Por Sylvia Onusic
Traducido por Verónica Belli
Resumen del artículo
- Las fórmulas infantiles carecen de muchas sustancias clave para el desarrollo y el crecimiento. Si alguno de los nutrientes clave para alguno de nuestros procesos no está presente/disponible, entonces el cuerpo no puede cumplir con dicho proceso correctamente.
- La fórmula infantil está compuesta principalmente de lactosa, leche descremada deshidratada y aceite vegetal refinado. Las fórmulas orgánicas están hechas básicamente de lo mismo, tan sólo que sus ingredientes han sido certificados como “orgánicos”. La fórmula a base de soya está hecha de proteína de soya, azúcar y aceites refinados. La leche materna, en cambio, está compuesta de cientos de substancias—solo hablando de los ácidos grasos encontramos alrededor de cien compuestos.
- Las fórmulas infantiles contienen el doble de cantidad de proteína que la leche materna; esto fomenta la acumulación de grasa y la resistencia a la insulina.
- Desde el año 1980 se han registrado alrededor de veinte devoluciones de fórmulas infantiles debido a algún problema con sus ingredientes, a la contaminación con patógenos, a la adulteración con substancias ajenas, a la carencia de los nutrientes necesarios, a olores fétidos, entre otros.
- En las fórmulas infantiles se han encontrado energizantes, ftalatos, melamina, así como altos niveles de metales pesados.
- Los aditivos que se añaden a las fórmulas infantiles —como el hierro, el DHA, el ARA y el ácido fólico artificial— son potencialmente peligrosos.
- La exposición al calor daña la proteína de las fórmulas, propiciando la glicación y disminuyendo su valor nutricional.
Las fórmulas infantiles modernas son la cúspide del refinamiento industrial de los alimentos: un producto hecho en base a ingredientes altamente refinados como el azúcar, la leche descremada deshidratada, los aceites vegetales y una larga lista de nutrientes sintéticos. El punto “a favor” es lo fácil de su consumo: simplemente debemos abrirla y mezclarla con agua, calentarla, y servir. Algo que debe poner en duda al consumo de las fórmulas es el hecho de que una sola fórmula pueda encajar con las necesidades de miles de bebes, mientras que cada leche materna está personalizada a las necesidades de cada bebé.
El hecho de que algunos pediatras piensen que las fórmulas comerciales pueden equivaler a la leche materna sólo significa que, aun siendo pediatras, están equivocados. Una revisión simple de la literatura médica pone en evidencia lo inadecuado del uso de las fórmulas infantiles en la nutrición de bebés y niños. Las fórmulas son mucho más altas en proteínas que la leche materna, un hecho que ha sido relacionado de manera significativa con la obesidad infantil; la fórmula se excede en su densidad calórica, y tiende a incrementar los niveles de insulina.
La tendencia de usar fórmulas infantiles en el último siglo ha disparado un incremento en las reacciones alérgicas, la diabetes tipo 1 y tipo 2, entre otras enfermedades crónicas.1 Las fórmulas comerciales contienen ingredientes genéticamente modificados y nutrientes de origen sintético; carecen del colesterol (molécula esencial para la vida), pero incluyen los populares ácidos grasos poliinsaturados de aceites vegetales, que generan grasas trans al ser expuestos al calor, así como muchas otras substancias que no se encuentran en la leche materna. “Los bebes alimentados con fórmula son más enfermizos y tienen mayores probabilidades de morir en la infancia o en la niñez. Estudios realizados en una población estadounidense, mostraron que los bebes alimentados con fórmula tenían 14 veces más probabilidades de ser hospitalizados que aquellos alimentados con leche materna. En comparación con los bebes alimentados con leche materna, los bebes alimentados con fórmula tienen el doble de riesgo de muerte infantil, y cuatro veces más riesgo de padecer el Síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL).” Los bebes y los niños que han sido alimentados con fórmulas tienen infecciones respiratorias más frecuentes y más severas, asma, neumonía e influenza; tienen mayores probabilidades de padecer de diarrea, infecciones gastrointestinales y constipación.2
Los bebés alimentados con fórmula son más susceptibles al desalineamiento de la quijada y necesitan de más intervenciones de la ortodoncia. En ellos se desarrollan problemas del lenguaje con mayor facilidad debido a la debilidad de sus músculos faciales y a los problemas del empuje de la lengua que se desarrolla en los bebés que son alimentados con botellas. Aquellas personas que de niños han sido alimentados con fórmula, tienden a respirar por la boca y a roncar y sufrir de apnea mientras duermen.2 También tienden a sufrir de mayor incidencia de caries dentales, junto con periodontitis y trastorno de la articulación temporomandibular (TMD).3-4 Hoy en día la alimentación de gran parte de los bebes en Estados Unidos se basa en fórmulas infantiles en algún porcentaje. Un estimado de un millón de infantes en el país son alimentados con fórmula cada año a partir de su nacimiento.5 Entonces podemos decir que, en la actualidad, lo que alimenta a los bebes es hecho por compañías de la industria farmacéutica más que por las madres; compañías que mantienen las patentes de sus productos y protegen cautelosamente sus “secretos de marca”.
Sin embargo, a diferencia de los fármacos, las fórmulas infantiles son consideradas legalmente como alimentos, y los alimentos son considerados por defecto como seguros; por ende, son pocas las regulaciones que recaen sobre las fórmulas infantiles. La Food and Drug Administration (FDA) – entidad reguladora de los alimentos y medicamentos en Estados Unidos- permite que sean las mismas empresas productoras de fórmulas infantiles las que se encarguen de asegurar su inocuidad.5
Es decir, que no se requiere que la FDA -ni alguna entidad estatal- apruebe las fórmulas infantiles antes de que sean publicitadas.
Experimentos en humanos
La pediatra Dr. Ruth Lawrence, en su libro “Breastfeeding: A Guide for the Medical Profession” – “Lactancia materna: una guía para el profesional médico”, hoy en su séptima edición, denomina al uso de fórmulas infantiles como “uno de los más grandes experimentos en la historia de la humanidad”. En la elaboración de las fórmulas, los ingredientes iban entraron y saliendo de las fórmulas en el mercado, y no hubo ensayo clínico aleatorizado alguno, o experimentos de ningún tipo, antes de que las fórmulas fueran consumidas por infantes en la vida real. La situación no ha cambiado mucho hasta el día de hoy. La etiqueta de fórmula “científica” que hoy vemos es el resultado de años de trabajo a ciegas.6
La fórmula infantil, así como la leche materna, son -por lo general- la única fuente de nutrición de los infantes que las consumen, quienes atraviesan por una etapa vulnerable y de rápido crecimiento. “Una nutrición inadecuada durante la infancia puede resultar en efectos adversos serios e irreversibles.”7 Una gran diferencia entre las fórmulas y la leche materna, es que las fórmulas no cambian en composición en respuesta a las fluctuaciones en las necesidades del infante.6
De alguna manera, la comida programa a quien la consume: las nuevas ciencias de la epigenética y la nutrigenómica nos han enseñado que nuestros alimentos se comunican con nuestros genes: les envían información capaz de desencadenar enfermedades, mantener, o recuperar nuestra salud. El Dr. David Perlmutter, neurólogo, y el Dr. Mark Hyman, especialista en medicina funcional, creen que “cada vez que comemos algo estamos hablando con nuestros genes. Lo que estés comiendo en este instante está cambiando tu ADN.”8 Si esto es así, ¿qué es lo que los ingredientes en las fórmulas están comunicando a los genes de tu bebé todos los días? En los años 1800s, la lactancia materna era vista como la mejor de las opciones para nutrir a un bebé, y aquellos que por algún motivo eran alimentados con botellas de fórmulas eran vistos con lástima -debido a la alta tasa de mortalidad asociada con esté método. Sin embargo, ya empezaban a cambiar las ideas: para el año 1883 habían sido patentadas veintisiete marcas de fórmulas infantiles en polvo, administradas añadiéndolas a la leche de vaca -incluyendo la primera fórmula en salir al mercado, de Justus von Liebig, en 1969. La fórmula de Henry Nestlé, introducida en 1870, era hecha de “leche suiza de buena calidad”, azúcar, harina de trigo, y malta. El uso de estas fórmulas estuvo asociado con una alta tasa de mortalidad en los meses de verano, cuando la leche se estropeaba con facilidad. Al mismo tiempo que las fórmulas infantiles continuaban desarrollándose, hubo movimientos de salud pública que fomentaron mejores condiciones de crianza para las vacas, mejorando la calidad de la leche. Para el año 1912, muchos de los hogares contaban con una caja congeladora que les permitía almacenarla.9
INCONVENIENTES ORIGINADOS POR EL USO DE FÓRMULAS INFANTILES
Muchos de los infantes que fueron alimentados con fórmula desarrollaron enfermedades ocasionadas por la deficiencia de vitaminas —como el raquitismo y el escorbuto— antes de que los médicos y los fabricantes consideraran que la alimentación de los bebés debía ser suplementada con jugo de naranja y aceite de hígado de bacalao.9
En los años 1920s, el azúcar de caña se hizo escasa y costosa. El Dr. William M. Mariott introdujo el jarabe de maíz de la marca Karo, que se volvería el carbohidrato de preferencia por alrededor de 20 años. La Asociación de Leche Evaporada financió la continuidad del trabajo de Mariott, esta vez para demostrar la superioridad de la leche evaporada frente a la leche fresca de vaca, e incluso frente a la leche materna; dichos resultados fueron publicados en el año 1929. Otros continuarían haciendo dudosas investigaciones que resultarían en resultados semejantes. En el año 1934, por ejemplo, la marca Carnation empezó a irradiar su leche usando un proceso que Henry Steenbock más adelante patentaría para desarrollar vitamina D en su producto. Así, la leche deshidratada llego a ser considerada una buena fuente de nutrición para los infantes; “Mothers and Medicine: A Social History of Infant Feeding, 1890-1950”, escrito por Rima D. Apple, es una fuente fascinante y bien documentada de la turbia historia de las fórmulas infantiles.10
Si bien las fórmulas han estado disponibles por casi un siglo, es durante la Segunda Guerra Mundial y los años posteriores que su uso se hizo extensivo. En los años 1950s y 1960s se normalizó el uso de fórmulas infantiles y las tasas de lactancia materna declinaron drásticamente.
Las fórmulas infantiles de los años 50s estaban plagadas de peligros para el bebé, incluyendo una cantidad excesiva de substancias cuya excreción sobrecarga de trabajo a los riñones, así sobrecargas de sodio en la sangre, llegando a causar deshidratación en algunos casos. El bajo contenido de hierro y la alta ingesta de inhibidores de hierro fueron causantes de deficiencias de hierro e incrementaron las pérdidas intestinales de sangre. La ingesta de ácidos grasos era baja. Las fórmulas carecían de vitamina C, de manera que el escorbuto era un problema continuo, incluso cuando los pediatras incluyeron en sus recomendaciones el consumo de jugo de naranja.11
Los dos tipos de fórmulas líquidas concentradas, usadas principalmente durante los años 60s, eran similares a las formulaciones de leche evaporada con vitaminas añadidas (Lactum, Mead Johnston), y a un producto con un contenido más bajo de proteína y con aceites vegetales y vitaminas adicionales (Similac y SMA).12
Para el año 1970, casi todos los comercios locales que ofrecían algún tipo de fórmula habían dejado de existir; ahora eran pocos los hospitales que elaboraban sus propias fórmulas cuando era necesario (como solía ser la norma) y en la mayoría de las guarderías de recién nacidos se usaban las fórmulas industriales listas para consumir.13
En los años 70s ocurrió un marcado resurgimiento de la lactancia materna a nivel mundial. El movimiento a favor de retomar la lactancia materna parece haber surgido del público en general y no del impulso de los profesionales de la salud, en parte debido a la publicidad negativa en contra de la industria de las fórmulas que logró hacerse masiva. Adicionalmente, surgió nueva evidencia científica que demostraba los beneficios de la lactancia materna, y así iniciaron campañas que promovían su práctica.14
Irónicamente, de manera simultánea al resurgimiento de la lactancia materna, luego del año 1971 se incrementó el uso de fórmulas en polvo debido a que los pediatras de aquella época acostumbraban recomendar que se retrase la administración de leche de vaca por unos años y que, en su lugar, se alimente con fórmula a los infantes en la etapa posterior a la lactancia materna. El porcentaje de infantes alimentados con fórmulas luego de los cuatro meses de vida continuó aumentando. Alrededor del 20 por ciento de los infantes de seis meses de edad fueron alimentados con fórmula en el año 1971, y alrededor del 50 por ciento en el año 1980.10
A pesar de que los fabricantes de fórmula alegaran con insistencia que existía “ciencia contundente” que respaldaba el desarrollo y el consumo de las fórmulas infantiles, dicha “ciencia”, en definitiva, no se había llevado a cabo correctamente, y mucha de la experimentación había caído en un ciclo de ensayo y error: cada vez que los bebés caían enfermos, que no se desarrollaban correctamente, o que incluso morían consumiendo la fórmula, el caso era aislado y se aplicaba la vía de escape: se añadía el ingrediente que supuestamente faltaba o se removía la sustancia que había ocasionado el daño.
NUEVOS ESTÁNDARES
No siempre los ingredientes que se añaden a las fórmulas infantiles —en un intento de imitar la composición y las funciones de la leche materna— son seguros. Una revisión de la información disponible sobre la regulación y las revisiones de las fórmulas infantiles, muestra a la FDA dando su brazo a torcer en la implementación de las recomendaciones oficiales.18 Entre los años 1996 y 2002, muchas reuniones fueron llevadas a cabo por el Comité Consultor de Alimentos con respecto a las Fórmulas infantiles, sin embargo la FDA no tomó acción alguna en implementar las recomendaciones hasta setiembre de 2014, cuando la agencia publicó el dictamen final con respecto a los estándares para los fabricantes de fórmulas infantiles. Estos establecieron los nuevos requerimientos que debían ser aplicados legalmente para asegurar la inocuidad y la calidad de las fórmulas infantiles. Los requerimientos incluían las buenas prácticas de manufactura específicamente diseñadas para las fórmulas infantiles, incluyendo evaluar la presencia de los patógenos Salmonella, Cronobacter y E. sakazakii. Además, quedó establecido que los fabricantes de fórmulas infantiles debían demostrar que su producto asegure el normal desarrollo físico, y debían presentar una evaluación de su contenido nutricional al momento de ser entregado al mercado y también al final de su vida útil.
