puede fomentar la aparición de ciertos patógenos. El daño mitocondrial continúa vaciando a la célula de su energía dado que crea una necesidad desproporcionada de ser reparada que se perpetúa en un ciclo vicioso.21 La disfunción mitocondrial puede afectar a la inmunidad, a la digestión, a la cognición y a cualquier sistema demandante de mucha energía dentro del cuerpo, y es un componente clave de muchas enfermedades crónicas.
El estrés oxidativo perpetúa otro ciclo vicioso en el cual los radicales libres causan la peroxidación lipídica. En esta cadena reactiva de autopropagación, los ácidos grasos insaturados presentes en las membranas celulares son atacados, convirtiéndose ellos mismos en radicales libres hasta finalmente lograr la excesiva permeabilidad en las membranas y en otras barreras, provocando aún más daño.
DISREGULACIÓN MINERAL
Como ya ha sido mencionado, las metalotioneínas son moléculas ricas en cisteína que almacenan metales. Aparentemente tienen un rol en el almacenamiento de zinc y cobre. Se encuentran en altos niveles en los intestinos. Cuando las metalotioneínas son saturadas con mercurio dejan de ser capaces de almacenar zinc o cobre para proteger al cuerpo del mercurio.
Por muchas razones, es más común para las personas infectadas con mercurio sufrir de deficiencia de zinc que de deficiencia de cobre. Primero, las fuentes dietéticas de zinc son más limitadas que aquellas de cobre. En segundo lugar, el exceso de cobre es depositado en la bilis y eliminado del cuerpo a través de las heces, pero muchas personas tienen un flujo pobre de bilis y/o constipación que hace que el cobre se acumule en sus hígados. Adicionalmente, la dominancia de estrógeno, que puede amplificarse en personas infectadas con mercurio debido a desbalances hormonales concurrentes, causa retención de cobre. La dominancia de estrógeno es común–y es mayor en mujeres–debido a la exposición a plásticos, soya, linaza y otros alimentos estrogénicos, así como a los productos de control hormonal. Finalmente, las tuberías de cobre, los dispositivos intrauterinos de cobre y los sulfatos de cobre esparcidos en los cultivos como antifúngico (incluso en muchos cultivos orgánicos) deben ser considerados dentro de la carga de cobre del cuerpo. Dado que el cobre y el zinc son antagonistas, mientras mayor sea la cantidad de cobre retenida en el cuerpo, mayor será el agotamiento de zinc.
El mercurio induce anomalías en el transporte de minerales esenciales como el magnesio y el zinc que causan una necesidad extra de dichos minerales en nuestra dieta. Más aún, muchas condiciones de salud causadas por la toxicidad de mercurio se ven agravadas por bajos niveles de magnesio y/o zinc, incluyendo las enfermedades cardiovasculares, la fibromialgia, el trastorno del espectro autista (TEA), los trastornos de déficit de atención y la depresión. Sin embargo no todas las personas que han sido expuestas al mercurio son deficientes en todos estos nutrientes, y es importante resaltar que los minerales tienen relaciones complejas de sinergia y antagonismo. Como hemos visto, bajos niveles de zinc están a menudo acompañados de altos niveles de cobre, y bajos niveles de magnesio están a menudo acompañados de altos niveles de calcio en los tejidos blandos.
TRASTORNOS NEUROLÓGICOS
Los profesionales de la salud persisten en citar un pequeño grupo de estudios que no han podido identificar un nexo causal entre el trastorno del espectro autista y el mercurio,36 y dicha asociación continúa siendo un tema tabú entre la medicina y los medios de comunicación. A pesar de ello, muchos otros estudios sugieren que existe una conexión que es ampliamente validada desde la biología.7 Está documentado que el autismo involucra estrés oxidativo, disfunción mitocondrial, procesos inmunes o inflamatorios, daño en los procesos sensoriales y homeostasis mineral anormal, todos coincidentes con la toxicidad por mercurio.37 Se ha visto que niños con autismo a menudo tienen niveles significativamente más altos de exposición al mercurio durante su desarrollo fetal y primera infancia, medido según el contenido de metales en los dientes del bebé.38 Asimismo los individuos dentro del espectro autista a menudo son deficientes en zinc.39 Otros desbalances minerales comúnmente observados en el TEA incluyen niveles bajos de calcio, hierro, magnesio, manganeso y selenio, así como niveles altos de cobre y de metales tóxicos, a pesar de que estos últimos pueden ser difíciles de detectar a través del análisis, como será descrito más adelante.
