La enfermedad de la civilización
Empecemos con una definición de cáncer. El cáncer es la situación que ocurre cuando un cierto tipo de célula de los muchos tipos de célula diferentes en nuestro cuerpo—como las células de la sangre, del páncreas, del cerebro, del hígado, del tejido conjuntivo—decide crecer de una forma descontrolada, de una manera excesiva, y a costa de otros tipos de células en el cuerpo.
Si tuvieras una palabra o frase breve para responder a la pregunta, “¿Qué causa el cáncer?” ¿cuál sería? Podrías responder “emociones” “toxinas” “hongos” “estrés” o “un mal terreno del cuerpo”. Todas ellas son buenas respuestas. Pero no son la mía. En mis veinticinco años de ser doctor y de pensar sobre la comida y el cáncer y problemas de salud, por casi todos los días de esos veinticinco años, puedo decir—y no quiero decirlo de una manera arrogante— que no tengo la menor duda sobre que sé que es lo que causa el cáncer. He llegado a la conclusión de que en esto estoy en lo correcto. Mi respuesta es “civilización”.
La maldición de la civilización.
No soy la primera persona que piensa así. De hecho, este es el título de uno de mis libros favoritos, un libro escrito por Vilhjalmur Stefansson llamado Cáncer: ¿la enfermedad de la civilización? La idea empezó un tiempo antes de Stefansson en una conferencia que dio en una sociedad médica de Paris en 1842 por Stanislas Tanchou, un médico y uno de los cirujanos de Napoleón. En ese momento Francia era el principal centro de la ciencia y la medicina en el mundo. Tenemos que recordar en qué parte del mundo nos encontrábamos en ese momento: era la era de los descubrimientos científicos y del destino manifiesto; la gente blanca iba a conquistar y civilizar el mundo y a hacerlo un lugar seguro para la cristiandad. En contraste a este escenario político, Tanchou, en su conferencia decía que él podía predecir la incidencia exacta de cáncer en todas las ciudades principales de Europa dentro de los próximos cincuenta años, y todo dependía del porcentaje de granos en sus dietas.
Los números de Tanchou fueron registrados y con el tiempo se cumplieron con exactitud— un cierto porcentaje de cáncer para Berlín, otro para Múnich, y así. La incidencia de cáncer era totalmente dependiente de la cantidad de cereales en la dieta. Esto inicio un gran furor alrededor del mundo ya que la gran misión de la época era civilizar cada rincón del planeta. Había alguien, en un centro de civilización, que declaraba que estas personas que no comían granos, que tienen una dieta más indígena de cazador-recolector, nunca tienen cáncer.
Esta idea provocativa motivo a muchos pensadores entre 1842 a alrededor de 1950, arqueólogos, antropólogos, médicos, misioneros y exploradores que se enfrentaron al desafío de responder a la pregunta. Sabiéndolo o no, la investigación de Weston Price llego como resultado de la pregunta fundamental de Tanchou. Price se enfocó en la salud dental para representar la pregunta, “¿Es cierto que el cáncer es una enfermedad de la civilización?”
Otro pensador que acepto este desafío fue George Catlin, un abogado y retratista americano de mitades del siglo diecinueve. Catlin pasó veinte años de su vida viviendo y estudiando con nativos americanos en poblaciones de indígenas cazadores—recolectores por toda la parte oeste de los Estados Unidos. De la gente con la que vivió, Catlin notó: “Amo a un pueblo que siempre me ha hecho sentir bienvenido con lo que tenían, que son honestos sin leyes, que no tienen cárceles, ni asilos para pobres, que seguían los mandamientos sin nunca haberlos leído o haberlos escuchado proferidos desde el pulpito, que nunca maldice, que nunca toma el nombre de dios en vano, que aman a su prójimo como a ellos mismos, libres de resentimientos religiosos. Amo un pueblo que nunca me ha levantado la mano, o robado mi propiedad, aun cuando no había ley que los castigara pero ello. Amo a un pueblo que nunca peleó una batalla con los hombres blancos, excepto en su propio territorio. Amo a un pueblo que vive y mantiene lo suyo sin candados o cerraduras. Y oh, cono amo a un pueblo que no vive por el amor al dinero”.
Crecimiento descontrolado
La premisa que estamos examinando es si el cáncer es una enfermedad de la civilización, pero yo digo que la civilización es la causa del cáncer. Pero primero tenemos que definir civilización. Sabemos que el cáncer es: el crecimiento descontrolado de uno de los miembros de una comunidad; esto es, un tipo de célula queriendo crecer a un paso excesivo a comparación del resto de esa comunidad de células. Este proyecto de civilización, si lo queremos llamar así, que empezó hace aproximadamente diez mil años, probablemente en el delta del Tigris o del Éufrates, es el proceso por el cual los humanos decidieron apropiarse de los recursos naturales de la base terrestre y empezar a crecer a costa del resto de la comunidad. Esa es la definición de civilización, esta apropiación de los recursos que es esencialmente minar la tierra. Si se continua lo suficiente, se convierte a la tierra productiva en un desierto, la región del jardín del Edén en el delta del Tigris y del Éufrates es ahora un desierto. Solo tomo diez mil años, que es un cerrar de ojos en la historia de la humanidad.
La civilización también puede ser vista como el proceso de extraer recursos de la tierra para hacer que una especie en particular de la comunidad de la tierra, los humanos, crezca.
Cuando doy esa definición puede recordarnos el proceso del cáncer. Creemos profundamente en el crecimiento. Para crecer nos apropiamos de los recursos del resto de la comunidad de la tierra. Con tiempo suficiente, el resto de la comunidad se seca y muere y esta especie en particular de la comunidad crece más y más hasta que mata su base terrestre o la persona, esa es la definición de civilización.
Pensemos en las Grandes Llanuras—esta región alguna vez fértil que se extendía de Minnesota a Tejas. De acuerdo con los primeros exploradores blancos, la parte superior del suelo de las Grandes Llanuras era de más de tres metros y medio. Sorprendentemente, para los años treinta, antes de la agricultura química, antes de los organismos genéticamente modificados, antes de Monsanto, apenas cien años de cosechar granos—y hacerlo de manera orgánica— convirtieron esos tres metros y medio en unos escasos 30 centímetros, los cuales volaron hacia el golfo de México en el Cuenco de polvo. Esto es lo que sucedió por la agricultura orgánica. Para aquellos de nosotros que decimos que la solución es simplemente regresar a la agricultura orgánica, recordemos que el delta del Tigris y Éufrates se convirtió en el desierto de Iraq solamente por la agricultura orgánica, y tal vez por un poco de sobre pastoreo.