Estas reglas son, sin embargo, bastante básicas, y no funcionan en todos los casos dado que no se aplican a las fórmulas fabricadas para infantes con condiciones médicas inusuales, con necesidades dietéticas especiales —como por ejemplo la galactosemia—, ni para los bebés prematuros. Dichas omisiones excluyen a muchos productos dentro de las fórmulas infantiles a los cuales no se les exige cumplir con las regulaciones, por ejemplo, a las fórmulas hechas de soya.19
Estos nuevos requerimientos han sido establecidos en base a la primera Ley de las Fórmulas Infantiles (1980), descartada luego de que entre 20 y 50 mil infantes fueran alimentados con una fórmula de soya deficiente en cloruro, y 30 niños fueran diagnosticados con acidosis metabólica hipoclorémica debido a la falta de cloruro. Estos infantes desarrollaron pérdida de apetito, incapacidad para ganar peso, debilidad muscular, vómito, alcalosis metabólica severa y bajo desarrollo de la circunferencia craneal. El desarrollo del cerebro es vulnerable a la deficiencia de cloruro. Años después, en un seguimiento de este grupo de infantes, se detectó la aparición de fallas del desarrollo cognitivo, incluyendo “trastornos del lenguaje, problemas para encontrar las palabras, fallas en la visión, trastornos por déficit de atención con comportamientos repetitivos, así como el abandono y la fijación excesivas relacionadas con el autismo.”20
Por ley la FDA solicita que todas las fórmulas contengan los siguientes constituyentes nutricionales: proteína; grasa; vitaminas C, A, D, E, K, B1, B2, B3, B6 y B12; niacina; ácido fólico; ácido pantoténico; calcio; fósforo; magnesio; hierro; zinc; manganeso; cobre; yodo; sodio; potasio, y cloruro.21 El selenio, un mineral traza esencial para el desarrollo cerebral y la salud de la tiroides, fue incluido en esta lista en el año 2015.22
LA BASE DE LAS FÓRMULAS INFANTILES
La mayoría de fórmulas intentan asemejar la composición de la leche humana usando leche de vaca como base. La leche humana tiene 3.8 por ciento de grasa, 1 por ciento de proteína y 7 por ciento de lactosa, mientras que la leche de vaca tiene 3.7 por ciento de grasa, el 3.4 por ciento de proteína, y 4.8 por ciento de lactosa.
Además, la leche de vaca -en comparación con la leche humana- tiene niveles más altos de fósforo y calcio, y niveles más bajos de hierro, zinc, niacina y ácido ascórbico.23 También se fabrican fórmulas infantiles en base a leche de cabra y de otras leches animales, e incluso existen fórmulas veganas —en su mayoría en base a soya.24
LOS INGREDIENTES ADICIONALES DE LAS FÓRMULAS INFANTILES
Todas las fórmulas infantiles, tanto las orgánicas como las convencionales, contienen básicamente los mismos ingredientes, todos altamente procesados, como azúcares, proteínas procesadas, vitaminas sintéticas, minerales, nucleótidos y DHA y ARA (ver Cuadro 1). Los principales ingredientes incluyen:
- Carbohidratos en forma de lactosa, maltodextrina de maíz y azúcar;
- Proteínas dentro de la leche descremada, en el hidrolizado de caseína, en el concentrado de suero de leche, en la proteína aislada de soya;
- Grasa en forma de aceite de soya, aceite de coco, grasa de palma, aceite de cártamo alto-oleico, aceite de girasol alto-oleico, “otros ácidos grasos de cadena media”,
- Ácido araquidónico sintético (ARA) y ácido docosahexaenoico (DHA), en las formas sintéticas de ARASCO y DHASCO;
- Vitaminas sintéticas A, E, D, K, B1-B3, B5, B6, C, ácido fólico, biotina, colina; y los carotenoides luteína y licopeno (hecho a partir de tolueno);
- Minerales en su forma inorgánica: potasio, calcio, hierro, magnesio, cloruro, zinc, cobre, manganeso y selenio;
- Conservantes sintéticos: beta caroteno y palmitato ascorbilo, para evitar que los aceites ARA y DHA se rancien;
- Aminoácidos sintéticos: taurina, L-carnitina y L-metionina (en las fórmulas hechas de soya);
- Nucleótidos: citidín-5′-monofosfato, guanosina-5′-monofosfato de disodio, uridina-5′-monofosfato de disodio, adenosina-5′-monofosfato;
- Sustancias prebióticas en la forma de oligosacáridos, fructooligosacáridos (fos) y polidextrosa.
Es común que además se adicione sal y/o carragenano.27
AMINOÁCIDOS Y NUCLEÓTIDOS
La taurina es un aminoácido presente en la leche humana en grandes cantidades y en una configuración altamente biodisponible; juega un rol importante en el desarrollo del sistema nervioso central y se le acredita el crecimiento del cerebro, dado que es necesario para el proceso de mielinización. También protege a las células del cerebro y los ojos de los efectos nocivos de las toxinas o de la oxidación. El infante humano, al contrario de los adultos, no puede sintetizar taurina a partir de sus precursores cisteína y metionina; incluso los adultos dependen en algún grado de las fuentes dietéticas de taurina. En el año 1984 empezó a añadirse taurina a las fórmulas infantiles debido a sus bajas concentraciones en la leche de vaca, sin embargo, la taurina añadida a las fórmulas infantiles es producida de forma sintética: uno de los métodos de procesamiento incluye el uso de ácido sulfúrico, una substancia tóxica y carcinogénica, mientras que otra técnica involucra el uso de aziridina, considerado un contaminante ambiental altamente peligroso -según la Agencia de Protección Ambiental.29
La producción de L-carnitina sintética involucra el uso de epiclorhidrina, listada como un material 2-B (potencialmente carcinogénico para los humanos) por la Agencia Internacional de Investigación para el Cáncer; por esta razón, fue rechazada para su uso en los alimentos orgánicos por el Plantel Nacional de Estándares Orgánicos. Además, la biodisponibilidad de los suplementos de carnitina oral es sólo de entre el 14 y el 18 por ciento de la dosis administrada. En contraste, la biodisponibilidad de la L-carnitina contenida en los alimentos en los omnívoros es de entre el 54 y el 72 por ciento.30
Las regulaciones de la FDA acerca de los requerimientos de nutrientes en las fórmulas infantiles (21 CFR 107.100(a)) no exigen la adición de L-carnitina.31 En las fórmulas hechas de soya se exige la adición de L-metionina para cumplir con los requerimientos básicos de aminoácidos, sin embargo, dada su incompatibilidad con los estándares del mercado orgánico, la L-metionina sintética está prohibida entre los productos orgánicos europeos. La versión sintética de la L-metionina usada en la fórmula infantil se produce con materiales que incluyen la acroleína -una contaminante ambiental peligroso- y cianuro de hidrógeno, descrito por el Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades como un “asfixiante químico sistémico” y un “agente químico de combate…usado a nivel industrial en fumigación, galvanoplastia, minería, síntesis química y en la producción de fibras sintéticas, plásticos, tintes y pesticidas.”32
Los nucleótidos, las piezas con que se construyen los ácidos nucleicos, como el ADN y el ARN, son producidos de la levadura hidrolizada. La levadura pasa por distintos cambios químicos hasta hacer posible la extracción de los nucleótidos, incluyendo el alza de temperaturas hasta desnaturalizar las proteínas, la proteólisis de las paredes celulares, la hidrólisis enzimática y la deshidratación. La compañía china de biotecnología Dalian Zhen-Ao Bio-Tech, junto con una compañía japonesa, son las principales proveedoras de nucleótidos para las fórmulas infantiles.33
ÁCIDOS GRASOS: DHA y ARA
La corporación Market Bioscience, un conglomerado holandés, fabrica los ácidos grasos DHA y ARA a partir de la cepa de un alga genéticamente modificada a través de mutaciones inducidas con el uso de radiación y de químicos. Las algas son fermentadas en tanques que contienen jarabe de maíz, etanol y otros ingredientes y luego son inmersas en un baño de hexano, un solvente de petróleo clasificado como un neurotóxico por la CDC. Su uso no es aceptado en los productos orgánicos porque suele estar en su forma micro encapsulada y de esta manera no cumple con los estándares del mercado orgánico. Para su preservación, se emplean ingredientes sintéticos también prohibidos en los estándares orgánicos, como el manitol, el almidón modificado, los sólidos del jarabe de glucosa, el palmitato ascorbilo y el beta caroteno. Su forma artificial, conocida como DHASCO, suele incluirse de manera extensiva en los suplementos de omega-3. La principal fuente natural de ácidos grasos DHA es el pescado o el aceite de hígado de bacalao.34
PROTEÍNAS EN LAS FÓRMULAS INFANTILES
La concentración de proteínas en las fórmulas infantiles actualmente es el doble de su concentración en la leche humana. Un exceso de proteína resulta en niveles elevados de urea y amoníaco que deberán ser eliminados luego a través de la orina, así como en niveles de minerales y cenizas mayores a los requeridos por los infantes. Además, los infantes alimentados con fórmulas tienen una carga renal de solutos 2/3 mayor, así como una mayor gravedad específica de la orina, que los lactantes Los riñones de los infantes alimentados con fórmula están sobrecargados por tener que trabajar más de lo que deberían, para poder eliminar la carga adicional de solutos.35
Alimentar a los bebes con fórmula acelera su aumento de peso en la primera infancia y resulta en niveles elevados de concentraciones séricas de aminoácidos ramificados (BCAAs, por sus siglas en inglés). Los BCAAs derivados de la leche estimulan la secreción de insulina y del Factor de Crecimiento Semejante a la Insulina tipo I (IGF-1, por sus siglas en inglés). El European Childhood Obesity Trial Study Group (Grupo Europeo de Estudios en la Obesidad Infantil) confirmó que una alimentación temprana altamente cargada de proteínas es un predictor para la obesidad. La grasa corporal es más alta en infantes alimentados con fórmula que en aquellos bajo lactancia materna a los doce meses.35
La alfa-lactoalbúmina sérica es la principal proteína en la leche materna (importante para la formación de lactosa); es rica en triptófano (TRP): aminoácido esencial que sirve de precursor para los neurotransmisores serotonina y melatonina, los cuales regulan muchos de los efectos del comportamiento neuronal, como el apetito, la saciedad, el estado de ánimo, la percepción del dolor y el ciclo de sueño-vigilia. La leche materna, en cambio, no contiene beta-lactoglobulina: la principal proteína sérica en la leche de vaca y, por ende, en las fórmulas.36
El requerimiento diario de triptófano para un infante es relativamente alto en comparación con el requerimiento a partir de los 10-12 años. Para satisfacer los requerimientos diarios de triptófano de los infantes, la cantidad de proteína en las fórmulas debe ser más alta que aquella en la leche materna: más de 15 gramos por litro en las fórmulas versus 9-11 gramos en la leche materna. A pesar de estos elevados niveles de proteína, los estudios reportan que los niveles de triptófano en los infantes alimentados con fórmula aún son bajos. Niveles bajos de triptófano en la infancia pueden estar relacionados con el desarrollo de trastornos del comportamiento, como el ADHD.36
Los metabolitos formados a partir del triptófano son únicos entre los aminoácidos, lo cual explica la importancia del consumo adecuado de este aminoácido en la nutrición infantil. El triptófano con tetrabiopterin (BH4) y dioxígeno como un cofactor es convertido en 5-hidroxytriptófano (5-HTP), el cual cruza inmediatamente la barrera hematoencefálica (BHE). A continuación, el 5-HTP se convierte en serotonina, que será luego metabolizada en melatonina en la glándula pineal.
El camino a partir de triptófano hasta la formación de niacina (vitamina B3) requiere tiamina (vitamina B1), riboflavina (vitamina B2) y piridoxina (vitamina B6). La niacina es necesaria para prevenir la pelagra.36 Cuando las fórmulas no son enriquecidas, los infantes corren el riesgo de no tener suficiente TRP para la síntesis de serotonina en el cerebro.
Una ingesta excesiva de proteína representa una carga metabólica inútil para el infante, sin embargo, si la cantidad de proteína en las fórmulas infantiles se redujera hasta alcanzar los niveles de la leche humana, esto causaría una reducción en los niveles de triptófano y taurina en el suero de los infantes alimentados con fórmula, a pesar de estar ingiriendo más proteína sérica de la adecuada. Hoy existen fuentes de proteína con concentraciones elevadas de alfa-lactoalbúmina en el mercado, lo cual ha permitido el desarrollo de fórmulas con mayores concentraciones de esta proteína, al mismo tiempo que se ha podido reducir las concentraciones de beta-lactoglobulina. La leche humana es alta en triptófano para permitir la formación adecuada de serotonina, uno de los químicos que genera la sensación de bienestar a nuestro cuerpo.36
Las Guías Alimentarias de Estados Unidos recomiendan el consumo de leche baja en grasa, o totalmente desgrasada, para niños mayores de dos años. En 2013, Mark DeBoer, profesor asociado de pediatría en la Universidad de Virginia, alimentó a niños de entre 2 y 4 años de edad con leche de distintos contenidos de grasa y distintos contenidos de proteína: encontró que los niños que aumentaron de peso en mayor proporción fueron aquellos que consumieron leche con un mayor contenido de proteínas, y no aquellos que consumieron la leche con todo su contenido de grasa. Es un hecho que fueron los contenidos elevados de proteína en la leche lo que hizo engordar a los niños, y no el contenido de grasa.37
FÓRMULAS DE LECHE HIDROLIZADA DE VACA
Las fórmulas de hidrolizados de proteína, basadas en caseína -o en suero-, son consideradas hipoalergénicas. Fueron introducidas por primera vez en los años 1940s y son recomendadas para infantes con alergias alimentarias y cólicos debido a supuestas sensibilidades a la proteína. Algunas de las marcas más costosas son “Similac Alimentum”, “Enfamil Nutramigen” y “Enfamil Pregestimil”; son productos altamente procesados a altas temperaturas y usando químicos que degradan las proteínas. El resultado es un producto “con un sabor bastante agrio y amargo y un olor a sulfuro bastante desagradable”.49 A pesar del nivel de procesamiento, estas fórmulas conservan algunas proteínas, que pueden desencadenar las respuestas alérgicas. Entre el 10 y el 30 por ciento de bebes con alergia a las proteínas no toleran bien estas fórmulas.49
En un estudio comparativo entre bebés alimentados con fórmulas hidrolizadas y bebés alimentados con leche materna, los niveles de hierro sérico en aquellos alimentados con fórmulas hidrolizadas fueron menores, mientras que los niveles de aminoácidos fueron excesivamente elevados: los niveles de treonina, valina, fenilalanina, metionina y triptófano fueron significativamente mayores en los grupos alimentados con fórmulas hidrolizadas que en aquellos alimentados con leche materna. Los niveles de tirosina en plasma, en cambio, fueron significativamente menores.50
La dermatitis atópica es un problema creciente entre los bebés alimentados con fórmula; la Food and Drug Administrarion (Entidad administradora de alimentos y medicamentos) ha declarado recientemente que “las fórmulas parcialmente hidrolizadas no deberían ser consumidas por infantes que son alérgicos a la leche de vaca o por infantes que presenten algún síntoma de alergia a la misma.”51
SODIO EN LAS FÓRMULAS INFANTILES
Las concentraciones altas en sodio en las fórmulas infantiles requieren de ingestas altas de agua para su excreción, generando sed excesiva. A menudo, las madres interpretan el incremento de la sed en los infantes alimentados con fórmula como hambre, y en respuesta los alimentan con incluso más fórmula. Los infantes alimentados con fórmula artificial necesitan una mayor ingesta de agua para poder excretar el incremento de substancias producidas luego de haber metabolizado la fórmula infantil. Sin embargo, antes no se solía dar agua adicional a los infantes alimentados con fórmulas; por ende, los riñones se veían comprometidos.63 Cabe preguntarse si una exposición temprana a niveles altos de sodio está generando el ambiente ideal para el desarrollo de hipertensión más adelante.