El trastorno de déficit de atención (TDA) así como el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) son diagnosticados tempranamente en niños expuestos a mercurio.18 La deficiencia de zinc ha sido identificada como un biomarcador para el TDAH,39 y el perfil anormal de minerales para el TDAH es bastante similar al perfil mineral del autismo y los trastornos del estado de ánimo, con excepción de que el TDAH típicamente incluye una sobrecarga de hierro. Adicionalmente, la mala regulación de los niveles de cobre es un factor clave en el TDAH.40 Muchos estudios igualmente señalan una asociación cercana entre la deficiencia de zinc y la depresión clínica, cuya severidad de síntomas está inversamente correlacionada con los niveles séricos de zinc. Niveles bajos de zinc, calcio, hierro y selenio han sido señalados como factores de riesgo para la depresión postparto.39
Otros trastornos neurológicos y psiquiátricos asociados con mercurio incluyen la narcolepsia, el trastorno obsesivo compulsivo, la esquizofrenia, el desorden bipolar, el síndrome de Tourette y el trastorno límite de personalidad, así como trastornos neurodegenerativos como el Alzheimer, el Parkinson y la esclerosis múltiple. Para todos los casos mencionados se ha documentado la presencia de estrés oxidativo, inflamación, disfunción mitocondrial y desbalances minerales, todos atribuibles al mercurio. Estas enfermedades son complejas, a tal punto que hay pocas probabilidades de que los estudios humanos encuentren una causa directa que las una con cualquier otro factor de riesgo suficientemente fuerte como para satisfacer a los escépticos, sin embargo un cuerpo creciente de evidencia sugiere que el mercurio tiene un papel importante.41
El desbalance mineral asociado con estas muchas condiciones es exacerbado por desbalances en los neurotransmisores provocados por el mercurio. Por ejemplo, el mercurio incrementa los niveles extracelulares del neurotransmisor excitatorio glutamato que en consecuencia vuelve hiper-activos a los receptores de glutamato en las superficies de la célula.42 La magnificación del glutamato además es exacerbada por la inhibición que ocasiona el mercurio del neurotransmisor (con propiedades calmantes) GABA.37 El mercurio bloquea los receptores de GABA, destruye desproporcionadamente las neuronas Purkinje productoras de GABA y daña a la glutamato decarboxilasa (GAD, por sus siglas en inglés), enzima responsable de convertir al glutamato en GABA. Además, los desbalances de glutamato y GABA ocasionados por el mercurio están asociados con la depresión y el suicidio.21,43,44
ALTERACIONES DE LA MICROBIOTA, DISFUNCIÓN DIGESTIVA Y SALUD INMUNE
El mercurio es conocido por alterar la microbiota intestinal. Cede el paso para el crecimiento de especies de bacterias resistentes al mercurio, que a su vez pueden desarrollar resistencia a los antibióticos.37,45,46 Por ejemplo, puede generarse un sobrecrecimiento de la levadura oportunista Candida albicans, ocasionando una multitud de molestos síntomas. La disbiosis puede ser exacerbada por el daño que el mercurio causa en el sistema inmune y su expansión de la acidosis metabólica. Todo esto tiene implicaciones negativas para la digestión, la inmunidad y la salud mental.47,49
Asimismo, el mercurio inhibe muchas enzimas que afectan a la digestión, incluyendo a la hidrógeno-potasio ATPasa gástrica, la enzima que permite la síntesis de ácido hidroclorhídrico a través de la bomba de protones del estómago. Adicionalmente, al promover el estrés oxidativo, el mercurio hace que el sistema nervioso autónomo esté funcionando en el modo simpatético (de estrés), lo cual inhibe la digestión. Más aún, la disfunción mitocondrial de la que sufren muchos individuos afectados con mercurio altera la digestión así como otras funciones corporales. Al dañar la barrera de los intestinos, así como la barrera entre la sangre y el cerebro, el mercurio lleva a la permeabilidad intestinal, que en consecuencia lleva a alergias alimenticias y trastornos cerebrales causados por proteínas mal digeridas que ingresan en el torrente sanguíneo. Es un caso bastante común que las proteínas parcialmente digeridas de los alimentos que contienen gluten y caseína sean metabolizados en los péptidos opioides gluteomorfina y casomorfina.50 Esto se ve a menudo en niños con TEA y explica por qué muchos padres reportan lo mucho que se alivian los síntomas bajo una dieta libre de gluten y de caseína.