Pero el punto es que las poblaciones de indígenas cazadores-recolectores que dependían de los animales que se alimentaban de ambientes basados en pastos perianales vivieron sin cáncer por literalmente miles y miles de años. La agricultura orgánica convirtió la tierra en casi un desierto, y trajo cáncer a un pueblo que no tenía cáncer. Weston Price llego al periodo concluyente de esta investigación en los años treinta y documento la salud de estos pueblos desde el punto de vista dental. Pero otra vez, cuando vemos la salud de pueblos no industrializados, vemos la misma cosa: son personas sin cáncer, y también sin enfermedades cardiacas. Cualquier antropólogo puede decirnos este hueso es de un cazador-recolector, una persona que no comía granos, y este hueso, en contraste, de una persona que comía granos, porque el ultimo tiene hoyos y parece como si tuviera artritis y no es tan grueso ni tan fuerte. Podemos ver la degeneración física casi en todos los lugares donde las personas han cambiado de dietas indígenas a dietas basadas principalmente en granos.
Dieta del cazador-recolector
Así que el siguiente paso es descubrir que comían estas personas sanas. Como saben, Weston Price encontró personas aisladas saludables que comían pequeñas cantidades de granos, usualmente preparados a través de procesos de fermentación, pero la dieta básica de estas personas era alrededor de 65 porciento comidas de origen animales con una predominación marcada de grasas sobre proteína. No era una dieta baja en proteína, sino, una dieta que incluía proteína en cantidad adecuada, y cerca de treinta y cinco por ciento granos fermentados, semillas bajas en almidón, nueces y vegetales y talvez un endulzante natural, como la miel.
¿Esa dieta encaja con la anatomía humana? No estoy en contra de cambiar algunos patrones de la dieta basado en lo que una persona pueda tolerar. Pero cuando alguien dice que esta persona, por su tipo de sangre, necesita ser un herbívoro, un vegano, me digo a mi mismo, sí, eso estaría bien si tuvieran un rumen. Déjenme decirles, al primer paciente de cáncer que entre y que tenga un rumen, lo pondré en una dieta vegetariana, no me importa qué tipo de sangre tenga. Si tienen intestinos muy largos y un rumen con bacteria para fermentar celulosa, los pondré en una dieta vegetariana.
El síndrome del gorila
Resulta interesante que el primate que consume la mayor cantidad de comida vegetal en su dieta, el gorila, tiene un tracto digestivo muy largo y el cerebro más pequeño de cualquier primate. Si estuviéramos en la jungla y solo hubiera hojas para comer, moriríamos de hambre en medio de la abundancia, porque no podemos digerir hojas, al menos la mayoría de ellas. Pero el gorila está construido de tal manera que puede comer comida vegetal alta en celulosa como lo son las hojas.
Recordemos que los animales herbívoros deben comer literalmente todo el día para extraer los nutrientes del pasto, las hojas y las semillas. Tú, como predador humano, puedes conseguir grasas concentradas y proteínas de los herbívoros, y solo necesitas un sistema digestivo corto para conseguir todo lo que necesitas para desarrollar un cuerpo sano y un cerebro más saludable y robusto para hablar, pensar y crear. No tienes que comer todo el día. Cuando se revierte a un estilo de vida más similar al de un gorila, se incrementa el tamaño del aparato digestivo, y se encoge el cerebro, que es exactamente lo que nos ha pasado en los últimos diez mil años. No estoy tan seguro de que ese sea el camino que queramos tomar.
Quisiera tener un dólar por cada paciente que entra a mi oficina—normalmente una paciente mujer— y dice, “Mi abdomen esta inflado y estoy llena de gas; tengo perturbaciones digestivas y la mente nublada.” Normalmente terminan con un diagnóstico de hipotiroidismo. Cuando les preguntas qué comen, dicen, “soy mayormente vegetariana.” Tienen el síndrome del gorila.
La anatomía humana está precisamente diseñada para una dieta de cazador-recolector de alrededor de 70 por ciento de comida de origen animal, predominantemente grasa (tanto como pudieran tolerar o digerir) incluyendo los órganos de los animales y los huesos (normalmente en caldos), pero no tanta proteína—como de 57 a 113 gramos de proteína, dos o tres veces al día era el promedio de lo que comía la gente. El 30 a 35 por ciento restante de comida vegetal provee variedad y cantidades adicionales de vitaminas y minerales. La parte de la proteína y de la grasa es lo que construye una estructura corporal sana, el sistema endocrino y el inmune, y, más importante, el cerebro y los sistemas nerviosos. Las personas comían platas para balancear el pH, para tener acceso a diferentes minerales y fotoquímicos. Porque estas comidas vegetales eran frecuentemente fermentadas, servían como comida para las bacterias, que incrementaban grandemente su contenido vitamínico para el beneficio de los humanos.
Esta es la base de la estructura de la hipótesis de que el cáncer es una enfermedad de la civilización. Tomando estas ideas como base, mi terapia para el cáncer está basada en la dieta GAPS, dosis pequeñas de naltrexona (DPN), Iscador (extracto de muérdago) y cardiotónicos para crear un ambiente “pre civilización” para el paciente de cáncer.
Dieta GAPS
La dieta que uso para tratar a pacientes con cáncer es la dieta del síndrome del intestino y la psicología (GAPS, Gut and Psychology Syndrome), formulada por la Dr. Natasha Campbell-McBride en su libro del mismo nombre. El intestino saludable contiene millones de pequeñas vellosidades absorbentes. También contiene una capa de bacterias buenas, una colonia diversa. Tenemos, o debemos tener más microorganismos en nuestro intestino— de 2.270 a 3.175 kilos— que células humanas en nuestro cuerpo. Estas bacterias representan nuestro sistema inmune. Los niños con autismo tienen hoyos en sus paredes intestinales que permiten que proteínas toxicas y otros químicos se filtren a través de sus intestinos porosos a sus torrentes sanguíneos. Los dos más graves son casomorfinas y gluteomorfinas. Estos se filtran en el torrente sanguíneo y causan síntomas neurológicos.
Pensemos en nuestros intestinos como tierra y pasto: los vellos son como la tierra, y la capa de bacterias buenas son como el pasto que cubre la tierra. Si vamos a una pradera o un campo de pasto perenne y sobre pastoreamos o hacemos algo para quitar el pasto, la tierra terminaría erosionada. Si esta condición continua, se erosiona más la tierra, aparecen grietas en ella, y el material de la superficie empieza a filtrarse al agua subterránea. Esto es exactamente el mismo proceso que sucede en el intestino humano. Las personas “arrancan el pasto” con antibióticos, con vacunas, con comidas procesadas, al no conseguir la flora correcta a través del canal de nacimiento debido a una cesaría o a una disbiosis en la madre. Por último, las personas “civilizadas” ya no comen comidas probióticas. Todos estos factores crean una ecología intestinal malsana, un aplanamiento de los vellos intestinales y hoyos en la pared intestinal.