LAS GRASAS EN LAS FÓRMULAS INFANTILES
Los libros sobre el cuidado de infantes y niños, así como los artículos científicos en los últimos 60 años, han popularizado la idea de que las grasas que necesitamos para el cerebro son las grasas de cadena larga poliinsaturadas, como el DHA, y que debemos evitar las grasas saturadas a toda costa. Esta información, en extremo equivocada, está basada en el cambio radical en las políticas alimentarias que fueron promulgadas por Ancel Keys: un científico que apareció para convertirse de repente en una autoridad en enfermedades cardiovasculares, colesterol y dieta en los años 1950s. Sus recomendaciones, basadas en información sesgada, fueron adoptadas rápidamente y encontraron su manera de llegar a todos los hogares a medida que todo investigador, nutricionista y personal de salud se iba uniendo a su movimiento anti-grasas saturdas.64 A medida que estas mismas teorías llegaron a las recetas de las fórmulas infantiles comerciales, los bebes también sufrieron los daños propios de la restricción en el consumo de grasas saturadas.65
En línea con la tendencia en contra del consumo de grasas, y de manera experimental, entre los años 1960s y 1970s los pediatras e investigadores recomendaron dar leche descremada a los infantes a partir de los 4-6 meses de edad. Este consejo no funcionó muy bien—para los bebés. Luego fue añadida una pequeña cantidad de aceite de cártamo y de vitaminas liposolubles. Los infantes ahora estaban consumiendo enormes cantidades de leche (y de cereales), iban creciendo en estatura con normalidad, pero su peso aumentaba muy levemente, si es que aumentaba. El déficit de grasa en su alimentación también se reflejó en la disminución del espesor de su piel, debido a que ahora empezaban a emplear sus reservas de grasa. Los investigadores concluyeron que era posible que esta dieta fuera “gravemente perjudicial para los infantes.”65
Las grasas saturadas son esenciales para los recién nacidos y para los niños en periodos de crecimiento; proveen un amplio rango de funciones moleculares y actúan dentro de las células y los tejidos, mucho más allá de simplemente ser proveedoras de energía. Los ácidos grasos son necesarios para la síntesis de células de la membrana, para la modificación de las proteínas y carbohidratos, para la construcción de varios elementos estructurales en las células y tejidos, para la producción de compuestos de señalización, y como combustible. Las grasas saturadas son tan importantes que el cuerpo tiene un mecanismo para sintetizarlas a partir del acetato cuando no existe suficiente grasa saturada en la dieta. Tener una alimentación baja en grasas resulta en membranas celulares frágiles, lo que puede afectar la señalización celular, así como muchas funciones de la célula. Esta condición puede remediarse simplemente con adoptar una dieta alta en las grasas que necesitamos. El cuerpo tiene un mecanismo de control para la producción de ácidos grasos saturados: cuando estamos consumiendo la cantidad que necesitamos, se inhibe su síntesis.66
De hecho, las células producen una notable diversidad de ácidos grasos saturados bajo condiciones determinadas y, a pesar de que desconocemos sus funciones al detalle, es evidente que cada uno en particular es imprescindible. Se ha sugerido que los ácidos grasos saturados son el combustible favorito del corazón.66
Las fórmulas infantiles, al día de hoy, son altas en ácidos grasos poliinsaturados, los cuales son sensibles a la oxidación —haciéndose rancios fácilmente. También pueden contener grasas trans formadas a partir del proceso de desodorización. Las grasas pasan por niveles de procesamiento incluso mayores cuando son convertidas en polvo. En consecuencia, algunas fórmulas para bebes contienen los preservantes “palmitato ascorbilo” para prevenir la oxidación de las grasas.
Si bien es común el uso de aceite de cártamo y de girasol en las fórmulas infantiles —ambos altos en ácido oleico (monoinsaturado)—, su contenido de ácido linoleico —un ácido graso poliinsaturado— continúa siendo alto: entre el 55 y el 77 por ciento de todo el aceite. Dado lo aclamado del ácido oleico, y el hecho de que se ha relacionado el alto consumo de ácido linoleico con enfermedades cardiovasculares, actualmente se ha desarrollado un aceite de cártamo híbrido, alto en ácido oleico, que contiene sólo alrededor del 12-16 por ciento de ácido linoleico, y entre 70 y 80 por ciento de ácido oleico. Para la producción de estos aceites híbridos, sin embargo, se emplea radiación y químicos tóxicos. Los ácidos grasos poliinsaturados son presa fácil de la oxidación; por eso en el pasado solían ser parcialmente hidrogenados para preservar su vida de anaquel. Actualmente la etiqueta de las fórmulas infantiles no precisa indicar si los ácidos grasos poliinsaturados en los productos han sido o no hidrogenados y, dado que estos tienden a la oxidación, se propone incrementar su porcentaje de ácidos grasos monoinsaturados para dar al producto una mayor vida de anaquel.68
El aceite de coco es otra de las grasas usada en las fórmulas infantiles; es una grasa de origen vegetal única en su tipo: alta en ácidos grasos saturados, aquellos que los infantes tanto necesitan para su crecimiento y desarrollo. Los ácidos grasos saturados del aceite de coco usualmente no son sujeto de la oxidación, sin embargo, los ácidos grasos que encontramos en las grasas de origen animal coindicen en gran parte con los muchos ácidos grasos saturados que abundan en la leche materna y, a pesar de esto, siguen sin ser incluidos en las fórmulas infantiles.66
El aceite de soya, otro aceite comúnmente usado en las fórmulas infantiles, contiene 34 por ciento de ácidos grasos poliinsaturados y 24 por ciento de ácidos grasos monoinsaturados. La mayoría del aceite extraído de los frijoles de soya en los Estados Unidos se obtiene a partir de los cultivos genéticamente modificados de soya; para su extracción se utilizan altas temperaturas y hexano, y el proceso de deodorización puede resultar en la aparición de ácidos grasos trans en el aceite. Antiguamente, la mayoría de aceites de soya era parcialmente hidrogenado para incrementar su vida de anaquel, sin embargo, recientemente el gobierno de los Estados Unidos finalmente reconoció a las grasas trans como sustancias dañinas, capaces de afectar en especial a la salud cardiovascular. El aceite de soya tiene la reputación de contener ácidos grasos omega-3 como algo positivo, sin embargo, estos ácidos grasos son altamente sensibles al calor: en la cocina, o en contacto con agua hirviendo, tienden rápidamente a oxidarse y por ende son dañinos para el consumidor.69
Otra de las grasas que normalmente se incluye en las fórmulas infantiles es el aceite de oleína de palma, distinto a la porción saturada del aceite de palma. Este se añade a las fórmulas para elevar su contenido de ácido palmítico a niveles similares que los de la leche materna; sin embargo, el ácido palmítico de la oleína de palma tiene una composición química distinta, además de que su absorción es escasa.70
En estudios prospectivos aleatorizados y doble-ciego, se ha encontrado que la oleína de palma reduce la absorción de calcio, dificultando la mineralización ósea y el desarrollo en infantes. En las fórmulas que emplean oleína de palma, y en las cuales la mayoría del calcio se añade en la forma de sales de calcio —como es el caso de las fórmulas hechas de soya o las fórmulas de caseína hidrolizada—, la incidencia de heces duras y constipación se incrementa.70
Por muchos años, los aceites de canola no eran admitidos en las fórmulas infantiles, sin embargo, hoy en día las autoridades correspondientes califican al aceite de canola como “seguro para su consumo”. La compañía multinacional Danone solicitó usar el aceite de canola en sus fórmulas infantiles, alegando que el aceite de canola tiene un contenido mayor de ácido alfa linoleico (ALA) que el aceite de soya (11 por ciento versus 8 por ciento) y menos grasa saturada (7 por ciento versus 15 por ciento), acreditando un perfil de grasa más “saludable”.71 El aceite de canola se produce en su mayoría a partir de cultivos con semillas genéticamente modificadas; se procesa a altas temperaturas; se extrae utilizando hexano —declarado como un neurotóxico—, y se sabe que contiene ácidos grasos trans, entre otras sustancias sensibles a la oxidación.72
DHA y ARA
El ácido decosahexanóico (DHA) es el foco central de la publicidad a favor de las fórmulas infantiles; casi todas las fórmulas lo contienen como ingrediente en su forma sintética. Los laboratorios de la marca Abbot actualmente usan OptiGRO™ como principal atractivo, una mezcla de DHA, luteína y vitamina E, mientras que la marca Mead Johnston publicita su contenido de “colina y DHA” por su importancia en “el desarrollo ocular y cerebral”.74
El DHA es el ácido graso omega 3 más abundante en el cerebro: constituye entre el 40 y 50 por ciento de su contenido de ácidos grasos poliinsaturados. Además, el 50 por ciento del peso de la membrana del plasma de una neurona está compuesto de DHA. Alrededor del 40 por ciento de la retina está hecha de DHA. Asimismo, el DHA es un componente principal de la piel, el esperma y los testículos. Puede ser consumido directamente a partir de la leche materna, sin embargo, las concentraciones varían ampliamente dependiendo de la alimentación de la madre y, aunque muchos adultos son capaces de sintetizar DHA a partir del ácido alfa linoleico (ALA) (en alguna proporción), esto no ocurre entre los infantes. Los profesionales recomiendan una dosis de 300 mg de DHA al día para mujeres embarazadas y dando de lactar. El consumo promedio de DHA entre las mujeres de Estados Unidos y Canadá es de entre 45 mg y 115 mg al día; las mujeres japonesas son quienes tienen el consumo más alto, debido a su alto consumo de pescado, su principal fuente natural.74
El ácido araquidónico (ARA) es un ácido poliinsaturado que nuestro cuerpo sintetiza a partir del ácido linoleico (ALA). El trabajo de Susan Carlson y sus colegas determinó la importancia de cubrir los niveles de ARA necesarios para el crecimiento en la etapa infantil: encontró que aquellos bebes alimentados a base de fórmulas y suplementos de aceite de pescado —pero no de ácido araquidónico— tuvieron tasas de crecimiento menores que aquellos alimentados con fórmulas convencionales, y que, cuando se añadía DHA a las fórmulas, los niveles de ARA disminuían debido a la competencia por la enzima necesaria para hacer ambas conversiones.75
En el año 2004 la FDA aceptó la solicitud hecho por la corporación Market Biosciences para la inclusión de ARASCO y DHASCO en las fórmulas infantiles. El ARASCO es ARA fabricado a partir del aceite de Mortierella alpina y el DHASCO es fabricado a partir del aceite de Crypthecodinium cohnii. En su extracción se utiliza hexano: un solvente de petróleo con efecto neurotóxico. El Comité Nacional de Estándares Orgánicos determinó que los aceites de algas y de hongos extraídos con el uso de hexano no deberían ser permitidos en los alimentos con etiqueta de orgánicos —sin embargo, la el DHA y el ARA sintéticos siguen siendo incluidos en las fórmulas infantiles “orgánicas”, debido a las fallas de implementación por parte de la USDA.76
Cuando los aceites de C. cohnii y M. alpina aparecieron por primera vez en las fórmulas infantiles, la FDA recibió docenas de reportes de parte de médicos y familiares declarando casos de diarrea, vómitos, y otros episodios gastrointestinales, en infantes a los que se les había alimentado con fórmulas que incluían dichos aceites. Los síntomas desaparecieron cuando se optó por fórmulas con exactamente los mismos ingredientes, salvo estos dos nuevos aditivos.77
Tres de los científicos más prominentes y respetados en el campo de la investigación sobre las fórmulas infantiles determinaron en el año 2010 que la evidencia científica a favor de la adición de DHA y ARA a las fórmulas infantiles “es vista como débil por la mayoría de investigadores y líderes de opinión en el campo”, y que “este campo de investigación ha sido movido en gran parte por el entusiasmo, así como por intereses premeditados.”76 El director de Nutrición para la Salud y el Desarrollo escribió una carta en el año 2011 a los miembros del Parlamento Europeo, para hacerles saber que no existe evidencia sólida que confirme que la adición de DHA a las fórmulas infantiles tendrá como resultado beneficios clínicos importantes.76
ELEMENTOS PREBIÓTICOS
Los oligosacáridos son el tercer principal componente en la leche humana. Las compañías que fabrican las fórmulas infantiles añaden prebióticos específicos como los galactooligosacáridos (GOS) a algunos de sus productos, en un intento de emular las propiedades de la leche, para estimular el crecimiento de microbiota benéfica. La polidextrosa, hecha de glucosa, es un GOS de uso común. Un estudio de 2008 encontró que la suplementación con niveles bajos de GOS “parece mejorar la frecuencia de las evacuaciones, disminuir el pH fecal, y estimular la carga de bifidobacterias y lactobacilos hasta niveles encontrados en infantes alimentados con leche materna.” Los fructooligosacáridos (FOS) inulina y pectina hidrolizados también han sido probados como prebióticos en estudios de fórmulas infantiles.