Los que el mercurio causa en los intestinos puede exacerbar el efecto del mercurio en el sistema inmune. Se sabe que el mercurio causa alergias, reduce la inmunidad y la autoinmunidad,51 y tremendas disfunciones inmunes tienen un rol en muchas enfermedades crónicas. La inmunidad reducida abre el paso para la susceptibilidad a infecciones crónicas como la enfermedad de Lyme y la infección por Candida. Finalmente, a pesar de que no es técnicamente una alergia, muchas sensibilidades químicas pueden resultar en la sobrecarga de mercurio en el sistema de desintoxicación del cuerpo y en el bloqueo de enzimas metabólicas en el hígado y otros tejidos. Químicos que son tan comunes como indeseables, como aquellos que se encuentran en las fragancias, son metabolizados sólo de manera incompleta, generando productos intermedios tóxicos.
TRASTORNOS DE LA TIROIDES, DEL EJE HPA Y RELACIONADOS CON EL ESTRÉS
El mercurio se concentra en las glándulas, incluyendo las glándulas tiroides y pituitaria, y altera el eje hipotálamo-pituitaria-adrenal (HPA). El funcionamiento del eje HPA y el funcionamiento de la tiroides se encuentran estrechamente relacionados, por tanto la alteración de uno de ellos causa la alteración del otro. El mercurio bloquea la enzima dependiente de selenio que convierte a la hormona tiroidea tiroxina (T4) en su forma activa triiodotironina (T3). Desafortunadamente, a pesar de los síntomas, el hipotiroidismo resultante a menudo pasa sin ser detectado por los análisis en sangre dado que sólo suelen analizar los niveles de la hormona estimulante de la tiroides (TSH), la hormona secretada por la pituitaria para indicar a la glándula tiroides que debe producir T4. El mercurio también suprime el funcionamiento de la glándula tiroides al agotar las reservas de selenio y zinc, que son co-factores para las enzimas tiroideas.
El estrés oxidativo causado por el mercurio es un tipo de estrés crónico que agota al eje HPA. Por consiguiente, el mercurio está implicado en el grupo de síntomas a los que nos referimos como fatiga adrenal. La manera en que vemos estos síntomas está evolucionando hacia una que sugiere que la fatiga adrenal no es un problema glandular sino un problema de estrés cerebral.52 La exposición temprana al mercurio además causa un daño epigenético en el eje HPA que puede alterar la respuesta al estrés a lo largo de la vida. Puede que esto implique una tendencia a tener niveles de cortisol ya sea muy altos o muy bajos, así como perder la respuesta dinámica del cortisol al estrés.53 Esto último induce a una sensación inhabilitante de malestar e intolerancia al estrés. Por otro lado, si bien los niveles altos de cortisol no suelen llegar a ser inhabilitantes, sí llevan al cuerpo a un estado catabólico que puede promover la degeneración de tejidos que de otra manera estarían saludables.
DESÓRDENES METABÓLICOS, OBESIDAD Y ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES
La alteración del eje HPA y el disfuncionamiento de la glándula tiroides tienen un fuerte impacto en el metabolismo y el peso corporal. Al ser una toxina con manifestaciones epigenéticas, el mercurio puede causar una multitud de desórdenes metabólicos, incluyendo problemas de los niveles en sangre, resistencia a la insulina e intolerancia al estrés. Estos síntomas pueden persistir a través de la vida y ser traspasados a las futuras generaciones. Adicionalmente, el mercurio altera muchas enzimas necesarias para metabolizar los alimentos en energía, incluyendo la piruvato deshidrogenasa, necesaria para el metabolismo de los carbohidratos pero no de las grasas ni de las proteínas. Los síntomas de hipoglicemia, comunes en la toxicidad por mercurio, puede que no sean el resultado de verdaderos niveles bajos de azúcar sino que estén indicando la alteración del funcionamiento de las enzimas dentro del cerebro o del eje HPA. Otras enzimas alteradas por el mercurio incluyen aquellas del ciclo del ácido cítrico y de la cadena transportadora de electrones, que conlleva a niveles bajos de energía en ATP. El mercurio también bloquea los receptores de insulina, promoviendo niveles altos de insulina y por ende el almacenamiento de grasa. El mercurio puede causar ganancia o pérdida de peso, dependiendo de si la predominancia es de desórdenes metabólicos o problemas intestinales.