Los vellos son una fuente de la enzima disacaridasa, que digiere disacáridos, justo como la lipasa digiere lípidos y la proteasa digiere proteínas. A medida que se mella la integridad de los vellos se pierde la habilidad de digerir disacáridos porque se pierde la habilidad de producir las únicas enzimas responsables de esta función. Si continuamos comiendo disacáridos, no pueden digerirse y en lugar de ser digeridos alimentan a hongos, levaduras, y microorganismos tóxicos que están presentes en el intestino. Estos son como los garranchuelos que crecen en la tierra. Los garranchuelos no protegen la tierra, no produce micronutrientes buenos, no produce vitaminas B, y no protegen el recubrimiento. Al contrario, resulta en inflación y gases y otras cosas que la gente enferma experimenta. A medida que la condición de los vellos empeora, aun menos disacaridasa es producida, y tenemos un circulo vicioso. Finalmente resulta en una colitis ulcerosa—la erosión de la mucosa hasta la capa muscular, y eso es como un cráter dañino en la tierra. Como resultado de esta filtración tenemos estos dos químicos predominantes, gluteomorfina y casomorfina, absorbiéndose en el torrente sanguíneo. Estas substancias son opiáceos, y los opiáceos esencialmente paralizan la respuesta inmune.
Así que en la dieta GAPS eliminamos todos los disacáridos incluyendo el azúcar, las papas, el camote y los granos; la lactosa también es un disacárido así que leche, aunque sea cruda, debe ser evitada. La dieta enfatiza muchas grasas saludables como la mantequilla, el ghee y el aceite de coco, carnes de animales de pastoreo, así como sus órganos, peces y mariscos salvajes, productos lácteos fermentados y crudos, vegetales bajos en almidón, un poco de fruta, caldos con huesos y aceite de hígado de bacalao.
Debo añadir que también prescribo enzimas pancreáticas, basado en el trabajo del Dr. Nicholas Gonzales. Uso enzimas pancreáticas liofilizadas de Allergy Research extraídas de cerdo, cordero y res de Nueva Zelanda, todas al mismo tiempo. La dosis es de 10 a 15 capsulas, tres veces al día, con el estómago vacío.
Dosis pequeñas de Naltraxona
Ahora introduzcamos dosis pequeñas de naltraxona (DPN) en el asunto, y veamos que tiene que ver con la dieta GAPS. También discutiremos que tiene que ver con el cáncer y la civilización.
La naltraxona es un medicamento que fue desarrollado a finales de los años sesenta para tratar las sobredosis de heroína. Es un agente bloqueador de receptores de opiáceos. Trecientos miligramos intravenosos de naltrexona bloquearían los receptores de alguien que tenía una sobredosis de heroína y lo salvarían del paro respiratorio y la muerte.
La naltraxona oral en dosis de cincuenta miligramos fue usada como estrategia para detener la adicción a la heroína. Dos cosas interesantes sucedieron. La primera, los cincuenta miligramos bloquearían los receptores opiáceos todo el día y la heroína no tendría efecto. Los adictos dejarían de usar heroína porque no sentían los efectos de la droga. Pero desafortunadamente, las personas que tomaban la dosis de cincuenta miligramos de naltraxona se sentían tan mal que decían que preferían estar muertos que tomarla. La terapia fallo completamente cono un tratamiento para la adicción, pero Bernard Bihari, un neurólogo en Nueva York, tenía muchos pacientes con SIDA que también eran adictos a la heroína. Bihari sabia la historia de la naltraxona y esto llevo a un intento para descubrir por qué la gente que tomaba naltraxona se sentía tan mal.
La respuesta es que la heroína y la morfina son idénticas a algunos químicos que producimos en nuestros cuerpos llamados endorfinas. Estos son los químicos que te hacen sentir bien. Si bloqueas la producción natural de endorfinas del cuerpo— que es un efecto involuntario de bloquear los opiáceos exógenos (de origen externo), heroína y morfina— entonces esta prohibición de endorfinas te hace sentir peor que peor. El resultado es una vida sin vida, sin sensaciones de alegría, ya que esto es con lo que las endorfinas están fuertemente asociadas. Si nos sentimos miserables todo el tiempo, probablemente tenemos una deficiencia de endorfinas.
La sensación de bienestar está conectada con nuestra respuesta inmune. Las endorfinas son literalmente el combustible para la actividad de nuestras células T (las células que reconocen tejido ajeno y células infectadas por virus y dirigen las actividades del resto del sistema inmune); están relacionadas con nuestras células asesinas naturales (células especialmente capaces de destruir células tumorosas o infectadas por virus sin haber sido expuestas posteriormente a la célula a la cual se dirige el ataque ni necesitan que se halla marcado la célula con un antígeno) y la síntesis del factor de necrosis tumoral (una proteína que causa la muerte de varias células tumorosas). Todo esto está claramente definido en la literatura médica.
El siguiente paso para Bihari era experimentar con los adictos a la heroína que tenían SIDA y EM y otros problemas del sistema inmune para ver si en realidad tenían pocas endorfinas. Bihari fue el primero en hipotetizar que podemos engañar al cuerpo para que haga más endorfinas al dar una dosis muy pequeña de naltraxona. Si cincuenta miligramos bloquean los receptores de opiáceos por un día, él pensó que tres o cuatro miligramos bloquearían los receptores por aproximadamente una hora. Damos la dosis a la hora de dormir y el cuerpo dice, “¡Oigan, alguien bloqueo mis sitios de endorfina! Necesito producir más endorfinas.” ¡Algunas veces se incremente diez veces en el número de endorfinas producidas. Lo que sigue es que encontramos una respuesta normal o elevada en la producción de endorfinas seguida de un mejoramiento en la función inmune. En un estudio, cuarenta pacientes de cuarenta y dos con EM tuvieron remisión usando DPN. Su enfermedad autoinmune estaba basada en opiáceos tóxicos que remplazaban las endorfinas saludables en su respuesta inmunológica. Hay muchas clases de enfermedades que se han ayudado con esta terapia y pueden conseguir más información en www.lowdosenaltrexone.org.
¿Cómo es que el uso de DPN encaja en nuestra teoría de que el cáncer es una enfermedad de la civilización? Primero, los alimentos de la civilización, especialmente las dietas actuales bajas en grasas (o de consumo de grasas incorrectas) y bajas en colesterol, impiden la producción natural del cuerpo de endorfinas; segundo, las personas civilizadas son adictas a substancias que estresan las glándulas adrenales, como el café, té, chocolate, azúcar y substancias más fuertes—se podría decir que el proceso de volverse civilizado nos lleva del el carril de baja velocidad al de alta— y como las glándulas adrenales están involucradas en la producción de endorfinas, con tanto estrés y sobre uso nuestro mecanismo nato para sentirnos bien se descompone. Finalmente, la civilización pone a millones de personas en trabajos que no soportan, relaciones que son estresantes, actividades que no disfrutan. La civilización es interesante y retadora, pero también estresante.