Otra posible cualidad de los probióticos es su potencial para prevenir las respuestas alérgicas o la hipersensibilidad a los alimentos. Una revisión de datos del año 2007 determinó que “no existe evidencia suficiente para determinar el rol de la suplementación de las fórmulas infantiles con prebióticos para la prevención de enfermedades alérgicas ni de la restricción de alimentos para el eczema en infantes.”78
CONTAMINANTES EN FÓRMULAS
Un estudio del Reino Unido, hecho en 2014, encontró que las concentraciones de aluminio en las fórmulas infantiles eran demasiado altas. Los investigadores de la Universidad de Keele en Inglaterra publicaron dos artículos sobre la contaminación por aluminio en las fórmulas listas para tomar, así como en aquellas en polvo, y encontró que algunas marcas contienen alrededor de 100 veces más aluminio que la leche materna. El contenido de aluminio era mayor en aquellos productos que incluían un sello de aluminio entre la tapa y el producto. “La soya es una fuente significativa de contaminación por aluminio en las fórmulas infantiles”, dijeron los autores. Otras fuentes de aluminio son los aditivos como el calcio y las sales de fósforo, así como el mismo proceso de manufactura de las fórmulas infantiles. El autor declaró que “los fabricantes de fórmulas hasta el momento no han atendido el problema a pesar de haber hecho la publicación en el año 2010 sobre el contenido de aluminio en quince productos de las marcas más reconocidas de fórmulas infantiles.”81
En el año 2013, dos infantes con problemas de riñones murieron por intoxicación con aluminio al consumir fórmulas infantiles en polvo. “Se ha observado la aparición de daños óseos y cerebrales causados por altos niveles de aluminio en el cuerpo de niños con trastornos del riñón. Los daños óseos también se han visto en niños tomando medicamentos que contienen aluminio. En estos niños el daño óseo aparece debido a que el aluminio en el estómago impide la absorción de fosfato, un compuesto químico necesario para la formación de huesos sanos.”82
El aluminio también se encuentra en las vacunas. De acuerdo con los investigadores, “investigaciones experimentales…demuestran claramente que los adyuvantes de aluminio tienen el potencial de inducir serios trastornos inmunológicos en humanos. En particular, el contenido de aluminio en los adyuvantes presenta un riesgo de autoinmunidad, inflamación cerebral a largo plazo, y complicaciones neurológicas asociadas; por tanto, puede tener un abanico amplio de consecuencias adversas para la salud. En nuestra opinión, la comunidad científica no ha evaluado con rigurosidad el hecho de que posiblemente los beneficios de las vacunas hayan sido sobreestimados y el riesgo de los efectos adversos potenciales hayan sido subestimados.”83
En el primer estudio estadounidense sobre arsénico en infantes, se encontró que aquellos alimentados con fórmula tenían niveles de arsénico más altos que aquellos alimentados con leche materna, y que la leche materna por sí misma contenía concentraciones muy bajas de arsénico. El arsénico se encuentra en productos elaborados a partir de arroz, como el jarabe de arroz, la “leche” de arroz y el cereal de arroz para bebes, así como en los jugos de manzana y de uva.84
BISFENOL A
La Autoridad Europea de Inocuidad (EFSA) ha determinado que las fórmulas comerciales enlatadas son una fuente significativa del químico bisfenol A (BPA). Las fórmulas enlatadas están recubiertas con BPA, así como también forma parte de la composición de botellas para bebés policarbonatadas. El BPA es un disruptor hormonal, asociado a la aparición temprana de la pubertad en niñas, al trastorno de déficit de atención, y al ADHD y las anormalidades urogenitales en niños.87
CLOSTRIDIUM DIFFICILE
Los infantes alimentados con fórmula presentan altos niveles del patógeno C. difficile en la microbiota de sus intestinos. C. difficile es una bacteria cuyo (sobre) crecimiento está asociado al uso de antibióticos. La sustancia p-Cresol, formada vía metabolismo anaeróbico del aminoácido esencial tirosina por bacterias como el C. difficile, es un carcinógeno altamente tóxico, que solamente causa efectos adversos en el sistema nervioso central, el sistema cardiovascular, los pulmones, los riñones y el hígado. Está claramente determinado que C. difficile es un factor causal de la colitis y el síndrome del intestino irritable.88
En un estudio reciente se encontró que los niños con autismo tenían probabilidades significativamente mayores de haber sido alimentados con fórmula en lugar de leche materna. En el estudio no se distinguió entre niños alimentados con fórmulas orgánicas y convencionales, sin embargo, sabemos que las fórmulas no-orgánicas de soya están contaminadas con glifosato, y esto podría ser un factor contribuyente a la incidencia tanto de autismo como del sobrecrecimiento de C. difficile.88 De acuerdo al Dr. David Perlmutter, los niños con autismo tienen mayores niveles de ácido propiónico en su sangre, un agente tóxico para el cerebro. Asimismo, las especies de Clostridia producen grandes cantidades de ácido propiónico que debilita las uniones entre las células intestinales, ampliando la vía de acceso al flujo sanguíneo. El ácido propiónico afecta directamente la habilidad del cerebro para usar la energía y agota al cerebro de antioxidantes, neurotransmisores y ácidos grasos omega-3.89
FÓRMULAS HECHAS EN CASA
A través de la historia de la humanidad, las mujeres que por algún motivo no podían dar de lactar a sus hijos tenían que optar por algún otro método, entre los cuales estaban darles leches animales y alimentos pre-triturados. Las mujeres que trabajaban en el campo en las zonas rurales solían llevar a sus hijos con ellas y cargar con todo lo necesario para su alimentación, sin embargo, cuando la Revolución Industrial llevó a grandes grupos de mujeres a trabajar en las instalaciones de las fábricas urbanas, esta forma de alimentar a los niños —incluso con alimentos alternativos a la leche materna— dejó de ser posible. 10
En las zonas rurales los sustitutos de la leche materna se preparaban con leche entera fresca de animales, o con la “nata” (crema de leche). Una receta casera del año 1908 traía instrucciones de cómo obtener la leche de la mañana y de la tarde, y luego dejarla por horas hasta poder tomar la crema de encima. La receta incluía crema de leche, leche fresca de vaca, un suplemento de calcio, panela y agua hervida.90
En cambio, desde los años 1930s e inicios de los 1940s, la mayoría de fórmulas caseras con que se alimentaba a los infantes en los Estados Unidos eran hechas a partir de leche evaporada. Una fórmula típica de leche evaporada de alrededor del año 1949 incluía una lata (13 onzas fluidas) de leche evaporada, 19 onzas fluidas de agua y 1 onza de jarabe de maíz o sacarosa. Si se usaba leche sin evaporar, entonces esta debía ser pasteurizada y homogenizada. Las botellas eran siempre esterilizadas.91
LECHE CRUDA EN LA ALIMENTACIÓN INFANTIL
Desde fines de los años 1920s y a lo largo de los años 1930s, Weston Price documentó la utilización de leche cruda en la alimentación de niños y niñas débiles y/o enfermos durante los años de La Gran Depresión, demostrando que su empleo era seguro y además traía una serie de beneficios para la salud. El Dr. Francis Pottenger Jr. demostró los beneficios de la leche cruda en sus investigaciones con gatos. Los gatos bajo su cargo alimentados con leche cruda se desarrollaron con total éxito, mientras que aquellos que recibieron leche pasteurizada sufrieron de retardos en el desarrollo, especialmente de sus pechos, además, fueron presa de infecciones por garrapatas, pulgas y piojos; sus rostros -y sus cráneos en general- se desarrollaron deficientemente y presentaron dientes apiñados e irregulares. Una de las preocupaciones del Dr. Pottenger era diferenciar entre el desarrollo de la quijada y los músculos faciales entre los infantes alimentados con fórmula y aquellos alimentados con leche materna.92
En mayo del año 1945, la revista Coronet publicó un artículo titulado: “La leche cruda puede ser mortal”, elaborado a partir de hechos ocurridos en una ciudad llamada Crossroads en Estados Unidos, donde muchos supuestamente murieron de fiebres esporádicas contraídas a partir de haber consumido leche cruda. Sin embargo, luego se comprobó que el artículo había sido inventado en su totalidad —ni siquiera existía dicha ciudad—, pero antes de eso ya había generado el furor necesario para que la pasteurización de todas las leches sea la primera opción. Para añadir leña al fuego, en agosto del año 1946, la revista Readers Digest volvió a imprimir la historia. Esta campaña cuidadosamente planificada tuvo un rol principal en la obligatoriedad de pasteurizar instaurada en el año 1948, poco después de que estos artículos fueran publicados.93
FÓRMULAS HECHAS EN BASE A LECHE CRUDA DE VACA
A pesar del escándalo planeado intencionalmente en contra de la leche cruda, alegando que es peligrosa, Adele Davis —la nutricionista más popular entre los años 1940s y 1970s— abogaba por la “leche cruda certificada” como la mejor leche para ser usada en fórmulas para aquellos bebes que no pudieran amamantar. En su libro, un bestseller: “Let’s Raise Healthy Children” (“Criemos niños sanos”), publico muchas fórmulas infantiles en base a la leche cruda. Davis también recomendaba el aceite de hígado de bacalao como suplemento.94
Davis, por otro lado, despreciaba las fórmulas comerciales y se refería a los niños que eran alimentados con ellas como “en entrenamiento para ser gorditos”, haciendo notar la tendencia que tienen los infantes alimentados con fórmula a tener sobrepeso en los años posteriores, una condición que -señalaba- podía persistir hasta la adultez. Tal parece ser que Davis estaba en lo cierto, dado que en la actualidad el resultado de las investigaciones muestra que el consumo de fórmulas está asociado con el riesgo de padecer de obesidad y diabetes.94
Durante su formación como nutricionista, Davis trabajó tanto en escuelas públicas como en las prácticas de médicos obstetras; apareció en muchos programas de TV y fue conferencista en muchos campus universitarios. Mostraba su apoyo por el libre discurso con respecto a la seguridad alimentaria y a la libertad en la alimentación. En el año 1972 la revista Time la llamó <<la mayor autoridad de la nueva nutrición>> y <<el oráculo>>. Sus libros vendieron alrededor de un millón de copias. Adele, gran admiradora de Dr. Pottenger y de Dr. Price, discutía sus trabajos en detalle, y les rinde honores por doquier en su libro sobre el cuidado infantil.95
Alrededor del año 1999, la Dra. Mary Enig junto con Sally Fallon Morell, de la Fundación Weston A. Price, desarrollaron una fórmula infantil usando leche cruda fresca de vaca o de cabra, y una fórmula de hígado para aquellos bebés que no pudieran tolerar las leches animales.96 Dichas fórmulas continúan siendo usadas por los padres que están determinados a no alimentar a sus bebés con fórmulas comerciales.97
Una descripción completa de ambas fórmulas puede encontrarse en los libros: “The Nourishing Traditions Book of Baby and Child Care” y “Nourishing Traditions”. Sarah Pope, quien escribe bajo el nombre de “The Healthy Home Economist”, tiene un video sobre la preparación de estas fórmulas que podemos encontrar en el sitio web de la WAPF (westonaprice.org) y en YouTube.98
¿QUÉ LE FALTA A LAS FÓRMULAS INFANTILES?
En contraste con las fórmulas, en que cada gota es idéntica una a la otra, la leche materna es de una composición compleja que el cuerpo de cada madre elabora para su hijo en particular: nutrición personalizada en su máxima expresión. Los científicos aún no han descubierto las muchas sustancias presentes en la leche materna en su totalidad —sólo han explorado la superficie. La leche materna no es sólo comida, sino que “representa el sistema de señalización más sofisticado de evolución entre los mamíferos, el cual promueve una red específica para cada especie, el crecimiento postnatal, y la programación metabólica.” Los científicos que estudian “el mensaje” en la leche materna lo ven como nada menos que una programación de por vida.99
Las investigaciones llevadas a cabo indican que “los micro-constituyentes específicos de la leche contribuyen con el desarrollo de los sistemas neurológico, cognitivo, somático, metabólico e inmune”.100
Los Drs. Katie Hinde y J. Bruce German, conocidos por su trabajo decodificando los constituyentes en la leche de los mamíferos, llamaron a la leche humana “La cúspide de los alimentos y la nutrición; el más elegante y cautivador ejemplo de 200 millones de años de co-evolución simbiótica entre el que produce y el que consume”, en el artículo que publicaron en el año 2012.
Los autores enfatizaron una de las muchas maneras en que la leche humana es única: “La leche humana incluye oligosacáridos altamente selectivos que favorecen el crecimiento de sólo un grupo particular de bacterias intestinales (Bifidobacterium longum v. infantis) que coevolucionó con los mamíferos” para guiar “el desarrollo y fenotipo de un ecosistema bacteriano que es necesario para el funcionamiento digestivo, metabólico e inmunológico del infante”. Estos oligosacáridos no son digeridos por el infante ni por cualquier bacteria, sino que son la principal fuente de alimento para B. longum, bacterias críticas para la salud y la nutrición, dado que modulan las respuestas inmunes en el intestino y participan en la bioconversión de los nutrientes una vez digeridos. También sirven como competidores inhibiendo el establecimiento de las bacterias patógenas implicadas en la diarrea infantil crónica, una de las principales causas de la mortalidad infantil a nivel mundial.100
La lactoferrina y la lisozima son constituyentes del sistema inmune con propiedades anti-bacteriales que se encuentran en concentraciones mayores en la leche humana que en la leche de vaca, lo cual indica que estas sustancias son de gran importancia para el infante. En un intento de replicar estos componentes del sistema inmune, investigadores chinos insertaron ADN humano en vacas transgénicas clonadas capaces de producir lactoferrina y lisozima del tipo humano en su leche. Las implicaciones de modificaciones genéticas de tal magnitud aún se desconocen.100
Las preferencias alimentarias pueden transmitirse a través de la leche materna; el apetito se va formado, en parte, a través de los alimentos consumidos en el desarrollo temprano. Si una madre consume ajo, por ejemplo, los infantes suelen querer tomar más de su leche.101
El Dr. Hinde y el Dr. German están convencidos de que “El periodo de lactancia materna, al estar moldeando las preferencias alimentarias y trayectorias de crecimiento saludable, es un periodo potencialmente crítico para combatir la obesidad en un futuro y para lidiar con lo cambiante de nuestro entorno. Las modificaciones del estilo de vida en la adultez, una vez que las vías neurobiológicas y metabólicas están bien establecidas, tienen probabilidades mucho menores y transitorias de modificar el fenotipo.”100 Si esto es así, el apetito y las preferencias alimentarias de los infantes alimentados con fórmula estarán basados en productos del sistema alimentario convencional, como el azúcar refinada, los aceites vegetales, las proteínas oxidadas, los ingredientes genéticamente modificados y sintéticos, todos relacionados con el desarrollo de inflamación, obesidad, enfermedades crónicas y muerte prematura.
LACTOSA
La lactosa, un disacárido compuesto por glucosa y galactosa, es el principal carbohidrato presente en la leche materna, y es producido únicamente por las glándulas mamarias. La cantidad de lactosa en la leche humana es independiente del consumo de la madre de lactosa y se ajusta a las necesidades del infante. El contenido de lactosa en la leche de vaca es mucho menor que el contenido de lactosa en la leche humana; debería añadirse lactosa a las fórmulas, aunque algunas fórmulas usen maltodextrina (hecha de arroz, maíz, papas, azúcar o sólidos de jarabe de glucosa) en su lugar. La lactosa es un componente natural del suero de la leche.102
La lactosa tiene un rol fundamental en la síntesis de la leche: es el elemento que lleva el agua hacia la leche, formando un líquido; es necesaria para absorber el calcio, y eleva los niveles de inmunidad, optimizando la protección ante los patógenos en los intestinos del bebé.103
GRASAS
Las grasas son la principal fuente de energía y son las moléculas portadoras de las vitaminas liposolubles. En la leche humana, así como en la mayoría de fórmulas, el cincuenta por ciento de las calorías son proporcionadas por las grasas, la mayor parte de estas se encuentra en forma de triglicéridos, de origen saturado e insaturado. Se han identificado 100 ácidos grasos en los lípidos de la leche humana; los principales ácidos grasos son el palmítico, el esteárico, el oleico y el linoleico. También están presentes los ácidos grasos de cadena media. El ácido palmítico, el principal ácido graso saturado en la leche humana, conforma el 17-25 por ciento de los ácidos grasos.