Con respecto al rol del mercurio en las enfermedades cardiovasculares, el mercurio causa oxidación de los vasos sanguíneos y del colesterol, lo cual conduce a la placa arterial. El mercurio promueve la trombosis y el disfuncionamiento del endotelio en los vasos sanguíneos.54 El mercurio puede causar presión sanguínea alta o baja dependiendo de si la es la calcificación o la deterioración arterial y la disfunción del eje HPA lo que predomina. En un ejemplo sobresaliente de cómo el mercurio se acumula en algunos tejidos, un estudio de biopsias de trece pacientes con algún tipo de falla coronaria encontró que los niveles de mercurio en el miocardio eran 22 veces más altos que lo normal.55
NUTRICIÓN
Al momento de promover la salud física y mental del niño, así como su desarrollo óptimo, la comunidad de salud alternativa reconoce el rol de los micronutrientes; sin embargo, hay menor reconocimiento para el rol que tiene toxicidad al agotar nuestros niveles de micronutrientes así como para el rol análogo de la carga de micronutrientes para exacerbar o aliviar la toxicidad.
El daño ocasionado por el mercurio crea una necesidad extra de nutrición, tanto para reparar dicho daño como para dar un empujón a las enzimas bloqueadas. Las dietas densas en nutrientes son de vital importancia, y la suplementación enfocada en las deficiencias puede ayudar a sobrellevar el estado de toxicidad antinatural. Dado que el estado de nutrición de cada persona ha sido afectado de una manera particular por el mercurio, lo más correcto será tomar un alcance individual en vez de recomendar la suplementación de todos los nutrientes potencialmente agotados. Adicionalmente, es común para las personas con toxicidad por mercurio tener muchas sensibilidades alimenticias, particularmente al gluten, a la caseína y a la soya, que a veces requieren de modificaciones dietéticas para controlar la inflamación y otros síntomas que resultan de dichas sensibilidades. Si insistimos en comer alimentos a los que somos intolerantes o que nos causan alergias, estamos entorpeciendo la desintoxicación al poner un estrés exagerado en los órganos de la digestión y eliminación; así ponemos en alerta al eje HPA e incrementamos los niveles de inflamación en el cuerpo.
En casos de intoxicación por mercurio la grasa de alta calidad es un mejor combustible. La grasa brinda las vitaminas solubles en grasa que tanto necesitamos y nos ayuda a estabilizar los niveles de azúcar en sangre. Es importante comer una variedad de grasas saludables tanto de fuentes animales como vegetales. Dado que tanto el tejido cerebral como la bicapa lipídica de la membrana se construyen en gran parte de grasa saturada, para contribuir con su reparación necesitamos consumir grasas animales de pastoreo como la manteca de cerdo, el sebo de vaca, el ghee y la mantequilla. Fuentes importantes de vitaminas solubles en grasas son el aceite de hígado de bacalao, el hígado, el aceite de oliva orgánico extra virgen, el aceite de palma roja y la manteca.
El metabolismo de las grasas requiere menores cantidades de enzimas que el metabolismo de los carbohidratos; por consiguiente, tiene menores oportunidades de ser bloqueado por el mercurio. La alteración a las enzimas ocasionada por el mercurio enlentece la producción de energía y puede crear intermediarios tóxicos, cediendo el paso a intolerancias alimenticias hacia algunos carbohidratos. El consumo de carbohidratos, a su vez, eleva los niveles insulina, la hormona de almacenamiento de grasa, que puede que ya estén elevados debido a la toxicidad por mercurio. Finalmente, en comparación con los alimentos altos en grasas, en los alimentos altos en carbohidratos existen mayores probabilidades de que contengan antinutrientes como los fitatos, los oxalatos y las lectinas.
El caldo de huesos es ideal para reparar el recubrimiento del sistema digestivo y el tejido conectivo y para proveer los aminoácidos y demás nutrientes necesarios en una forma fácil de asimilar. El consumo diario de caldo de huesos puede ayudar a reparar la permeabilidad intestinal excesiva que a menudo lleva a las personas intoxicadas con mercurio a desarrollar alergias a los alimentos y autoinmunidad. La glutamina es uno de los aminoácidos más importantes al momento de reparar el recubrimiento de los intestinos. La glutamina y la glicina, ambos abundantes en el caldo de huesos, son precursores de la producción corporal de glutatión. La vitamina B6 y el magnesio pueden facilitar la conversión de glutamato a GABA.56 En el caso de sensibilidad al glutamato, es recomendable mantener el caldo de huesos a fuego lento por un máximo de 3 a 4 horas.