Comúnmente escuchamos a una persona diagnosticada con cáncer decirse a sí mismo, “Bueno, si solo tengo pocos meses de vida, voy a hacer lo que siempre quise hacer.” Así que renuncia a su trabajo y empieza a tocar el chelo o empieza a pintar al óleo. Y oh Sorpresa, su cáncer entra en remisión. ¿Por qué? Porque su cuerpo esta finalmente produciendo y beneficiándose de las endorfinas, su sistema inmune puede, finalmente, funcionar de nuevo y se mejora.
Es interesante comparar esta terapia a la dieta GAPS, que elimina los disacáridos que se encuentran en los granos, las papas, camotes, leche dulce y unas cuantas otras comidas. La dieta también evita opiáceos exógenos: casomorfinas y gluteomorfinas que se encuentran en los granos y productos lácteos sin fermentar. La dieta GAPS simula la dieta pre civilizada de 60 a 70 porciento de comida animal, con frutas, vegetales, semillas y nueces como algún suplemento de “capsulas vitamínicas”. La estrategia es eliminar los opiáceos tóxicos, sanar el intestino, estimular la producción de endorfinas saludables y normalizar la respuesta inmune. Un número significativo de personas con enfermedades autoinmunes y con cáncer tienen una respuesta positiva a esta combinación.
Iscador
La siguiente modalidad en mi acercamiento al tratamiento del cáncer es la terapia de muérdago, conocida por el nombre de Iscador. Esto es la columna vertebral de la terapia médica antroposofica y yo soy un médico en antroposofía. Esta filosofía está asociada con las escuelas Waldorf y la agricultura biodinámica, que empezó Rudolf Steiner en los años veinte.
La planta del muérdago se hace en un número de diferentes preparaciones para el cáncer, pero la original formulada por Rudolf Steiner se llama Iscador. La formulación involucra procesos farmacéuticos extremadamente complicados que utilizan la savia de invierno y verano de la planta Viscum Album y las mezclan en una centrifugadora recubierta de oro que rota a la velocidad exacta de la tierra. Es un proceso sorprendente.
Podrían sorprenderse al saber que Iscador es la medicina para el cáncer más prescrita en el mundo. En una conferencia a la que fui hace unos cuantos años, un oncólogo alemán cito que, de 400,000 pacientes de cáncer registrados en Alemania, 310,000 toman alguna clase de preparado de muérdago. (desafortunadamente, los doctores europeos normalmente lo prescriben en conjunto con terapia convencional). Podrían haber escuchado que la celebridad Suzanne Somers es una apasionada defensora del Iscador, el cual formo una gran parte de su tratamiento exitoso del cáncer de mama, junto con una dieta baja en carbohidratos y hormonas.
He estado tratando a pacientes de cáncer con Iscador por casi veinticinco años, y casi cada paciente que veo es prescrito con la dieta que he descrito, junto con Iscador y DPN. Ese es el soporte principal de mi control terapéutico. ¿Cómo encaja con nuestra hipótesis de que el “cáncer es una enfermedad de la civilización”? Rudolf Steiner fue el primero en describir el Iscador, pero de ninguna forma fue el primero en describir la teoría del Iscador. Dos mil quinientos años atrás Hipócrates dijo, “Denme una medicina que pueda producir fiebre y puedo curar cualquier enfermedad”.
La forma en la que describo esto a mis pacientes es notando que el trabajo del doctor es distinguir entre la terapia y la enfermedad. A lo que me refiero con esto es que si se tiene una astilla en el dedo, y nuestro cuerpo empieza a producir pus para sacar la astilla, ¿la pus es la terapia o la enfermedad? Sabemos que la pus indica infección y la presencia de microorganismos, y aprendimos en la escuela médica que el doctor debe eliminar la pus. Pero no creo que sea tan difícil ver que, si tenemos una astilla en el dedo, la pus es la terapia para la astilla. Si no sacamos la astilla, la pus lo hará por nosotros. Si pensamos erróneamente que la pus es la enfermedad y destruimos la pus, la astilla se quedara y nuestro cuerpo lo intentara de nuevo. Si destruimos la pus de nuevo nuestro cuerpo repetirá este proceso tres o cuatro veces más. Entonces tenemos una infección crónica porque el cuerpo sigue intentando eliminar la astilla. Con el tiempo tendrá éxito o encapsulara la astilla, lo cual es un tumor, un nuevo crecimiento. No es un tumor cancerígeno sino un tumor quístico de la astilla. El entendimiento de que la pus es la terapia nos permite predecir que pasará en el futuro.
Ahora, pensemos en este ejemplo. Juan Pérez es un fumador. En otras palabras, mete un montón de astillas a sus pulmones cada día. Dos veces al año Juan tiene tos, fiebre y mucosidades—todo para sacar las astillas de sus pulmones. Prefiero decir “tos, fiebre y mucosidades” en vez de “bronquitis” porque la palabra “bronquitis” nos separa de la realidad de la situación. Su cuerpo está produciendo una respuesta inflamatoria — está produciendo una respuesta de mucosidades, pus y fiebre para limpiar sus pulmones de las astillas. Si Juan ve a un doctor que comete el error de pensar que la respuesta es el problema, le dará medicamentos para detener la bronquitis—la cual es en realidad la medicina. Así que Juan se quedara con sus astillas. La situación se repetirá dos veces al año por treinta años y entonces Juan tiene una gran bolsa de astillas en sus pulmones, y eso lo llamamos cáncer de pulmón.
Sabemos de manera epidemiológica que cada cultura que se ha embarcado en una prevención agresiva de enfermedades infecciosas con vacunas y tratamientos antibióticos ha visto disminuir las enfermedades infecciosas, pero ha visto incrementarse las muertes por cáncer. Todas y cada una de ellas. Esta paradoja no es desconocida para la profesión médica.
William Coley fue un cirujano en la ciudad de Nueva York al final del siglo diecinueve y el inventor de una terapia para el cáncer llamada las toxinas de Coley. Coley sabía de la aparente relación entre infección y regresión del cáncer. Su protocolo era inyectar a pacientes enfermos de cáncer terminales con un agente para enfermarlos gravemente y producir fiebre. Aproximadamente de 20 a 40 por ciento de los pacientes enfermos con cáncer que recibieron este tratamiento, especialmente en combinaciones de Estreptococos y Serratia, entraban en remisión. El tratamiento producía fiebres altas por una semana, muchas mucosidades y mucho de lo que llamamos enfermedad. Es también innegablemente cierto que la respuesta inmune es lo que llamamos enfermedad. Las bacterias y los virus no nos hacen sentir enfermos por sí solos. Activan una respuesta inmune y los síntomas que consideramos como desagradables—fiebre, mucosidades y demás— son la respuesta a una situación externa. Con las Toxinas de Coley, de 20 a 40 por ciento de estos pacientes, como está escrito por la academia de ciencias de Nueva York, entraron en remisión.