La composición de ácidos grasos de la leche materna varía según la dieta de la madre, en particular el contenido del ácido graso omega-6 linoleico y los ácidos grasos omega-3 alfa linolénico y DHA. Su composición también varía ampliamente entre distintas poblaciones y entre una misma población. Los niveles de ácido linoleico han aumentado en el último siglo con el consumo masivo de aceites vegetales ricos en omega-6 en la cocina.105
Adicionalmente al DHA y ARA, la leche materna contiene el otro ácido graso de cadena larga: ácido eicosapentaenoico (EPA), presente casi a los mismos niveles que el ARA –“legitimizando la noción de que los mamíferos de grandes cerebros lo necesitan”. Tanto el DHA como el EPA en la dieta reducen las concentraciones de ARA en el plasma. Los fabricantes de fórmula han elegido no añadir EPA a las fórmulas infantiles.106
En el año 2010 Du Pont desarrolló “una fuente limpia y sostenible de EPA” a través de la fermentación, usando cepas de la levadura oleaginosa Yarrowia lipolytica, publicitada como Aceite EPA de la marca New Harvest en las tiendas de productos de nutrición genéticamente modificados. El sitio web de New Harvest ya no es activo y el proyecto parece haber sido abandonado como un suplemento, sin embargo, cabe la posibilidad de que veamos nuevamente este EPA genéticamente modificado en algún momento. En el año 2011 la FDA accedió a la petición de Du Pont de que su levadura fuera clasificada como un producto libre de riesgos, para así poder usarla en una gran variedad de alimentos, incluso en la goma de mascar; felizmente, no está permitida su inclusión en las fórmulas infantiles.107
COLESTEROL: UN COMPONENTE ESENCIAL
Los bebés alimentados con leche materna reciben grandes cantidades de colesterol de la leche de sus madres, necesario para asegurar el crecimiento saludable de sus cerebros. Los requerimientos de colesterol, sólo para su crecimiento, son de 36-64 mg/día, sin contar los requerimientos del cerebro, el sistema nervioso y la piel. Sin embargo, el contenido de colesterol en las fórmulas es bastante bajo e incluso puede llegar a ser ausente, en especial en aquellas fórmulas en base a soya, forzando a los cuerpos de esos niños a fabricar por sí mismos la totalidad del colesterol que necesita su cerebro y todo su cuerpo.
En un estudio hecho por el Dr. Charles Wong, los niños alimentados con leche materna que recibieron altas dosis de colesterol (a través de la leche materna) tuvieron niveles de colesterol 3.3 veces menores; es decir, sus cuerpos fabricaban menos colesterol que los de aquellos bebes alimentados con fórmulas hechas de leche de vaca y de leche de soya. Los bebes alimentados con fórmula de soya tuvieron niveles de síntesis de colesterol más altos por no estar recibiéndolo en su alimentación, de manera que su cuerpo regulaba su propio suministro. El autor concluyó que era probable que los niños y adultos alimentados con lactancia materna de una madre bien nutrida no fabricaran tanto colesterol como aquellos niños y adultos sin acceso a leche materna en su desarrollo temprano.108
El colesterol es un componente esencial de las membranas celulares; es necesario para el crecimiento, la replicación y el mantenimiento de nuestras células. El sistema nervioso central (SNC) contiene el 23 por ciento del colesterol total del cuerpo; existen dos grandes sumideros de colesterol en el cerebro: el 70 por ciento se encuentra en la cubierta de mielina y el 30 por ciento restante en las neuronas y células gliales.109 Este esterol es importante para el funcionamiento cerebral en muchas maneras: forma sinapsis nerviosas; activa la señalización de neurotransmisores, opioides y receptores; ayuda al transporte de aminoácidos, y lleva a cabo muchos otros procesos. El colesterol también tiene un rol importante en el funcionamiento del transportador de dopamina, un componente regulatorio importante en el mantenimiento de la homeostasis de dopamina en el cerebro, que es el objetivo principal de medicamentos como Ritalin (metilfenidate), prescrito en los casos de Déficit de atención e hiperactividad. La dopamina es un neurotransmisor principal en el cerebro, a cargo del mecanismo de recompensa y de muchas otras funciones esenciales.110 Niveles bajos de colesterol en la membrana de la célula nerviosa resultan en un descenso en el número de receptores de serotonina, resultando a su vez en una reducción general de la transmisión serotoninérgica en el cerebro.111 El colesterol es también la molécula que activa al receptor de oxitocina en el cerebro; en ausencia de colesterol, este receptor queda inactivo. La falta de oxitocina en los niños con autismo se relaciona con su incapacidad para reconocer voces, caras y otras señales visuales: muchos niños en el espectro autista presentan niveles bajos de colesterol. La oxitocina también es la responsable de la liberación de la leche desde las glándulas mamarias a través del pezón para alimentar al bebé, y de la formación de los lazos entre la madre y su hijo o hija.112
Creemos que esta falta de colesterol en las fórmulas infantiles se relaciona con los problemas de desarrollo neuronal que desatan problemas de comportamiento en la niñez. Cuando los bebes tienen que fabricar su propio colesterol a una edad tan corta, cabe cuestionarse si la cantidad que son capaces de fabricar es suficiente para sostener un funcionamiento cerebral adecuado y si hacerlo los está programando para tener niveles de colesterol permanentemente altos cuando es adulto.
LIPASA EN LA LECHE HUMANA
Las lipasas son enzimas necesarias para la degradación y la digestión de las grasas. En los recién nacidos la lipasa pancreática no está completamente desarrollada, sin embargo, una lipasa específica de la leche materna está disponible para los lactantes. La lipasa dependiente de las sales biliares (BSDL, por sus siglas en inglés), también conocida como lipasa carboxil éster (CEL, por sus siglas en inglés), es una enzima de la glándula mamaria que puede hidrolizar por completo a los triglicéridos, losa fosfolípidos, el colesterol y las vitaminas liposolubles, para liberar ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, lo cual hace a la BSDL un elemento crucial en la digestión del neonato. Los lactantes digieren y absorben la grasa mejor que los infantes alimentados con fórmula, debido a la presencia de BSDL en la leche humana, que no está presente en las fórmulas hechas de soya o de leche de vaca procesada. Los estudios muestran que la BSDL permanece activa en el tracto gastrointestinal del infante, contribuyendo de manera significativa con la digestión de las grasas y la digestión de la vitamina A (ésteres de retinol).113
La actividad de la lipasa se pierde con la pasteurización. La absorción de lipasa de la leche se reduce hasta un tercio en infantes prematuros; cuando los infantes prematuros fueron alimentados con la leche de sus madres, su talla y peso tuvo un aumento significativamente mayor en comparación a aquellos alimentados con leche pasteurizada de vaca.114
LA POPULARIDAD DE LA ALIMENTACIÓN CON FÓRMULA
En el siglo diecinueve e inicios del siglo veinte, la honorable y antigua tradición de la “ama de leche” fue la alternativa predilecta en los casos en que la madre de un infante no pudiera dar leche a su hijo. Sin embargo, con el tiempo se popularizó una campaña que desacreditaba la práctica de optar por una ama de leche; el hecho de ser -por lo general- mujeres que no estaban casadas, era mal visto por el código moral de los grupos sociales de influencia, haciendo circular rumores de que estas mujeres eran de poca moral y cargaban enfermedades venéreas. Por otro lado, muchas familias modernas no tenían los medios económicos o la inclinación por acoger a una mujer extraña en sus casas. De manera gradual, haciendo uso de diversas tácticas, entre ellas la publicidad persuasiva, la industria de las fórmulas infantiles logró posicionarse en las mentes de las madres en todo el mundo.10
El eslogan más utilizado por los fabricantes de fórmulas en esos días era decir que sus fórmulas eran “respaldadas por la ciencia”, y por ende se debía asumir sin discusión que contenían los nutrientes que un bebe necesitaba para crecer y desarrollarse de manera saludable. Por esos días la mortalidad infantil era alta y tanto la leche humana como la leche de vaca eran señaladas como culpables. Incluso, supuestos expertos del tema sostenían que la leche materna no era un alimento adecuado para los hijos en edad “lactante”.
Sigmund Freud teorizó que los infantes viven una experiencia sexual al succionar el pezón de sus madres. Ante el escándalo que esto provocó entre las madres, y para terminar con los deseos incestuosos de los bebes, se dejó de dar de lactar, de sostener en el pecho, de acostar y acariciar a los hijos. Las mujeres, en un afán de mostrarse virtuosas, colocaban a sus bebés en sillas y los alimentaban en botellas.
Antes del desarrollo de las especialidades de obstetricia y pediatría, a inicios del siglo veinte, los médicos no estaban muy interesados en el nacimiento ni en la lactancia. Al inicio, los fabricantes de fórmulas vendían sus productos directamente al público; pero luego los pediatras se involucraron en la alimentación infantil artificial, ahora desarrollando y vendiendo sus propias fórmulas y escribiendo sus propias prescripciones. En los años 1920s y 1930s, la Academia Estadounidense de Pediatría fomentó entre los fabricantes de fórmulas la idea de que vendieran libremente sus productos diciendo a sus clientes que fueran luego a pedir instrucciones a sus médicos. Si una compañía no obedecía, entonces no recibía el tan ansiado “sello de aprobación” de la Academia -la cual influenciaba mucho la compra de los consumidores.10
Las mujeres que crecían en aquellas épocas iban siendo aculturadas en la supuesta infalibilidad de la nueva ciencia y tecnología; experimentaron la novedad de los embarazos bajo medicación y de los partos en hospital donde la tecnología médica se mostraba con el monitoreo, la medición y la evaluación. La alimentación en botellas se sumó a este proceso. Cada vez más y más mujeres recibían una botella de fórmula cuando abandonaban el hospital con su hija recién nacida. “El conocimiento médico reemplazó y deslegitimizó otras fuentes de conocimiento generado anteriormente a partir de las propias experiencias corporales de las mujeres.”117
Aunque no cabe duda de que la leche materna es el mejor alimento para los bebes, la ciencia en cuanto a ella no es exacta. La leche viene directamente desde el pezón de la madre hasta la boca del infante. No es posible ir viendo cómo se reduce gradualmente el nivel de leche disponible, como pasa con una botella. ¿Es la leche que está cayendo la adecuada? ¿Es suficiente su carga nutricional? -Con la leche materna, no tenemos manera de controlarlo y modificarlo a nuestro parecer; con la leche en botellas, en cambio, todo puede ser medido.
Incluso las madres que tenían la intención de alimentar a sus hijos con pecho se topaban constantemente con la posibilidad y la presión de la botella. Fiona Dykes explica que lo más común era que las mujeres señalaran haber descontinuado la lactancia materna a sus hijos dado que su leche no era suficiente para nutrir a su hijo, y dada la percepción de que las madres tenían “cantidades insuficientes de leche” porque los bebés “estaban hambrientos”. De hecho, los médicos habían contribuido a este pensar al aconsejar a las madres que dieran alimento en botellas ocasionalmente a sus hijos, y a que los acostumbren lo más temprano posible a alimentarse de ellas.117
El abandono de la lactancia se debió, además, a un fenómeno creciente en los Estados Unidos que empezó a inicios del siglo pasado cuando las mujeres declararon no tener leche. Los comunicadores declararon instaurada una “epidemia de falta de leche”, que encajó perfectamente con el creciente éxito de la fórmula infantil artificial disponible en el mercado.118
Alrededor del cinco por ciento de las mujeres no puede producir la cantidad necesaria de leche debido a condiciones médicas como el hipotiroidismo, o al desarrollo inadecuado del tejido mamario, a la exposición a toxinas en puntos críticos del desarrollo, a los medicamentos, a los bajos niveles de prolactina, entre otras razones.119
Entre los primeros motivos que hacen que las madres dejen de lactar ellas nombran a la falta de interés y de apoyo por parte de quienes se encuentran en su primera línea de contacto: el personal médico, las parteras, los visitantes médicos y los consultores en lactancia.117
Tanto para las madres como para los médicos, la ganancia de peso del infante suele ser el patrón de medición definitivo de su progreso, así como de la calidad de la leche. La ganancia de peso fue fijada como un indicador principal de crecimiento debido a que es el más sencillo de medir; sin embargo, la talla es considerada un mejor indicador.120
El crecimiento de los lactantes difiere de aquel de los infantes alimentados con fórmula: luego del nacimiento, en la primera semana de vida los bebes normalmente pierden una pequeña cantidad de peso -cinco por ciento en el caso de los bebes alimentados con fórmula y siete por ciento en los lactantes, que en ambos casos puede llegar hasta un diez por ciento como máximo-, antes de que comiencen a ganar peso. A los ocho días, la mayoría de bebes alimentados con fórmula —mas no los lactantes— han excedido su peso al nacer. En el caso de los lactantes parece ser más difícil recuperar la pérdida de peso. A los cuatro meses por lo general los lactantes tienen menos grasa corporal que los bebes alimentados con fórmula, y para el año su incremento de peso ha sido menor.120
Las razones fisiológicas por las que la alimentación con fórmula tiende a incrementar el peso de los infantes a un ritmo mayor que la leche materna es el hecho de que los lactantes están constantemente regulando su ingesta energética -manteniéndola a niveles menores que aquellos correspondientes a una alimentación con fórmula.
Puede también que exista una asociación con las diferencias entre el ambiente endocrino de la leche materna y de la fórmula, afectado a su vez por la marcada diferencia entre el contenido proteico de la leche humana y las fórmulas infantiles.120 Por más que esta disminución de peso sea normal, las madres por lo normal suelen alarmarse, dado que quieren ver a su bebe desarrollarse y se encuentran en medio del consenso de que el peso es la mayor medida de progreso; es por esto que en esa época las madres son fácilmente convencidas de usar las fórmulas.120
Discutí sobre este tema con una mujer europea de sesenta años, madre de dos, quien había dado de lactar a sus hijos cuando bebes sólo con leche materna hasta la edad de 1 año, aproximadamente. Ella me dijo que había aprendido sobre la pérdida inicial de peso de los niños, y lo que esta significa, gracias a que su madre y vecinos habían compartido su conocimiento y experiencias sobre el tema con ella. Gracias a eso supo no alarmarse cuando su bebe perdió peso, ni tampoco al ver que lo iba recuperando lentamente, y estuvo segura de continuar alimentándolo sólo con leche materna sin ninguna duda ni preocupación.121 Hoy en día, en cambio, es raro que las madres tengan un grupo de apoyo al cual recurrir.
En el año 1990, una mujer de mi familia tuvo una mala experiencia en su intento de dar de lactar: ella tenía una buena cantidad de leche, así como una buena disposición para dar de lactar, sin embargo, su hija no se desarrollaba al ritmo esperado —en la primera visita a su médico no había ganado el peso que necesitaba, según las tablas oficiales de crecimiento infantil. Además, la bebé presentaba cólicos. Entonces su madre le dijo que su leche “no era buena”, y que necesitaba alimentar a su hija con botellas con fórmula infantil. La alimentación de su hija se hizo probando una fórmula tras otra y, al día de hoy, como adulta, está lidiando constantemente con trastornos gastointestinales.122
Hasta el año 2006, las únicas tablas de crecimiento utilizadas en los Estados Unidos estaban basadas en el crecimiento de infantes alimentados con fórmulas, por tanto, no estaban alineadas con los patrones de crecimiento de aquellos bebes alimentados con leche materna; los bebes alimentados con fórmulas infantiles tienden a ser más pesados y a subir más de peso temprano en su vida. Los estándares de crecimiento de la Organización para la Salud Mundial (WHO) para los bebes alimentados con leche materna (lactantes) empezaron a usarse por esos años; en ellos, la WHO establece el crecimiento de los lactantes como la norma y la lactancia materna como la alimentación infantil estándar.120
Antes del año 2006, generaciones enteras de lactantes y de madres deseosas de dar de lactar, fueron sometidos a las tablas de crecimiento basadas en el crecimiento a partir de las fórmulas infantiles. En consecuencia, los médicos, evaluándolos bajo estos parámetros, les decían innecesariamente que sus hijos e hijas no estaban desarrollándose adecuadamente y que, por tanto, necesitaban alimentarlos con botellas de fórmulas.120
Los investigadores han encontrado que en muchos casos lo que genera insuficiencia de leche en las madres que dan de lactar son las malas prácticas de lactancia. La inseguridad de una madre sobre la eficacia del proceso de lactancia puede debilitar tanto el flujo de su leche como la llegada de esta a su bebe. La madre, entonces, puede interpretar esta situación como que tiene muy poca leche, haciéndola optar por el uso de fórmulas infantiles, a partir de lo cual disminuye verdaderamente el volumen de su leche.123
Los temas de: “la ciencia”, “la insuficiencia de leche”, “el bebé que se queda hambriento” y “la ganancia insuficiente de peso”, formaron una base sólida sobre la cual se construyó —y continúa construyéndose— la industria de las fórmulas infantiles, donde uno de los mensajes más potentes es aquel que señala que las fórmulas están disponibles siempre que la leche materna parezca insuficiente para asegurar la nutrición óptima y la salud del bebé.