El kvass de betarraga puede mejorar el flujo de bilis y por consiguiente mejorar la excreción de mercurio y otras toxinas a través de la bilis, particularmente en personas que tienden a la constipación. Otros alimentos probióticos como el chucrut son igual de beneficiosos como parte de un programa terapéutico. Es una buena idea empezar con una pequeña cantidad de alimentos probióticos que iremos incrementando a medida que sea tolerada.
Los alimentos altos en vitaminas A, C, D y E confieren una carga importante de antioxidantes y de beneficios inmunomoduladores. La vitamina C, por ejemplo, ayuda a reconstruir el colágeno dañado y puede ser obtenida de una variedad de alimentos–teniendo en cuenta que uno debe tener cuidado de no depender por entero de las frutas más dulces que la contienen dado que pueden ser problemáticas para las personas con problemas en niveles de azúcar. Buenas fuentes de vitamina C incluyen el escaramujo, la guava, el arándano rojo, el limón, la lima, la naranja, las uvas, el kale, el brócoli, la coliflor, las coles de Bruselas, la papaya, el mango, la piña, el kiwi y las fresas. Las personas que sufren de sensibilidad al tiol, discutido más adelante, necesitarán evitar o limitar los vegetales incluidos en la lista (ver “alimentos con sulfuro” en los Anexos). Teniendo en cuenta que el hígado tiene dos vías de desintoxicación–la fase I (romper las substancias) y la fase II (construir nuevas substancias)–puede que sea una buena decisión consumir uvas sólo de manera ocasional debido a que las uvas pueden estimular la fase dos y entorpecer la fase I. (La excepción es cuando sabemos de antemano que presentamos exceso de actividad en la fase I en comparación con la fase II).
La alteración de la regulación de los minerales es significantemente más pronunciada en personas con toxicidad por mercurio crónica que en la población general,57 así como lo son otras deficiencias e intolerancias alimenticias. Cada persona tiene una combinación única de desbalances minerales que afecta cómo se expresa la toxicidad del mercurio y que señala la combinación particular de nutrientes necesaria para aliviar sus problemas. Por lo general, los dos minerales que están mayormente agotados por el mercurio son el magnesio y el zinc. Los órganos de los animales son densos en nutrientes y pueden ayudar a proveer estos minerales agotados así como vitaminas importantes. Por ejemplo, el hígado es alto en vitaminas A y B12 así como en zinc, magnesio y selenio. Otras buenas fuentes de magnesio son los vegetales de hojas verdes, la ortiga, las lentejas luego de ser remojadas (si es que el paciente las tolera) y las almendras correctamente preparadas. La ortiga es una buena fuente de otras muchas vitaminas y minerales; podemos añadirla a las sopas o disfrutarla como un té. Los alimentos ricos en zinc son fundamentales. Desafortunadamente, las ostras, la fuente más rica de zinc, tienden también a ser altas en cadmio y otros metales pesados. Por tanto, la carne roja y el cerdo, junto con semillas (luego de ser remojadas) como las de ajonjolí, las de calabaza y las nueces del pino, puede que sean mejores fuentes de zinc para las personas intoxicadas con mercurio, teniendo siempre en cuenta que absorbemos el zinc de manera mucho más eficiente de los alimentos animales que de los vegetales.
Las Nueces del Brasil, llamadas Castañas en Perú, son una buena fuente de selenio, y, a diferencia del pescado, que también es alto en selenio, no contiene niveles potencialmente problemáticos de mercurio. Sin embargo, el contenido de selenio de las nueces del Brasil varía dependiendo del suelo donde hayan crecido (lo mismo ocurre en todos los alimentos). Las nueces del Brasil son altas en grasas insaturadas y puede que su calidad no se mantenga óptima si son remojadas por mucho tiempo. Remojarlas toda la noche parece funcionar bien en climas templados. Con respecto al selenio en el pescado, la evidencia sugiere que una vez que las defensas naturales del cuerpo han sido agotadas por el mercurio, el selenio de los alimentos marinos disminuye su efectividad en contrarrestar los efectos del mercurio. Así, las personas que saben o sospechan que el mercurio está en la base de sus problemas, deben tomar en cuenta tanto los beneficios como los riesgos de consumir pescado. Aquellos que decidan limitar su ingesta de alimentos de origen marino deberían considerar tomar aceite de hígado de bacalao y quizás aceite de pescado para obtener algo de los beneficios nutricionales del pescado al mismo tiempo que mantienen la exposición al mercurio tan baja como les sea posible.