Desafortunadamente, otro 20 a 40 por ciento murieron por sepsis; esto es, de la terapia, y otro 20 por ciento aproximadamente no tuvieron ninguna respuesta. Era una terapia toxica, o podríamos decir un esfuerzo de último recurso, pero el punto sigue siendo que las fiebres y la pus y las mucosidades—y la interleucina-2 (una proteína que señala a las células que hay que atacar y diferencia entre las células del cuerpo y las que no lo son, entre otras cosas) y el interferón (un grupo de proteínas hechas y producidas por las células del huésped en respuesta a la presencia de patógenos y células cancerosas) y todos estos factores de necrosis tumoral y células asesinas naturales que constituyen nuestra respuesta inmune— esta es la terapia para el cáncer. Como dijo Hipócrates, denme una medicina que produzca fiebre, que provoque una respuesta inmune, y puedo curar cualquier enfermedad.
Cuando le preguntaron a Rudolf Steiner cómo funcionaba el Iscador en el cuerpo el respondió, que simulaba una infección bacteriana. Produce el calor, el interferón, la respuesta de la interleucina-2, la respuesta de la célula asesina natural; produce todo lo que se produciría en una infección excepto la infección bacteriana y la sepsis, que son las partes toxicas. Así que en vez de que mueran por sepsis 20 o 40 por ciento de los pacientes por las Toxinas de Coley, se produce una activación del sistema inmune, pero sin efectos secundarios. Esta respuesta se observa cuando se inyecta el Iscador, porque la temperatura del cuerpo se incrementa, y se ven síntomas reales de una respuesta inflamatoria, esta respuesta inflamatoria digiere el tumor.
Después puedes ayudar a sacar el material muerto del cuerpo con enemas de café, baños calientes, etc., esta es una de las terapias más efectivas para todos los tumores sólidos de cáncer.
Asalto al sistema inmune
Si vemos este proceso podemos preguntarnos cómo nos metimos en este desastre donde tantas personas tienen una respuesta inflamatoria celular disminuida. Una respuesta inflamatoria celular—a lo que llamamos “estar enfermo” — es la activación de las células blancas. Cuando tenemos una infección normal como la varicela, dos brazos de nuestro sistema inmune se activan. El primero es la respuesta inmune humoral, o la respuesta basada en anticuerpos en las células B, que producen anticuerpos para recordar lo que pasó. El segundo es una activación regulada por células, en donde las células blancas mastican al invasor y lo escupen mediante la fiebre, las mucosidades, sarpullido, dolores y sudor—a todas estas cosas les llamamos estar enfermo. Esto es lo que pasa con toda infección que ocurre naturalmente. ¿Hay algo que estemos haciendo que este de alguna manera activando la inmunidad humoral y desactivando la inmunidad celular?
Una vacuna es un intento específico para activar la respuesta humoral—los anticuerpos— y para desactivar la respuesta celular. ¿Por qué digo eso? Si nos enfermamos con fiebre, sarpullido, mucosidades, después de recibir una vacuna, entonces sería una vacuna mala. Nadie querría esa vacuna. La razón de ser de una vacuna es desactivar la respuesta celular para que no nos sintamos enfermos, pero activar la respuesta humoral.
Esta es exactamente la situación inmune que se ve en el cáncer y enfermedades autoinmunes. La respuesta celular es la única forma en la que nuestro cuerpo saca a los microorganismos y a las proteínas extrañas, y esa respuesta se apaga con las vacunas. Cualquiera que sea vacunado termina con un sistema de anticuerpos humoral sobre estimulado y un sistema celular poco estimulado. Agreguemos a eso el uso de medicinas supresoras de la fiebre como la aspirina y el paracetamol, junto con otros antibióticos que matan a las bacterias en nuestros intestinos, y tenemos una receta para el cáncer.
La incidencia de cáncer se ha disparado con la introducción de vacunas y la supresión de la respuesta aguda a la enfermedad. A diferencia del hombre primitivo que acepta todo en la naturaleza y en el cuerpo como un proceso natural, el hombre civilizado trata de suprimir procesos naturales; les tiene miedo, piensa que no sirven ningún propósito y el cáncer es el resultado.
Cardiotónicos
El cuarto componente de mi terapia para el cáncer involucra cardiotónicos. Los glucósidos cardiacos son agentes terapéuticos nuevos que pertenecen a una familia de substancias que provienen principalmente de plantas. Son una fuente de proteínas (glucósidos) que estimulan el metabolismo del corazón. Los dos glucósidos cardiacos principales son Digitalis de la Digitalis Purpurea y una substancia llamada ouabaína—que prefiero usar— de la planta Strophantus. Esta vid africana era usada originalmente por tribus para cazar. Cubrían sus flechas de una substancia sacada de las semillas y esta causaría que se parara temporalmente el corazón en los animales que cazaban.
Los investigadores entendieron que esta era una substancia cardiacamente activa y cuando la aislaron encontraron que era una hormona, a la que llamaron ouabaína (a través del francés y este del somalí “waabaayo”, flecha envenenada) o estrofantina. Hasta los noventas, la muy similar Digitalis era el tratamiento principal para problemas del corazón. Y ha habido un número de estudios en años pasados de mujeres con cáncer de mama y de hombres con cáncer de próstata a los que se les ha dado Digitalis por problemas de corazón. Estos pacientes tienen una incidencia de cáncer diez veces menor que los controles (personas que no reciben el tratamiento) y si ya habían tenido cáncer, la Digitalis baja su índice de recurrencia siete o veinte veces.
La ouabaína es una excelente medicina para el corazón. Tengo un paciente en Alemania que tiene un doctorado en bioquímica. Hace alrededor de veintiocho años, tuvo tres ataques cardiacos, una cirugía de baipás y estents (tubos cortos hechos que abren venas tapadas). Nada funcionaba, y lo dieron por muerto. Él había escuchado sobre el uso de la ouabaína como medicina para ataques cardiacos y angina de pecho. Encontró una fuente de ouabaína, empezó a tomarla, y hoy en día está vivo. Recientemente me mandó lo que espéra sea un papel publicado en la American Journal of Oncology (revista americana de oncología) sobre la literatura mundial completa perteneciente al uso y las acciones de la ouabaína (el nombre comercial es Strodival).
He usado el Strodival con pacientes del corazón por seis años. Ha sido una gran ayuda para personas con angina de pecho, enfermedades cardiacas e insuficiencia cardiaca congestiva. Muchos tienen mejores resultados, menos angina de pecho y mejor tolerancia al ejercicio.