El mito de la ciencia se enraizó gracias a aquellos médicos que no apoyaban la lactancia materna. Existe una historia bien documentada sobre la colusión entre los médicos y la industria de las fórmulas infantiles. Las compañías fabricantes de fórmulas daban cientos de miles de dólares a los profesionales médicos abiertamente. Los médicos y las enfermeras en Estados Unidos continuamente recibían regalos, accesorios de oficina y alimentos; eran abastecidos con propias fórmulas infantiles por un año entero y, aquellos comprometidos con hacer mucha publicidad, eran obsequiados con costosas vacaciones. También daban grandes cantidades de fórmula gratuita a los hospitales. Las compañías patrocinaban seminarios médicos e investigaciones. Algunos centros médicos de gran tamaño llegan a usar más de un cuarto de millón de dólares en fórmulas, que las compañías les dan de forma “gratuita” cada año, haciendo publicidad “gratuita” —conscientemente o no— entre los pacientes. De hecho, algunos programas de residencia en pediatría están cubiertos en gran parte por las compañías fabricantes de fórmulas infantiles, una alegación verificada por la National Association of Breastfeeding Advocacy (Asociación Nacional para la Lactancia Materna) and the International Lactation Consultants Association (Asociación Internacional de Asesores en Lactancia Materna).10
Esta estrategia ha funcionado muy bien: más del setenta por ciento de los pediatras encuestados recientemente reportaron estar recetando alguna marca de fórmula en específico a sus pacientes. Muchos profesionales médicos no informan a sus pacientes del impacto negativo que puede tener el uso de estas fórmulas, “debido en gran parte a su propia ignorancia al respecto”. Los médicos y las enfermeras por lo general no tienen contacto con la literatura más reciente o con la práctica clínica en este tema y, en los casos de una lactancia exitosa, naturalmente, la intervención de un médico es mínima.125
Una encuesta reciente de la AAP reveló que alrededor del cuarenta y cinco por ciento de los pediatras ven a la alimentación con fórmulas infantiles y a la lactancia materna, como métodos igualmente aceptables en la alimentación infantil y que “son tantos los pediatras que consideran que aquellas personas alimentadas con fórmulas son tan saludables como aquellas personas que tuvieron lactancia materna, como aquellos que no (34% vs. 38%, y un 27% está indeciso).” 125
LICENCIA DE MATERNIDAD
La licencia de maternidad luego del nacimiento del bebe, y durante los meses siguientes, es un elemento crítico en el apoyo a la lactancia materna, sin embargo, en Estados Unidos el tiempo de licencia que tiene una madre que trabaja es bastante menos que el que tienen las mujeres en otros países. Estados Unidos es uno de los pocos países que, aún en términos oficiales, no aseguran pagar la licencia de maternidad. Las mujeres en Estados Unidos deben tomar sus vacaciones o reportar “días de enfermedad” para cubrir la lactancia materna. Sólo alrededor del 60 por ciento de todos los trabajadores están cubiertos por el “Family and Medical Leave Act”, el cual permite a los empleados de compañías —que cuenten con más de cincuenta empleados— tomar una licencia asegurando su puesto al volver —pero sin ser pagados—, para aquellos con un año de trabajo como mínimo en la compañía.126
Por otro lado, existen países como Eslovenia, Alemania y Austria, donde los gobiernos son generosos al momento de brindar beneficios de maternidad; los beneficios financieros para las familias pueden incluir un subsidio tanto para la madre como para el padre, bonos extras alrededor del nacimiento del bebe, beneficios para los niños, o bonos hasta que el niño/niña cumpla los cinco años, así como bonos adicionales en el caso de ser “familias grandes”. La duración de la licencia de maternidad puede ser de entre veintiocho y cincuenta días antes del parto, y cuatro meses o más luego del nacimiento del bebe. 125
OTRAS OPCIONES
Se está incrementando el número de mujeres que venden su propia leche a otras madres que no pueden dar de lactar. En los últimos años, alrededor de cincuenta y cinco mil mujeres vendieron los excedentes de su leche materna a través de internet -en comparación a las trece mil mujeres que lo hacían en 2011. No ha habido casos de contaminación reportados. La FDA no regula el comercio por internet de la leche materna, pero aboga por ser precavidos al momento de comprarla de una persona que no conocemos. Los siguientes son cuatro de los sitios web más grandes dedicados a la venta de leche materna: “Human Milk 4 Human Babies”, “Eats on Feets”, “Only the Breast”, and “Milk Share.”128
Joseph A. Ladapo, profesor asistente de medicina en la New York University School of Medicine expresa su apoyo a esta forma de compartir la leche materna: “Gracias a la notable evidencia que respalda los beneficios para la salud de la lactancia materna, existen padres dispuestos a hacer lo que sea necesario (incluyendo a esta autora).”
La leche materna donada a los bancos de leche, en cambio, no debería ser una opción: está pasteurizada y está reservada para los bebes prematuros o enfermos.128
CONCLUSIONES
La salud y la economía de generaciones de estadounidenses han sido severamente afectadas por el uso de fórmulas infantiles. Las tasas de autismo, diabetes, obesidad y enfermedades cardiovasculares han crecido de manera exponencial. Muchos infantes hoy en día presentan el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), así como otras alteraciones del comportamiento. Las madres lactantes que siguen las indicaciones de la dieta oficial estadounidense son privadas de nutrientes que esenciales para el crecimiento del cerebro y de todo el cuerpo. Los avances en la tecnología de las fórmulas infantiles que han ocurrido con el paso de los años como resultado del nuevo conocimiento a partir de la investigación, y de ajustarse a las necesidades de las madres y los infantes, han mejorado la calidad de las fórmulas infantiles, sin embargo, las fórmulas siempre estarán por detrás de la leche que sale de una madre, especialmente de una madre bien nutrida.
La falta de apoyo a la lactancia materna es señalada a menudo como la principal razón de que muchas de las madres no den de lactar. La mayoría de mujeres que tienen niños trabajan fuera de casa; con un nuevo bebé, las madres necesitan mucha ayuda para lidiar con la rutina y las exigencias del día a día, especialmente si hay más niños en la familia. Sostener la lactancia de manera prolongada requiere una dosis alta de planificación, mientras que la mayoría de madres necesitan retornar a sus puestos de trabajo dentro de un periodo corto de tiempo.
En vez de incrementar su respaldo financiero, educativo y alimentario a las madres lactantes, y a toda la familia, los gobiernos e instituciones están gastando sus recursos en investigar transgénicos, en un intento de replicar los componentes únicos que posee la leche materna para crear fórmulas comerciales, desarrollando organismos genéticamente modificados que sirvan a la gran industria, y buscando nuevas maneras de poner en valor a los excedentes de los grandes cultivos de soya y maíz.
Es igual de importante brindar apoyo económico a las madres y a la familia, como difundir el conocimiento básico de lo importante que es la lactancia materna y de cómo mejorar tanto la calidad de la leche como las técnicas de lactancia que aseguren la nutrición óptima del infante y la salud de la madre. Esto significa, para las madres, llevar una dieta alta en alimentos densos en nutrientes de origen animal y vegetal, tanto antes de concebir como a lo largo de todo el embarazo y la lactancia, teniendo acceso a alimentos que vengan de animales criados en condiciones sanas y a plantas de suelos ricos. También es importante conocer las técnicas de preparación de los alimentos, la importancia de eliminar los azúcares y los almidones refinados de nuestra dieta, así como los edulcorantes artificiales, y toda la comida chatarra en general.
Programas como “Cooking Kids” (Niños que cocinan) en Eslovenia, donde todos los jóvenes estudiantes pueden aprender lo valiosas que son las istintas técnicas de cocción, cómo leer las recetas, cuáles son los alimentos y comidas tradicionales, y cómo hacer un huerto, es una manera de crear este camino. El modelo del programa “Cooking Kids” podría adaptarse fácilmente a otras culturas, siempre que haya gente dispuesta a reconocer el valor de los principios básicos de la nutrición, los alimentos tradicionales y su correcta preparación. La Fundación Weston A. Price apoya económicamente a este programa.129
Aquellas familias que quieren dar de lactar a sus hijos están desarrollando redes destinadas a compartir la leche materna. Los y las representantes locales de la Fundación Weston A. Price están liderando iniciativas cuyo objetivo es brindar esta importante información a las familias. Aún necesitamos trabajar mucho más en educar a las madres, a las familias, a los abuelos, y a las personas en todo lugar sobre el derecho de las madres de dar de lactar y de los infantes de ser alimentados con leche materna, así como del derecho y la necesidad de acceder a alimentos que aseguren leche materna de buena calidad para nuestros hijos e hijas.
NOTAS ADICIONALES:
- TODAS LAS FÓRMULAS, CON EXCEPCIÓN DE AQUELLAS DENOMINADAS ORGÁNICAS, CONTIENEN INGREDIENTES GENÉTICAMENTE MODIFICADOS
Las marcas Similac, Enfamil y Gerber Good Start, combinadas resultan más del 90 por ciento de todas las ventas de fórmulas infantiles en los Estados Unidos; al usar ingredientes genéticamente modificados, estas fórmulas exponen a los infantes a riesgos potenciales para la salud.79
De acuerdo al Dr. Michelle Perro, pediatra, los hígados de los bebes no alcanzan la madurez por alrededor de dos años, por tanto, sus cuerpos no están lo suficientemente preparados para lidiar con toxinas ingresando a sus cuerpos, como por ejemplo los herbicidas usados al crecer cultivos genéticamente modificados. “Debido a los efectos tóxicos de los herbicidas, particularmente al glifosato -debido a su uso generalizado- así como a otros fosfatos, y a otros ingredientes genéticamente modificados presentes en las fórmulas, estas no deberían ser una opción para la alimentación infantil.79
Algunos de los ingredientes que normalmente provienen de cultivos genéticamente modificados son el azúcar la maltodextrina, la soya, e incluso la leche (debido a las hormonas genéticamente modificadas que les aplican). Los efectos de alimentar con organismos genéticamente modificados a bebes e infantes aún son inciertos.80
- COMPONENTES EXCLUSIVOS DE LA LECHE HUMANA
La leche humana contiene numerosos componentes que no se encuentran en las fórmulas comerciales, que son únicos y que afectan al estado nutricional y al crecimiento y desarrollo del infante:
- Enzimas: amilasa, proteasas y lipasas.
- Factores de crecimiento y hormonas: el factor de crecimiento epidérmico, la eritropoyetina, la insulina, los factores de crecimiento semejantes a la insulina I y II, la lactoferrina, la lipasa, el factor de crecimiento nervioso, la relaxina y el factor de crecimiento transformante alfa.
- Muchas hormonas y factores de crecimiento como las adipoquinas (leptina y adiponectina), así como la grelina, la resistina y la obestina, que se piensa que controlan la ingesta de alimentos y el balance energético, e inducen la saciedad y la auto regulación de la ingesta de alimentos. La adiponectina está asociada con niveles menores de obesidad. Los infantes alimentados con leche materna raramente se hacen obesos. La leche materna también contiene un número inigualable de factores del sistema inmune.
- RELACIÓN ENTRE LOS NUCLEÓTIDOS Y LAS TASAS DE CRECIMIENTO INFANTIL
Los nucleótidos (ácido adenílico, ácido guanílico, ácido citidílico y ácido uridílico) son sustancias no-nitrogenadas que se forman de manera natural en la leche de vaca. Son los bloques de construcción del ARN y el ADN, necesarios para el crecimiento celular y la proliferación.