En general, nuestra meta debería ser comer una dieta densa en nutrientes que sea lo menos restrictiva posible. La eliminación y reintroducción de alimentos sospechosos es la mejor manera de evaluar qué comidas en particular son problemáticas para nosotros. Muchos niños y adultos con toxicidad por mercurio se benefician de una dieta libre de gluten y libre de caseína, mientras que otros pueden tolerar uno o ambos alimentos. Otras intolerancias–muy numerosas para enlistar aquí–pueden aparecer en varios niveles en personas intoxicadas con mercurio. Sin importar la dieta particular que una persona lleve, la habilidad del cuerpo para desintoxicarse es reducida por la ingesta de alcohol, azúcar refinada, almidones refinados, alimentos procesados, cafeína y medicamentos, causando incómodos síntomas en muchas de las personas afectadas por el mercurio.
La común intolerancia a los sulfitos del vino sugiere que ha habido un daño en la enzima sulfito oxidasa, necesaria para convertir el sulfito (que es tóxico para nosotros) en sulfato (del cual nos beneficiamos). Esta enzima puede ser impulsada suplementando su cofactor, el molibdeno. Dado que el mercurio bloquea las enzimas metabólicas como las fenolsulfotransferasas, algunos compuestos alimenticios como los fenoles pueden metabolizarse parcialmente en intermediarios tóxicos, que a menudo resultan en reacciones como mejillas y/u orejas enrojecidas e hiperactividad luego del consumo de alimentos altos en fenoles.58 El sobrecrecimiento de levaduras puede incrementar la sensibilidad a los alimentos altos en tiol y altos en oxalatos.
Es probable que individuos afectados por el mercurio tengan una tolerancia muy baja a los alimentos con un alto contenido de tioles, particularmente si la vía de transulfuración está comprometida, como puede ocurrir en casos de deficiencia de molibdeno. Alimentos como la carne roja y los órganos, ricos en sulfuro, no son causantes de dichos problemas. Es importante consumir una dieta que incluye todos los aminoácidos esenciales, incluyendo aquellos que contienen sulfuro. El difunto Andrew Cutler, autor de “Amalgam Illness: Diagnosis and Treatment” (Enfermedades por amalgamas: diagnóstico y tratamiento)56 y “Hair Test Interpretation: Finding Hidden Toxicities” (Interpretación del análisis de cabello: reconociendo toxicidades ocultas)57 notó que los alimentos altos en tiol en su forma libre (que incluye a las legumbres, los lácteos, los vegetales de la familia de la col y los huevos) pueden provocar síntomas en un gran grupo de personas afectadas por el mercurio, en parte por un incremento en la cisteína del plasma, que puede elevarse en respuesta al mercurio y a sus efectos bioquímicos. Las dietas vegetarianas son particularmente dañinas para un grupo significativo de personas que sufren de toxicidad por mercurio dado que es prácticamente imposible obtener cantidades suficientes de proteína en una dieta vegetariana cuando esta ha sido adaptada para reducir las fuentes de tiol en su forma libre.
Otro alimento problemático para muchas personas intoxicadas con mercurio son las hojas del culantro, que contienen una substancia quelante capaz de redistribuir el mercurio, por consiguiente exacerba los síntomas en personas sensibles. Desafortunadamente, los practicantes de medicina alternativa suelen recomendar el culantro en grandes cantidades tanto en la comida como en su forma de suplemento. También suele recomendarse la chlorella, desaconsejable como suplemento debido a que muy probablemente tiene niveles altos de contaminación por el ambiente en el que crece y debido a su contenido en lipopolisacáridos, que puede causar estrés inflamatorio.59
ANÁLISIS
Desafortunadamente, los análisis para la toxicidad de mercurio no son claros. El mercurio puede acumularse en órganos como el cerebro incluso cuando los niveles en sangre, orina, heces y cabello son bajos. Es aconsejable evitar los análisis de orina porque a menudo implican la administración de un quelante en dosis suficientemente altas como para causar estrés oxidativo a niveles significativos debido a la redistribución de metales tóxicos a los órganos diana como el cerebro y los riñones. Un mapeo de porfirina puede revelar indicios de metales tóxicos, incluyendo el mercurio. Las porfirinas son subproductos indeseables que aparecen cuando las enzimas son bloqueadas por intoxicantes. Sin embargo, debido a que las porfirinas son fácilmente destruídas,60 el riesgo de falsos negativos es alto a menos que la muestra sea manejada con mucho cuidado.