¿Pero qué tiene que ver la ouabaína con el cáncer y la civilización? Según mi paciente bioquímico, la ouabaína hace dos cosas: elimina el ácido láctico de las células, y cataliza la habilidad de las células, particularmente las células del corazón, para metabolizar grasas en energía. Él la llama la “insulina del corazón”, o la “insulina de la metabolización de las grasas”. Sin la hormona ouabaína nos cuesta digerir grasas, lo que puede ser la razón por la cual nos parece mejor una dieta de carbohidratos. Si no tenemos suficiente ouabaína, no podemos metabolizar grasas, y no podemos obtener energía de las grasas. De hecho, sabemos el bloqueo bioquímico especifico del metabolismo de las grasas que vence esta hormona. Pero la siguiente pregunta es: ¿Cómo es que esta substancia de una vid africana tiene algo que ver con ayudar a los pacientes de cáncer en la civilización?
Lo que he aprendido de este bioquímico y de otros, estudiando la historia de la ouabaína es una revelación interesante. He aquí un químico, una hormona que se encuentra en esta vid africana, strophanthus. Por un accidente asombroso de la naturaleza, nosotros los humanos hacemos exactamente el mismo químico en nuestras glándulas adrenales. Podemos marcar radioactivamente los precursores de esta hormona y los precursores se encienden en las glándulas adrenales; la ouabaína también se enciende en las glándulas adrenales, probando que nosotros producimos ouabaína de este precursor. Entra en la sangre, en el corazón y todas las otras células en el cuerpo, permitiéndonos usar grasas como combustible y al mismo tiempo eliminando el ácido láctico de nuestras células.
La inhabilidad de metabolizar grasas es de varias maneras exactamente el defecto que tenemos con el cáncer. La inhabilidad de usar grasas como combustible, y por ello la dependencia en el azúcar causa niveles elevados de insulina. En exceso la insulina estimula el crecimiento, y un incremento de ácido láctico se acumula por la deficiencia de ouabaína. Esto lleva a un estado de acidosis lo cual es esencialmente necrosis (la muerte localizada de tejido vivo)—envenena las células.
Las células cancerosas están en un estado de acidosis. Esta es la razón por la que a las personas inventaron las dietas alcalinizantes para los pacientes con cáncer; pero estas dietas raramente funcionan a largo plazo porque nuestro cuerpo en realidad no necesita más comidas alcalinas; lo que necesita es más grasa. Lo que necesitamos hacer es cambiar nuestro metabolismo para que el ácido láctico no se acumule en nuestras células, y la hormona adrenal ouabaína nos ayuda a hacer eso.
Por cierto, la ouabaína está hecha de colesterol; o para ponerlo de otra manera, la ouabaína está hecha de grasas animales. Y ya que los tan usados medicamentos llamados estatinas inhiben la producción de colesterol, también inhiben la producción de ouabaína. Aquí hay otro ejemplo de miedo a uno de los procesos vitales de la naturaleza—el uso del colesterol en el cuerpo humano— esto es tan característico del hombre civilizado.
El miedo al colesterol y a las grasas saturadas ha concluido en un círculo vicioso. La ouabaína cataliza el metabolismo de las grasas, permitiéndonos comerlas, así comemos más. Si no comemos colesterol y grasas, o si tratamos de bajar nuestro colesterol, no podemos producir ouabaína y entonces no podemos comer grasas, y entonces pensamos que estamos mejor si reducimos la cantidad de grasas en nuestra dieta. Lo siguiente que pasa es que tenemos más insulina por el consumo aumentado de carbohidratos, y estamos en grandes problemas.
¡No trabajemos por dinero!
Steiner dijo alguna vez que para que la humanidad progrese, los hombres y mujeres tendrían que aprender a no trabajar por dinero. Por supuesto que quieres que te paguen por lo que haces, pero no deberías trabajar solo por el dinero. Si trabajas todos los días en un trabajo que no amas, entonces vas a poner una cantidad de estrés enorme en tus glándulas adrenales. Al final no serás capaz de producir los cardiotónicos y las endorfinas que necesitas para mantenerte bien, feliz y sin cáncer.
De hecho, todo lo que hagas debe ser disfrutable—nuestro trabajo, nuestro tiempo libre, nuestra vida familiar, nuestra comida—y aun así, comer se ha vuelto estresante porque somos acosados para mantenernos en nuestra dieta baja en grasas sin alma. La amenaza de cáncer debería retarnos a humanizar nuestra existencia, a inyectar la actitud sin estrés de los pueblos primitivos en nuestras vidas civilizadas, estresantes y orientadas a las metas.
Esta es en realidad nuestra única elección porque no podemos regresar. Muy pocos de nosotros querríamos regresar a una vida tribal primitiva, una vida sin electricidad, sin accesorios, sin libros ni computadoras, una vida, de hecho, sin la oportunidad de elección personal a la que nos hemos acostumbrado tanto. Lo que si podemos hacer es decidir traer la vida de la aldea a la civilización, al elegir no trabajar por dinero, al elegir disfrutar nuestra comida, al elegir hacer las cosas que amamos hacer, al reducir el paso, al socializar con amigos, tomando siestas, haciendo tanto por nosotros como hacemos por los demás, al apoyar a la agricultura antigua y sustentable, y por sobre todo al consumir muchas grasas animales.
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Tenis para correr, monos y cáncer
A veces digo que tener acceso a la filosofía de Weston Price es un poco como hacer un examen y saber las respuestas de antemano. Cuando te preguntas como proceder con cualquier subgrupo del esfuerzo humano, puedes ver hacia atrás para encontrar (o recordar) la respuesta correcta. Junto con esto, estoy seguro de que has escuchado sobre el efecto del “centésimo mono”. Este fenómeno se refiere a la instantánea, difusión paranormal de una idea o habilidad al resto de la población una vez que cierta porción de esa población ha oído de la nueva idea o aprendido habilidad nueva. Cuando el centésimo mono aprendió a lavar los camotes, todo mono en el mundo estaba supuestamente lavando camotes mediante este mismo proceso.
Hay ciertas cosas que emergen de una cultura en ciertos momentos. Lo que está emergiendo en este momento, por la razón obvia de que nos estamos envenenando y matando nosotros mismos de manera ambiental y de muchas otras maneras, es la gran pregunta de cómo deberíamos vivir. Esta pregunta afecta incluso temas muy pequeños y específicos en nuestras vidas.