Los nucleótidos fueron incluidos en las fórmulas infantiles en el año 1990. Son fabricados a nivel industrial a partir de las levaduras hidrolizadas que generan los múltiples cambios químicos que permiten la extracción de los nucleótidos, incluyendo el calentamiento para desnaturalizar las proteínas, la proteólisis de la pared celular, la hidrólisis enzimática y la deshidratación. En un estudio aleatorio controlado, dirigido por el Dr. Singhal, y publicado en la revista Pediatrics en el año 2010, los investigadores revelaros que la suplementación con nucleótidos incrementa la ganancia de peso y el crecimiento de la cabeza en los infantes alimentados con fórmula. Los ensayos aleatorizados hechos previamente no mostraron ventaja alguna de la suplementación con nucleótidos. Originalmente se teorizó que los nucleótidos ayudarían al desarrollo de los infantes cuyo tamaño estuviera por debajo del tamaño esperado para su edad, así como a aquellos diagnosticados con Fallo de Medro. Sin embargo, existe controversia sobre los supuestos beneficios de acelerar la ganancia de peso, así como sobre la aparentemente “menor” ganancia de peso que ocurre en los infantes lactantes en comparación con aquellos alimentados con fórmula.85
Treinta años atrás, Michael y Sheilagh Crawford, autores de “What We Eat Today” (“Lo que comemos hoy en día”), dejaron escrito que, si un factor acelera el crecimiento suele considerársele positivo, pero, “desde un punto biológico comparativo, queda claro que los animales que crecen más rápido son siempre los menos inteligentes.”86
- DESTRUCCIÓN DE AMINOÁCIDOS EN LOS TRATAMIENTOS TÉRMICOS
Las proteínas en las fórmulas infantiles son susceptibles a las reacciones de glicación durante su procesamiento. Para asegurar la seguridad del producto, y extender la vida de anaquel, los ingredientes se licúan, se pasteurizan, se homogenizan, se concentran, se esterilizan a altas temperaturas, se deshidratan y finalmente son enlatados a 130-140°C: todo esto significa grandes cambios en la composición de las fórmulas infantiles.39 La glicación es la reacción de los azúcares con aminos, aminoácidos, péptidos y proteínas, a altas temperaturas, formando inicialmente productos denominados “Amadori”, el primer paso en un proceso llamado la “Reacción Maillard” (MR). Los productos Amadori siguen por varias rutas de degradación hasta llegar a lo que se denomina “productos finales de glicación avanzada” (AGEs, por sus siglas en inglés). La leche humana contiene pequeñas cantidades de estos productos en comparación con las fórmulas infantiles.38
La exposición a temperaturas elevadas resulta en la disminución de la disponibilidad de los aminoácidos (principalmente de la lisina) hasta en un cincuenta por ciento. La lisina y la lactosa reaccionan para formar lactulosil-lisina (LL), un estado inicial de los AGE capaz de bloquear la captación del aminoácido esencial lisina, resultando en la pérdida de su absorción, digestibilidad y valor nutricional. La lactulosil-lisina puede ser degradada hasta furosina (FUR) y hasta los dos AGES N-carboxymetil-lisina (CML) y monoalquilamida de ácido oxálico (OMA), producidos también cuando el ácido omega-3 DHA reacciona con la lisina. Las fórmulas infantiles llegan a contener niveles de CML cien veces mayores que la leche humana. Estudios han demostrado la presencia de furosina en las fórmulas infantiles en niveles que van desde los 932 hasta los 1550 miligramos por cada cien gramos de proteína, mientras que en la leche materna el contenido es nulo.39
El alto contenido de lactosa, así como el uso de suplementos con proteínas del suero, promueven la ocurrencia de la reacción de Maillard. Los suplementos en polvo pueden estar dañados desde antes de haber sido añadidos a la fórmula. La proteína de suero usada en las fórmulas infantiles, los polvos proteicos, entre otros productos, también son sujeto de procesamiento térmico. Durante la exposición a altas temperaturas ocurren muchas reacciones químicas que pueden disminuir drásticamente las propiedades nutricionales benéficas del suero.40
En las fórmulas enriquecidas con suero el contenido de lisina se degrada aún más; las fórmulas líquidas tienen seis veces más pérdida de lisina que los polvos. Para compensar dicha pérdida, las compañías de fórmulas añaden concentraciones aún mayores de proteína a sus fórmulas, alrededor del doble que la cantidad de la leche humana, dejando de lado que incrementar el contenido proteico conduce necesariamente a una mayor producción de AGEs.41
El hierro y el ácido ascórbico incrementan la formación de radicales hidroxilo, la glicación de la lisina, y la oxidación del triptófano. La vitamina C puede oxidarse a ácido dehidroascórbico. Minerales importantes, como el zinc, el hierro y el cobre, pueden formar complejos con los Productos de la Reacción de Maillard (PRM).42
Según lo observado en animales de laboratorio, muchos PRM son sustancias tóxicas que se acumulan en el hígado, los riñones y el páncreas, causando cambios patológicos en estos órganos; la arginina, la metionina, el triptófano y la histidina también son afectados de manera similar. Los PRM a su vez, limitan la digestibilidad de las proteínas al bloquear la disponibilidad de un nexo peptídico para la tripsina y la carboxipeptidasa, e inhiben a algunas enzimas digestivas.39
El principal producto de la oxidación proteica, entre aquellos que se generan durante el procesamiento de la leche, es el sulfóxido de metionina, formado mediante la oxidación de la metionina. Los niveles de sulfóxido de metionina pueden ser tan altos como el 64 por ciento del total de la metionina en los concentrados de proteína de suero y en el caseinato de calcio. La metionina es un aminoácido esencial, así como una fuente de grupos metilo, necesarios para muchas reacciones metiladas, y una fuente de cisteína, necesaria para la síntesis de glutatión: el antioxidante más importante fabricado por nuestro cuerpo. Si la mayoría de la metionina se oxida, deja de estar disponible para su uso por el infante.43
La cisteína y el triptófano también pueden oxidarse. El triptófano se oxida a N-formil quinurenina (NFK). La NFK es un metabolito del triptófano que se asocia al desarrollo de tics.44
¿Qué ocurre con estos productos? Excepto por la lactulosil-lisina y la fructosil-lisina —unidas a péptidos—, la mayoría de las otras moléculas que resultan de la reacción de Maillard probablemente terminan siendo fermentadas por la microbiota intestinal.45 Lo que no sabemos es cómo estas sustancias modifican la microbiota.
Con una dieta alta en AGEs aparecen mediadores de la inflamación y disminuye la sensibilidad a la insulina, tanto en animales como en humanos. Los estudios experimentales muestran que los AGEs por sí mismos pueden originar resistencia a la insulina en los músculos y disminuir el contenido de insulina en el páncreas. El alto contenido proteico de las fórmulas infantiles, sus concentraciones menores de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga y, posiblemente, la falta de hormonas necesarias para generar sensibilidad a la insulina -junto con la presencia de numerosas otras sustancias biológicamente activas en las fórmulas infantiles que no se encuentran en la leche materna-, parecen tener un rol patofisiológico en la disminución de la sensibilidad a la insulina asociada con la ingesta de fórmulas infantiles. Recientemente se ha sugerido que los AGES derivados de los alimentos en las fórmulas ricas en AGEs pueden estar precondicionando a los infantes a desarrollar resistencia a la insulina, dado que inducen la inflamación y el estrés oxidativo.46
En el año 2002 fueron identificadas las acrilamidas, estas han sido públicamente reconocidas como peligrosas y como un carcinógeno y neurotóxico que se forma en los alimentos como resultado de las reacciones inducidas por el calor entre dos ingredientes que ocurren naturalmente: el aminoácido aspargina y los azúcares. La FDA detectó la presencia de acrilamidas en dos de las doce marcas de fórmulas infantiles evaluadas: Enfamil Milk Based Infant Formula con Hierro (en polvo) y Similac Infant Formula con Hierro. Es probable, además, que los bebes sean más susceptibles al efecto neurotóxico de las acrilamidas debido a la inmadurez de sus sistemas nerviosos. Estudios epidemiológicos tempranos han encontrado una asociación entre la ingesta de acrilamidas y la ocurrencia de tumores.47
El consumo de productos de la reacción de Marillard ha incrementado en décadas recientes junto con la evidencia de que estas sustancias probablemente participan en procesos patológicos como la formación de cataratas, la diabetes, las enfermedades degenerativas, la ateroesclerosis y el fallo renal crónico. La cantidad de AGEs en las fórmulas puede exceder a aquella en la leche materna hasta en 670 veces. En adición a los AGEs y los PRMs, “ocurre una disminución significativa del valor nutritivo de las fórmulas infantiles durante su producción en relación al valor nutritivo que es declarado por los fabricantes.” El proceso térmico disminuye en gran parte el contenido nutricional de las fórmulas, al mismo tiempo que genera sustancias tóxicas originalmente ausentes en los ingredientes, y no se sabe si las etiquetas que detallan el contenido nutricional están señalando el valor nutricional de los ingredientes antes o después del procesamiento.48
- SOBRE LAS FÓRMULAS INFANTILES HECHAS DE SOYA
Las fórmulas más dañinas y artificiales en el mercado son aquellas hechas de soya. Aproximadamente el 20-25 por ciento de los infantes en Estados Unidos hoy en día reciben alguna cuota de fórmula hecha de soya durante su primer año de vida, pero no existen datos en cuanto a la cantidad de infantes que dependen exclusivamente de las fórmulas hechas de soya.52 La posición actual de la Academia Americana de Pediatría (AAP, por sus siglas en inglés), es decir que no existe evidencia concluyente a partir de animales, humanos adultos, o poblaciones infantiles, que indique que las isoflavonas de la soya en la alimentación puedan tener efectos adversos en el desarrollo humano, la reproducción o el funcionamiento endocrino.” Por otro lado, al mismo tiempo la AAP dice explícitamente que la leche materna es el mejor alimento para los bebes y que las fórmulas hechas de soya deberán ser usadas sólo en casos de galactosemia, una condición de riesgo en la cual el infante no tolera la lactosa.52
En el año 2014, la organización estatal “Centro para la Seguridad Alimentaria”, adquirió fórmulas infantiles hechas de soya para examinarlas en busca de la presencia de ingredientes genéticamente modificados. Se detectó la presencia de soya genéticamente modificada en las fórmulas Similac Soy Isomil y el Enfamil Prosobee en polvo; el problema de la soya genéticamente modificada es el hecho de que la modifican para ser resistente al herbicida Roundup de la compañía Monsanto, cuyo ingrediente activo es el glifosato. “Creo que la mayoría de madres que usan fórmulas infantiles no tienen idea de que están alimentando a su hijo con productos que han sido expuestos a una carga tan grande de pesticidas,” señala la autora Aurora Paulsen. El glifosato es un herbicida sistémico, es decir que se absorbe a través de las hojas e internamente se reubica a lo largo de toda la estructura de la planta, incluyendo en sus semillas (la parte comestible de la soya); por tanto, no puede “lavarse”.53
Los infantes alimentados con soya están recibiendo grandes cantidades de fitoestrógenos: componentes semejantes a los estrógenos en nosotros. Con las fórmulas hechas de soya los bebes tienen niveles de estrógenos en sangre entre 13 000 a 22 000 veces más altos que los infantes que consumen fórmulas hechas de leche de vaca o, según el toxicólogo Michael Fitzpatrick, el equivalente a 5-6 pastillas anticonceptivas al día. Los experimentos con animales demuestran muchas anormalidades hormonales en aquellos alimentados con fórmulas hechas de soya.54
La Dra. Mary Enig, quien en vida fue presidenta de la Asociación de Nutricionistas de Maryland, y con-fundadora de la Weston A. Price Foundation, hizo una revisión de literatura y encontró que los altos niveles de fitoestrógenos en las fórmulas de soya están implicados en la madurez sexual femenina cada vez más temprana, así como en el retardo en la madurez sexual en los hombres.55
Las primeras fórmulas hechas con las semillas de la soya se hicieron en el año 1929, y luego fueron hechas con harina de soya —las cuales causaron mayores problemas digestivos. En el año 1960 se introdujo una fórmula hecha a partir de proteína aislada de soya.54
La “proteína aislada de soya” es 90% proteína; es alta en arginina, ácido aspártico, ácido glutámico y leucina, y es baja en metionina, triptófano y cisteína.56 No contiene lactosa y los únicos ácidos grasos que contiene son poliinsaturados, en la forma de ácido linoléico y pequeñas cantidades de ácido linolénico. Es alta en sodio, en fósforo y manganeso, y baja en magnesio y hierro.56 Los niveles altos de manganeso han sido relacionados con problemas de la conducta en niños; la proteína aislada de soya, además, está contaminada con niveles altos de flúor, aluminio y cadmio.54
La proteína de soya es baja es triptófano —además de que el procesamiento térmico continúa la destrucción/degradación de su escaso contenido de triptófano. Este aminoácido debe estar presente en nuestra dieta porque nuestro cuerpo no es capaz de producirlo, es por eso que está en el grupo de los denominados “aminoácidos esenciales”. El cerebro de los bebes alimentados con soya no está recibiendo el triptófano que necesita para fabricar el neurotransmisor serotonina; puede verse las consecuencias de los niveles bajos de serotonina en esta etapa años después. En muchos estudios se han detectado niveles bajos de serotonina entre las personas que han mostrado comportamientos agresivos, que han intentado suicidarse y que han cometido asesinatos, así como aquellos con TDAH y depresión.57-58
La proteína de soya contiene anti-nutrientes que desaparecen por completo con el procesamiento. Las siguientes son sustancias dañinas que pueden ser encontradas en las fórmulas hechas de soya:
- Las lectinas son proteínas que se unen a los azúcares y se adhieren a las células intestinales causando inflamación y toxicidad. Son resistentes a las enzimas digestivas y a la cocción. Su efecto es parte del trastorno de la permeabilidad intestinal, como parte del cual llegan fácilmente al torrente sanguíneo y se sospecha que desencadenan enfermedades. Muchas lectinas son alérgenos poderosos. También puede que inhiban a la leptina, una hormona fabricada por las células adiposas responsable de inhibir la sensación de hambre, cuya alteración puede ser una de las formas en que las fórmulas de soya propician la ganancia de peso y la obesidad en la vida futura de los infantes.59
- Los inhibidores de proteasa son sustancias que inactivan algunas enzimas digestivas clave como la tripsina y la quimotripsina y están asociadas con la pancreatitis y el agrandamiento pancreático.
- Las plantas contienen ácido fítico, capaz de unirse a los minerales e inhibiendo su absorción por el cuerpo, lo cual resulta en deficiencias nutricionales de minerales, causando retardos del crecimiento, disfunción del sistema inmune, deficiencias de zinc y hierro, entre otros problemas. Las semillas de soya tienen un contenido más alto en fitatos que el de otras plantas.
- El contenido de saponinas está asociado con el desarrollo del intestino permeable e inhiben enzimas importantes como la tripsina y la quimotripsina. Causan el agrandamiento de la glándula tiroides, pudiendo ser goitrógenos lo cual significa que inhibirían también la producción de las hormonas tiroideas.
- Los oxalatos son compuestos presentes en algunos alimentos que inhiben la total absorción del calcio y han sido relacionados con los cálculos renales y la vulvodinia.