Un análisis de contenido del cabello es otra opción. Revela la evidente desregulación en la homeostasis de los minerales esenciales–cuando los minerales esenciales del cabello se muestran anormalmente altos o bajos. Así, el análisis contenido del cabello puede servir como un vistazo bastante económico de la intoxicación crónica por mercurio.
Discutir las opciones de tratamiento para la intoxicación por mercurio va más allá del alcance de este artículo, que pretende enfocarse en la nutrición. Recomendamos ser precavidos al momento de considerar protocolos desintoxicantes. Para aquellos con niveles altos de intoxicación por mercurio, muchos productos puede que no sean seguros (como la chlorella y el culantro) o puede que estén siendo usados en una forma inapropiada (como el ácido alfa lipóico). Muchos suplementos nutricionales incluyen el ácido alfa lipóico sin que se adviertan sus propiedades quelantes frente a los metales. Cuando una persona toma ácido alfa lipóico teniendo amalgamas dentales de mercurio o una carga pesada de mercurio en el cuerpo, las propiedades quelantes del ácido hacen que el mercurio sea extraído de los dientes y/o de los tejidos en un intento de equilibrar los niveles en todo el cuerpo (y el cerebro); esto es particularmente trágico cuando involucra la exposición fetal. Sugerimos que cualquiera que desee profundizar en sus conocimientos sobre la desintoxicación del mercurio lea los libros escritos por Andrew Cutler (ver la Lista de Recursos en los Anexos).56,57 El trabajo de Cutler es la compilación más útil de explicaciones basadas en evidencia científica sobre la toxicidad del mercurio y sus múltiples efectos. Sin embargo, ha de notarse que el protocolo de quelación elaborado por Cutler, a pesar de estar basado en evidencia científica, es bastante controversial y probablemente riesgoso.
CONCLUSIONES
La toxicidad por mercurio tiene un alcance excepcionalmente alto. Crea una serie de reacciones bioquímicas incontrolables en el cuerpo que puede causar o contribuir con la intoxicación presente en la mayoría de enfermedades crónicas. Además de interrumpir procesos bioquímicos fundamentales, el mercurio promueve el estrés oxidativo, agota las defensas de antioxidante y destruye las barreras biológicas. Causa numerosos efectos que interactúan entre sí a través muchos sistemas orgánicos,21 direccionándonos a toda una gama de problemas de salud que van desde la fatiga e inflamación hasta las desregulaciones endocrinas y del sistema inmune, y los trastornos del ánimo. Las personas que tienen múltiples problemas de salud deberían considerar la posibilidad de que estén sufriendo de intoxicación crónica de mercurio.
El mercurio agota los nutrientes necesarios para cumplir con las funciones vitales e impide la regulación del metabolismo de minerales y neurotransmisores en niveles mucho más altos que cualquier otro agente tóxico. Debido a los poderosos efectos del mercurio como un antinutriente, una dieta densa en nutrientes puede aliviar muchos síntomas de la intoxicación crónica por mercurio, pero el agotamiento nutricional causado por el mercurio es tan penetrante que las personas afectadas a menudo requieren suplementación nutricional. Al mismo tiempo, es importante notar que las personas afectadas por el mercurio son bastante sensibles a un gran número de alimentos, suplementos y medicamentos. No obstante, muchas personas con una carga oculta de mercurio encuentran alivio al seguir una dieta densa en nutrientes, adaptada, de ser necesario, para evitar el gluten y/o los lácteos y limitando la ingesta de azúcares y almidones.