Recientemente leí un libro titulado Nacido para correr (Born to Run). La teoría de este libro es que los seres humanos evolucionaron caminando y corriendo descalzos. En cuanto corres y caminas con zapatos puestos tendrás lesiones en las piernas y espalda. De hecho, señalan un estudio de el American College of Orthopedic Medicine (colegio americano de medicina ortopédica) que dice que setenta por ciento de todos los corredores tienen una lesión significativa en el primer año, y la cosa número uno que se correlaciona con la probabilidad de tener una lesión es el precio de los tenis para correr. Entre más alto el precio de tus tenis más probabilidades tienes de lesionarte. Porque el pie busca un lugar duro para impactar al piso, y los tenis más caros tienen más acolchonamiento en el talón y ahora tienen hasta resortes, tienes que hacer mucho esfuerzo para encontrar algo duro. Eso pone tensión en el talón y en la rodilla y después en la cadera y después en la espalda. Incluso conocemos el mecanismo fisiológico de cómo funciona. Pero como dije, ya sabíamos la respuesta a la pregunta de qué ponernos en los pies, porque las personas más sanas, las que no tenían problemas de piernas o espalda eran estas personas “incivilizadas” las personas que caminaban y corrían descalzas todo el tiempo. Ya sabíamos la respuesta a este problema; solo teníamos que agregarle la ciencia.
Este proceso de pensamiento puede ser aplicado a los zapatos; también puede ser aplicado a los campos electromagnéticos, a los celulares. Si observamos al estilo de vida de estas personas “incivilizadas”, no tenían celulares, no tenían campos electromagnéticos. Si me preguntan a qué hora dormir en la noche, preguntémonos mejor ¿Cuándo dormían ellos? Se iban a dormir cuando obscurecía y despertaban cuando había luz. Si tienes una enfermedad grave como el cáncer y sabemos que estas personas nunca tuvieron cáncer, entonces tal vez quieras considerar emular su estrategia de estilo de vida no solo en su dieta sino en cada manera que se pueda: camina descalzo en la playa; cuando uses zapatos, usa zapatos con suelas planas, deshazte de tu celular; vive tan lejos como puedas de las torres celulares; duerme cuando se oculte el sol y no duermas cerca de aparatos eléctricos como relojes, alarmas y por supuesto no debajo de una cobija eléctrica.
Porque los pacientes con cáncer necesitan más grasa
Si tenemos cáncer en el colon o en el hígado, en los senos o en la próstata, y queremos saber si el cáncer se ha esparcido a cualquier otra parte del cuerpo, podemos usar una técnica de escaneo de medicina nuclear llamada PET (tomografía por emisión de positrones). Esta técnica resalta cualquier otro nido de células cancerosas y es la forma convencional de conocer la extensión del cáncer. El proceso involucra glucosa marcada radioactivamente que se inyecta en el cuerpo y después esa glucosa es absorbida selectivamente por varias células en el cuerpo. Sabemos que a las células cancerosas les encanta comer glucosa, así que absorben rápidamente la glucosa marcada. Los nidos resaltados de glucosa radioactiva por ende indica las áreas de mayor crecimiento de las células cancerosas. En otras palabras, las células cancerosas prosperan con el azúcar. Las células cancerosas usan una respiración anaeróbica del azúcar para formar ácidos. Ese es el metabolismo de las células cancerosas. La razón por la que el paciente con cáncer muere de hambre mientras que las células cancerosas crecen es porque son más eficaces en absorber el azúcar que las células normales. Si podemos entender este metabolismo selectivo del cáncer lo suficientemente bien para diagnosticar su crecimiento, entonces el siguiente paso es retener el azúcar y ver qué pasa. El problema es que necesitamos una fuente de energía de repuesto. Y hay una fuente de energía de repuesto: cetonas de las grasas. Las células cancerosas no pueden metabolizar las cetonas. Las células normales no tienen problemas con las cetonas; este conocimiento proviene de cincuenta años de utilizar exitosamente una dieta cetogénica terapéutica muy alta en grasas. Los pacientes con cáncer que tienen una dieta cetogénica comúnmente tienen una reducción de sus tumores y detendrá su caquexia—su debilitación física y su pérdida de peso. Las células cancerosas mueren de hambre en una dieta cetogénica, pero las células normales prosperan.
Ahora, tomemos un momento para pensar en estas personas pre civilizadas de hace 10,000 años antes del cultivo de granos. Espero que para ahora estén convencidos que no sufrían de cáncer. Estas personas comían una dieta cetogénica. Pensemos antes de los granos, de las papas, de la leche—¿Dónde estaban los carbohidratos? Comían setenta por ciento comida animal, un poco de semillas y nueces, unos pocos vegetales que pudieran encontrar, miel cuando podían alejar a las abejas. Y sabemos que favorecían las grasas animales a las proteínas. Su combustible principal eran las cetonas. Nuestra noción total de la dieta correcta para los pacientes con cáncer hoy en día esta al revés. La prescripción dietética automática para pacientes con cáncer es una dieta baja en grasas, alta en carbohidratos. Pero el combustible principal para muchos grupos humanos son las cetonas, y el combustible de respaldo es la glucosa. La glucosa como una fuente de energía habría sido usada en una emergencia—para escapar de una situación peligrosa, por ejemplo. Es un sistema de respaldo anaerobio que produce ácido láctico y acidosis y solo está diseñado para ser usado por cortos periodos de tiempo.
También es importante notar que con la dieta cetogénica la ingestión de proteínas se mantiene de baja a moderada, con la grasa como la fuente de principal de energía. A propósito, el consumo de proteínas en exceso de tus necesidades reales será metabolizado como azucares. Se ha implicado a la insulina como la hormona del crecimiento, estimulando el crecimiento de las células cancerosas de igual manera. Queremos bajar los niveles de insulina en la sangre y la forma de hacer esto es deshacerse del azúcar, por mucho.
Una dieta llena de grasa
¿Cómo uno puede lograr una dieta que sea 80 porciento grasa? No es tan difícil como parece, porque al decir 80 por ciento, nos referimos al 80 por ciento de las calorías, no el 80 por ciento del peso o volumen. Ya que hay el doble de calorías en un gramo de grasa que en un gramo de carbohidratos o proteína, y ya que la grasa no contiene agua, pero las comidas con proteínas o carbohidratos pueden contener hasta 90 por ciento de agua, eso significa que, si tu dieta es 10 por ciento de grasa en volumen o peso, probablemente estarías consumiendo el 80 por ciento de tus calorías de las grasas. (para una explicación detallada ver Aventuras en la tierra de los micronutrientes en westonaprice.org)
He aquí algunas maneras de incrementar tu consumo de grasa:
Toma de 1 a dos cucharadas de aceita de coco en agua caliente antes de la comida.
Agrega una yema extra a los huevos revueltos.
Cocina alguna fruta junto con el tocino para que la fruta absorba la grasa del tocino.
Usa mucha mantequilla con la avena o el pan—deberías poner suficiente mantequilla en el pan como para dejar la marca de tus dientes cuando lo muerdas.
Pon una gran cantidad de mantequilla derretida en tus vegetales o incluso en la carne o pescado.
Usa crema en las salsas.
Haz salsas espesas con los jugos de la carne que quedan en el sartén.
Siempre consume productos lácteos enteros—leche entera, yogurt entero, queso sin descremar.
Cocina con cantidades generosas de grasa de cerdo, ghee, grasa de ganso, grasa de pato.
Los alimentos como el paté son una buena manera de consumir extra grasa.
Si no estás acostumbrado a comer mucha grasa, necesitas ir poco a poco. Comienza con un cuarto de una cucharadita de té de aceite de coco en agua caliente, cantidades pequeñas de mantequilla en el pan o en los vegetales, porciones pequeñas de productos lácteos enteros. Los bíters (soluciones alcohólicas de productos vegetales amargos y generalmente aromáticos) suecos tomados en las mañanas y en las tardes (1 cucharada en agua) ayudara a tu hígado a producir bilis para la digestión de la grasa. Si aún tienes problemas con toda esa grasa, puedes tomar una tableta de bilis de buey con tu comida o enzimas de lipasa. Finalmente serás capaz de tolerar y disfrutar una dieta llena de grasas saludables. También podrías observar que cualquier deseo incontrolable hacia los carbohidratos disminuye una vez que tu cuerpo tenga toda la grasa que necesita.
Algunos estudios en relación al extracto de muérdago
Este estudio muestra que el tratamiento complementario con sME (un extracto de muérdago) puede reducir benéficamente los efectos secundarios de la quimioterapia en pacientes con cáncer y así mejorar la calidad de vida (Anticancer Res 2004 Jan-Feb;24(1):303-9).
Los resultados de este estudio demuestran que la sensibilidad al IscadorQu (un extracto de muérdago) varía considerablemente entre diferentes linajes de células. En linajes de células sensitivas, incluyendo culturas de célula de tumor y endotelio, el IscadorQu causaba inhibición temprana del ciclo celular seguida por apoptosis (muerte celular programada) en una manera dependiente de la dosis (Int J Oncol 2004 Dec;25(6):1521-9).
El tratamiento complementario de pacientes con cáncer de mama con extracto de muérdago (sME) estandarizado con lectina probó ser una optimización bien tolerada de terapias estándares destructoras de tumores, principalmente mejorando la calidad de vida y los intervalos sin recaídas en etapas definidas por la UICC (Anticancer Res 2003 Nov-Dec;23(6D):5081-7).
Los extractos de muérdago tienen actividad inmunomodulatoria. Demostramos que concentraciones no toxicas de extractos de Viscum álbum (muérdago) incrementan la matanza regulada por células asesinas (NK) naturales de células de tumor, pero exceptúa a células no marcadas de la lisis de las células asesinas (Eur J Biochem 2002 May;269(10):2591-600).
Los resultados del presente estudio sugieren que la apoptosis endotelial inducida por el extracto de VA (un extracto de muérdago) puede explicar la regresión de tumores asociada con el uso terapéutico de preparaciones de VA y soportan investigaciones futuras para desarrollar innovadores compuestos anti angiogénicos basados en compuestos de muérdago (Mol Med 2002 Oct;8(10):600-6).
Estos resultados demuestran la presencia de producto(s) natural(es) que liberan insulina en la Viscum álbum (muérdago) que pueden contribuir a las supuestas propiedades antidiabéticas de la planta (J Endocrinol 1999 Mar;160(3):409-14).
Efectos selectivos de apoptosis de VVA-I (un extracto de muérdago) pueden representar un acercamiento innovador para la manipulación farmacológica del balance entre el crecimiento de las células y la muerte programada de las células. La combinación apropiada de dosis inmunomodulantes y citotóxicas pueden abrir nuevas perspectivas clínicas en la terapia del muérdago (Forsch Komplementarmed 1999 Aug;6(4):186-94).
Los granos y la civilización
Aunque he indicado la naturaleza destructiva de la producción de grano—y, debo agregar, de alimentar a los animales rumiantes con grano—y de las actitudes “civilizadas” que llevan al cáncer, por favor no piensen que estoy en contra de los granos ni en contra de la civilización. En toda mitología, se dice de los granos que son un regalo de los dioses. Steiner decía que los granos eran el regalo de un gran hombre sabio llamado Zaratustra, y que junto con los granos nos dio otro regalo: el conocimiento de nuestra mortalidad. Con el conocimiento de nuestra mortalidad, nos volvemos individuos que ya no pueden participar en el alma grupal de la tribu o aldea. En lugar de eso debemos construir una civilización como individuos, y los granos hacen posible la civilización.
Todo esto es como debe ser: necesitamos hacer nuestro camino en el mundo y aprender a entender el mundo como individuos. Junto con esto viene el método científico y el rechazo de cualquier cosa que tenga un aire a “intuición” o “superstición”. Todo esto ha creado un sentimiento de aislamiento y soledad en la mujer y el hombre “civilizados”, pero de nuevo, esto es parte de nuestra evolución espiritual. Los granos han tenido su parte en movernos hacia adelante.
El reto para cualquier individuo es ir hacia adelante en esta grandiosa aventura espiritual sin causar mucho sufrimiento a nosotros mismos o a otros. En el caso de los granos, esto quiere decir cultivarlos de una manera que no agote la tierra (lo que significa, cultivar los granos en rotación con la agricultura animal), comerlos con moderación, prepararlos de manera adecuada para que no causen problemas de salud, y consumirlos adecuadamente, lo que significa con abundante grasa. De hecho, si pensamos en ello, sería difícil comer cuatro cucharadas de mantequilla sola, pero es muy fácil comer cuatro cucharadas de mantequilla con un pedazo de pan de masa fermentada—el pan hace que la mantequilla sepa bien y la mantequilla hace que el pan sepa bien.
Cuando estamos muy enfermos de una enfermedad de la civilización—como el cáncer, enfermedades cardiacas o artritis— entonces necesitamos regresarnos a una dieta más de cazador-recolector, talvez incluso evitar los granos por completo por un tiempo. Pero el objetivo debería ser incorporarlos en nuestra dieta, porque necesitamos granos para tener progreso espiritual, esto es, para estar saludables en todos los niveles.
Tuve una paciente que tenía problemas de salud y la dieta GAPS la ayudo a recuperarse de ellos. Pero después de recuperarse continuo en la dieta GAPS y empezó a decaer—no con los síntomas anteriores, solo se sentía más y más cansada. Le aconseje que agregara más granos a su dieta—avena remojada y pan de masa fermentada—e inmediatamente dejo de estar en esa condición. ¡Así que hay un momento para dejar los granos y otro para reintroducirlos!
Este artículo se publicó en “Tradiciones sabias” en la sección de “Comida, Agricultura y las Artes Curativas”, en la revista trimestral de la Fundación Weston A. Price, invierno 2009.
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