Hay muchas razones por las cuales la toxicidad crónica de mercurio sigue siendo poco reconocida tanto por los medios como por los profesionales de la salud. Estas incluyen lo complicado de la literatura al respecto, que suele estar incompleta y es fácilmente mal interpretada; la compleja y no linear toxicidad del mercurio; la influencia de la genética, la epigenética y el estado de los micronutrientes al momento de moldear la susceptibilidad al mercurio; la habilidad de las defensas naturales del cuerpo para enmascarar la toxicidad, creando largas latencias entre la exposición y los síntomas; y los síntomas variados y no específicos del mercurio, que pueden también ser intermitentes en los primeros estadíos. Adicionalmente, los análisis de toxicidad no son claros. Finalmente, debido a que mucha de la exposición al mercurio ha sido iatrogénica–a través de las amalgamas dentales y los conservantes en las vacunas–la investigación en torno al mercurio es a menudo controversial. La desafortunada combinación de exposiciones extendidas, latencias prolongadas, elementos iatrogénicos, amplios efectos tóxicos, síntomas no específicos y daño potencialmente irreversible, hace a la toxicidad crónica de mercurio una epidemia no reconocida.
ANEXOS
LISTA DE RECURSOS
- INTERNATIONAL ACADEMY OF ORAL MEDICINE AND TOXICOLOGY (IAOMT) (ACADEMIA INTERNACIONAL DE MEDICINA ORAL Y TOXICOLOGÍA)
IAOMT (IAOMT.org) es una asociación dental profesional que ofrece fichas técnicas sobre el mercurio e información sobre el protocolo seguro de la IAOMT para el retiro de amalgamas.
- MERCURY FREE BABY (BEBÉ LIBRE DE MERCURIO)
Mercury Free Baby (mercuryfreebaby.org) es un proyecto conjunto de la IAOMT y la Coalición para los Medicamentos Libres de Mercurio (CoMeD, por sus siglas en inglés) que aboga por la remoción del mercurio de las vacunas en todas sus formas.
- DENTAL AMALGAM MERCURY SOLUTIONS (DAMS) (SOLUCIONES A LAS AMALGAMAS DENTALES CON MERCURIO)
DAMS (amalgam.org) es una organización sin fines de lucro dedicada a educar a los consumidores con respecto a las prácticas dentales no saludables.
- AMALGAM ILLNESS: DIAGNOSIS AND TREATMENT (ENFERMEDADES POR AMALGAMAS: DIAGNOSIS Y TRATAMIENTO)
Este libro, publicado en 1999 por Andrew Hall Cutler, es el libro de auto-ayuda más completo y basado en ciencia sobre la toxicidad crónica por mercurio. Amalgam Illness (ISBN 0967616808) está disponible en noamalgam.com así como en tiendas de libros virtuales.
- MERCURY POISONING: THE UNDIAGNOSED EPIDEMIC (ENVENENAMIENTO POR MERCURIO: LA EPIDEMIA NO DIAGNOSTICADA)
Este libro, publicado en 2013 por David Hammond, brinda más contexto y menos fisiología que el libro de Cutler, en una interpretación que algunos encontrarán más sencilla de leer.
- “SULPHUR FOODS” (ALIMENTOS CON SULFURO)
Este recurso (livingnetwork.co.za/chelationnetwork/food/high-sulfur-sulphur-food-list/) da las explicaciones de por qué algunas personas intoxicadas con mercurio no pueden tolerar el tiol y cómo identificar la intolerancia al tiol.
- ENVIRONMENTAL WORKING GROUP (EWG) (GRUPO DE TRABAJO AMBIENTAL)
El EWG ofrece una amplia base de datos a la que los consumidores podemos acceder a través de internet (http://www.ewg.org/skindeep/) que provee información sobre productos de cuidado personal como jabón, champú, bloqueador solar y cosméticos.
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El presente artículo forma parte de la revista trimestral Wise Traditions in Food, Farming and the Healing Arts de la Fundación Weston A. Price Foundation, en la edición de primavera de 2018.
El presente artículo es una versión ligeramente modificada del artículo original publicado en la edición de enero de 2017 de Townsend Letter. Las autoras están agradecidas con Nori Hudson, el difunto Andrew Hall Cutler, Janet Kern, Marco Prina, Rebecca Rust Ler y Lana Russell por revisar y dar aportes en varios de los bocetos del artículo original.
Acerca de Sara Russel y Kristin Homme
Sara Russell, Ph.D, es practicante de terapias nutricionales (NTP), practicante certificada del protocolo GAPS y representante local de la Fundación Weston A. Price residente de Italia. Sara trabaja via teléfono y Skype con clientes alrededor del mundo. Se especializa en fertilidad, embarazo y niños pequeños. Para aprender más del trabajo de Sara visita buildnurturerestore.com. Kristin Homme, MPP, MPH, es una ingeniera retirada vuelta ahora escritora de ciencia, autora de muchos artículos científicos en revistas de revisión por pares.
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