- Los fitoestrógenos en la soya son goitrógenos. Los goitrógenos son disruptores endocrinos: sustancias que bloquean la síntesis de las hormonas tiroideas ocasionando bocio y agrandamiendo o disfunción de la glándula tiroides. 54
Se han reportado niveles más altos de fluoruro en las fórmulas hechas de soya que en las de leche de vaca —reducirlos es muy difícil dado que el fluoruro se une al fitato y al fosfato de tricalcio en la mezcla. Recientemente se reportó un incremento en la prevalencia de fluorosis dental —daño en el esmalte dental que aparece ante la ingesta excesiva de flúor— en niños de poblaciones fluoradas y no fluoradas, indicando que los niños de Estados Unidos estaban ingiriendo cantidades excesivas de flúor. La leche humana prácticamente no contiene flúor: su contenido es de 4 partes por mil millones, es decir alrededor de 250 veces menos flúor que la cantidad añadida al agua en los programas de fluoración.60 Los infantes alimentados con fórmula hecha con agua fluorada ingieren las dosis más altas de flúor a partir del agua de todos los grupos etarios en la población. En el año 2007 la Asociación Estadounidense de Odontología advirtió a los padres de niños menores a un año que ”deberían considerar usar agua que no tiene flúor o los tiene en muy baja cantidad” al momento de mezclar las fórmulas infantiles, debido a las preocupaciones sobre la fluorosis dental.60
El crecimiento y el desarrollo óseo pueden tener inconvenientes en los infantes alimentados con fórmulas hechas de soya, debido a la disminución en los niveles de metionina y la poca retención de calcio y/o de fósforo, así como a la ausencia de lactosa en la fórmula —la cual estimula la absorción de calcio. Además, los fitatos se unen a los minerales e impiden que estos se encuentren disponibles para la construcción de la masa ósea.61
Un estudio del año 2013 hecho por Cara J. Westmark en la Universidad de Wisconsin asoció al consumo de fórmulas hechas de soya con comportamientos determinados, especialmente déficits en el lenguaje, la comunicación, el comportamiento social y la hipersensibilidad a los estímulos ambientales entre los niños autistas. En el año 2014, además, la autora halló indicadores de la relación entre el consumo de fórmulas hechas de soya con la aparición de convulsiones y la incidencia de enfermedades neuronales en modelos humanos y de ratones.62
- DENUNCIAS SOBRE LAS FÓRMULAS INFANTILES
En alrededor de 20 ocasiones, las fórmulas infantiles han sido retiradas del mercado desde el año 1982. Los peligros encontrados en las fórmulas incluyen:
- Deficiencias en proteínas, hierro, vitaminas A, D, C, B6, folato, cobra y ácido linoleico
- Contaminación con metal, vidrio, cloruro polivinilo, cloruro, pedazos de insectos, plásticos duros y perclorato (combustible para cohetes);
- Contaminación con sakazakii;
- Niveles elevados de plomo y arsénico;
- Cargas excesivas de magnesio y de vitaminas A y D;
- Instrucciones erradas (de preparación), ausencia de instrucciones, ausencia de etiqueta o errores en el etiquetado;
- Procesamiento incompleto, ranciamiento del producto;
En el año 2000, investigadores del CDC encontraron perclorato en quince marcas de fórmula infantil en polvo, incluyendo Similac y Enfamil, dos fabricantes que cubren el 87 por ciento del mercado de las fórmulas infantiles. E. sakazakii es una bacteria que puede ocasionar la enterocolitis necrotizante entre los infantes infectados. Han sido varios los casos reportados por infección por E. sakazakii ocurridos entre infantes alimentados con fórmulas infantiles en polvo.16 La melamina y los ftalatos también han sido encontrados en las fórmulas infantiles.17
- INGREDIENTES CONTROVERSIALES EN LAS FÓRMULAS INFANTILES ORGÁNICAS
La carragenina, un extracto de un alga marina roja, es parte de algunas fórmulas infantiles orgánicas a pesar de que la National Organic Standards Board (NOSB) (Panel nacional de estándares orgánicos) votó por su prohibición. En la Unión Europea, la carragenina está prohibida tanto en las fórmulas convencionales como en las orgánicas. La evidencia científica que conecta a la carragenina con la inflamación intestinal es alarmante, y lo peor es el hecho de que es totalmente innecesaria en la composición de las fórmulas: la carragenina no tiene contribución alguna en cuanto al valor nutricional ni al flavor de las fórmulas —ni de cualquier otro alimento, sino que se añade como un estabilizante: se añade carragenina para que no tengamos que hacer grandes esfuerzos en mezclar o batir el producto antes de dárselo al bebe; la alternativa sería poner una señal de <<mezclar bien antes de consumir>> en las botellas. Las presentaciones de fórmulas “Earth’s Best” y “Similac Organic” listas para consumir, las únicas fórmulas orgánicas líquidas en el mercado, ambas contienen carragenina.28
ANEXOS
Anexo 1. LA VACUNACIÓN, LA INMUNIDAD PASIVA Y la GcMAF
Una madre tiene la posibilidad de inmunizar a su bebe de dos maneras: la primera es a través de la lactancia materna, mediante la cual la madre traspasa anticuerpos específicos al infante; estos anticuerpos son la primera línea de defensa para los tejidos epiteliales que recubren las cavidades y las superficies de los vasos sanguíneos y órganos a lo largo de todo el cuerpo. Como componentes del sistema inmune, las inmunoglobulinas A secretoras (SIgA) que los infantes obtienen a través de la leche materna bloquean a los patógenos que podrían atacar a las células epiteliales del intestino, impiden que patógenos y toxinas accedan al epitelio intestinal, y además controlan la formación de colonias de bacterias. Asimismo, las SIgA participan del establecimiento del microbioma del recién nacido. Estudios revelan que, a concentraciones incluso menores a las encontradas en la leche materna, las SIgA inhiben la unión de la toxina A secretada por Clostridium difficile con el borde en cepillo de las células intestinales.1
Dado que el cuerpo humano no es capaz de sinterizarlas hasta luego de algunos meses, la obtención de las inmunoglobulinas A secretoras es muy importante para los infantes2; lamentablemente, aquellos infantes alimentados con fórmula no tienen acceso a dicha protección.
La dieta de la madre puede incrementar los niveles de SIgA presentes en su leche —al menos esto se ha visto en animales, en estudios en que las ratonas dando de mamar incrementaron los niveles de SIgA en su leche al consumir kéfir de leche.1
Es en esta dinámica que el bebé va aprendiendo cómo interactuar con el ambiente, de la información obtenida a partir de la leche materna. La lactancia materna puede perfectamente ser vista como una parte importante del proceso de maduración del sistema inmune.1
Otra forma en que el bebé adquiere inmunidad es con la transmisión de anticuerpos denominados inmunoglobulina G (IgG) al feto a través de la placenta. La IgG es el principal anticuerpo en la sangre y en los fluidos extracelulares: se une a los virus, a las bacterias, y a los hongos, para proteger al cuerpo de una infección.3
Las bacterias benéficas “Bifidobacterias”, así como muchas otras presentes en el tracto intestinal de la madre, son transferidas también a la leche materna a través de una conexión específica. Es por esto que las madres deberían asegurarse de tener un microbioma saludable antes de la concepción: consumir abundantes alimentos lacto-fermentados, evitar el uso de antibióticos, de edulcorantes artificiales, de anticonceptivos orales y de todas las otras substancias que dañen a las bacterias que son amigables para nosotros.4 Aquellas mujeres que por ser intolerantes a la lactosa no puedan consumir yogurt, kéfir u otros productos lácteos, pueden consumir chucrut, encurtidos, kombucha, kéfir de agua y muchos otros fermentos para cubrir su cuota de alimentos lacto-fermentados.5
Sorprendentemente, los anticuerpos de los bebés son más fuertes que los anticuerpos de los adultos. Los anticuerpos que las madres pasan a sus bebés pueden inhibir la aparición de reacciones a las vacunas durante todo su primer año de vida. Sin embargo, “por lo general, este efecto es superado por las reacciones secundarias que aparecen con los refuerzos de las vacunas” -señalan los investigadores.6 Algunas de las investigaciones publicadas indican que la ciencia está trabajando en la supresión de dicha respuesta. El Dr. Stefan Niewiesk, de la Universidad Estatal de Ohio, sugiere que la respuesta de los infantes a los anticuerpos naturales de la madre “puede superarse parcialmente inyectando un anticuerpo monoclonal IgM específico para las vacunas”.7
Estudios han demostrado la protección prolongada que presentan los lactantes ante las enfermedades, incluyendo:
- Infecciones por Haemophilus influenzae tipo b (Hib), incluso diez años luego de la lactancia;
- Diarreas, incluso cuando la lactancia ha sido llevada junto con alimentos sólidos;
- Infecciones del tracto respiratorio, por casi siete años
- Otitis media, hasta la edad de tres años.8
El calostro es la primera leche producida inmediatamente luego del parto hasta cuatro días luego de la aparición de la leche regular. Es fuente de grasas, proteínas, azúcares y micronutrientes (vitaminas y minerales), y es particularmente rica en inmonuglobulina secretora A, inmunoglobulina G, lactoferrina, y otras sustancias inmunes que dan protección al recién nacido. El calostro establece el sistema inmune en el recién nacido: está cargado de leucocitos, macrófagos, neutrófilos polimorfonucleares y linfocitos, todos los cuales hacen posible que madure el sistema inmune del infante.9
Los macrófagos son células fagocíticas que forman parte importante del sistema inmune; incrementan en número ante la presencia de una infección. Estas células reconocen, tragan y destruyen a los patógenos, a las células cancerígenas y a las sustancias extrañas, liberan citoquinas, ayudan a remover los desechos del metabolismo celular y eliminan a las células apoptóticas.10
El GcMAF (factor glucoprotéico activador de macrófagos): una proteína liberada en el torrente sanguíneo por las células T y B, tiene un rol importante en la activación de la actividad de los macrófagos. Otras de sus funciones fisiológicas incluyen el transporte y almacenamiento de la vitamina D, funciones adicionales del sistema inmune, así como el desarrollo del cerebro y su comunicación con el resto del cuerpo. El GcMAF se acopla a los receptores en la superficie de los macrófagos para activarlos.11
El precursor para la formación de GcMAF es la proteína circulante unida a la vitamina D (DBP, por sus siglas en inglés). Para hacer el GcMAF a partir de la DBP son necesarios dos pasos, cada uno catalizado por una enzima específica (betagalactosidasa y sialidasa), que eliminan azúcares específicos de la molécula. Las sialidasas interactúan con ácido siálico en varias sustancias naturales, incluyendo en las glicoproteínas.11
La leche humana —incluyendo la de las madres de infantes prematuros— es una fuente rica en ácido siálico que se presenta enlazado a azúcares; en cambio, las cantidades de ácido siálico presentes en las fórmulas infantiles son pequeñas, e incluso pueden llegar a ser nulas. El ácido siálico es alto en el calostro y va disminuyendo con el tiempo en la leche. En estudios animales la suplementación con ácido siálico ha sido asociada con el aumento de gangliósidos en el cerebro y con mejoras en las habilidades cognitivas.12 Actualmente se desconoce el rol del ácido siálico en la leche materna, pero se piensa que puede ser parte de la actividad del GcMAF.
La nagalasa -una enzima que producen los virus y las células cancerígenas para obstruir el alcance del sistema inmune- es capaz de deshabilitar al GcMAF, resultando en inmunosupresión. En ausencia de GcMAF, el cáncer, el VIH, y otros virus, pueden crecer sin impedimento.11
En el año 1990, el Dr. Nabuto Yamamoto demostró que administrar GcMAF desvía la obstrucción generada por la nagalasa, reactivando a los macrófagos y haciendo posible eliminar a las células cancerígenas e inhibir su capacidad de desarrollarse posteriormente. La administración de GcMAF reconstruye un sistema inmune deprimido, activa a las células blancas de la sangre, e incrementa la actividad neuronal en el cerebro. También conduce al incremento de producción de energía a un nivel mitocondrial, reduciendo los síntomas de fatiga crónica e incrementando la actividad metabólica neuronal.13
El Dr. Marco Ruggiero, médico, profesor de biología molecular, y director científico del Immuno Biotech, encontró que el calostro contiene GcMAF. Junto con su equipo de la Universidad de Florencia, actualmente investiga maneras de revertir el cáncer, el autismo, las enfermedades autoinmunes y otras enfermedades, basándose en el uso de esta molécula tan especial: el GcMAF, sobre la cual afirma resultados positivos. Sólo en el 2013, los científicos del Inmmuno Biotech publicaron dieciséis artículos de investigación, mostrando evidencia de que el GcMAF es capaz de reconstruir un sistema inmune deprimido.13
Ruggiero ha estado trabajando en la creación de un producto alimenticio semejante al yogurt, enriquecido con calostro e inoculado con bacterias probióticas y vitamina D. Ruggiero asegura que en el momento en que el yogurt llega a los intestinos, activa a los macrófagos —donde se encuentra el tejido linfático asociado a los intestinos (GALT, por sus siglas en inglés): la porción del sistema inmune asociada al tracto gastrointestinal; afirma ser capaz de recrear el microbioma original usando el calostro y otras sustancias, como la vitamina D, el ácido oleico y las bacterias probióticas.14
En el año 2013, Immuno Biotech introdujo el producto “GOleic”, combinando calostro y ácido oleico en una forma que pueda ser consumida de manera oral a manera de yogurt, o poniéndolo bajo la lengua, en un intento de que pueda administrarse de forma efectiva en niños con autismo. Ruggiero puso énfasis en el hecho de que cambiar la dieta y todo el estilo de vida es una parte importante del tratamiento: “Administrar dosis diarias de vitamina D3, remover los azúcares y reducir los carbohidratos de la dieta, disminuir la carga de estrés, hacer ejercicio y comer carnes y pescados, son todos elementos esenciales a la hora de combatir el cáncer.” 13-14 Nuevamente vemos la importancia de tener una carga adecuada de vitamina D3 en el cuerpo.
Médicos como el Dr. Thomas Cowan han discutido el hecho de que las vacunas junto con otros factores debilitan el sistema inmune mediado por la célula, conduciendo eventualmente a la formación de cáncer. El Dr. Cowan detalló el uso de GcMAF en el tratamiento del cáncer en la conferencia anual de la Fundación Weston A. Price en el año 2013 en su presentación “El tratamiento holístico del cáncer, parte II”, disponible en MP3-CD ROM a través de Fleetwood.15
REFERENCIAS (ANEXO 1)
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Anexo 2. RELACIÓN ENTRE LAS FÓRMULAS INFANTILES CON HIERRO Y LA CAPACIDAD INTELECTUAL
A pesar de que la leche entera -de distintos animales- ha sido utilizada como un sustituto de la leche humana por siglos, entre los años 1971 y 1998 apareció una corriente que se oponía a la introducción temprana de leche de vaca en la alimentación humana, ligada a algunos estudios publicados entre los años 1960s y 1980s, en los cuales se exponía que el consumo de leche pasteurizada de vaca podría ocasionar pérdidas de sangre a nivel gastrointestinal en infantes, incluso al punto de causar anemia por deficiencia de hierro.1 En el año 1971, fue declarada una política de gobierno que recomendaba el uso de fórmulas fortificadas con hierro durante el primer año de vida. Para el año 1976, las fórmulas fortificadas con hierro -al igual que los cereales infantiles fortificados- eran recomendados en las siguientes etapas de la infancia por temor a las pérdidas de sangre. En el año 1983, la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP, por sus siglas en inglés) recomendó reemplazar la fórmula fortificada con hierro por leche de vaca en infantes mayores de seis meses, siempre que estuvieran consumiendo un tercio de sus calorías a partir de alimentos suplementados; sin embargo, en el año 1992 la academia cambió su discurso y recomendó abandonar el uso de leche de vaca en menores de un año, nuevamente debido al riesgo de perder sangre a nivel intestinal. La pérdida de sangre no parecía estarse presentando en bebes alimentados con fórmulas hechas en base a leche de vaca, sino sólo en aquellos alimentados con leche pasteurizada de vaca.2 En el año 1993, estudios realizados por George Fuchs, en la Escuela Médica de Luisiana, resultaron en el hallazgo de que los infantes alimentados con leche pasteurizada de vaca efectivamente tenían mayor riesgo de sufrir deficiencia de hierro, mas no debido a pérdidas intestinales de sangre.3
Bajo las recomendaciones de la AAP, la cantidad de infantes que fueron alimentados con fórmulas fortificadas ahora era mucho mayor que antes. Mucho de lo ocurrido puede evidenciarse en el incremento de las personas inscritas en el programa Women, Infants and Children (Mujer, Infantes y Niños) de la USDA, entre los años 1971 y 1991, así como en los registros de la donación gratuita de fórmulas infantiles que empezó en el año 1970. Dado que la AAP indicó que durante su primer año de vida los infantes debían recibir ya sea leche materna o fórmula fortificada con hierro, el programa Mujer, Infantes y Niños sólo distribuía fórmulas bajas en hierro a aquellos infantes que -por alguna condición médica- no pudieran consumir productos fortificados con hierro. Si esto no hubiera sido así, entonces estos infantes hubieran sido propiamente alimentados con leche de vaca.4
Más adelante la AAP abogaría por alimentar a los niños con fórmulas fortificadas con hierro por todo un año a partir de los 6 meses, incrementando aún más el consumo de fórmulas infantiles.5 Las fórmulas fortificadas con hierro pueden llegar a tener niveles de hierro 20 veces más altos que la leche materna. Durante su almacenamiento, el contenido de hierro puede incrementar en 2 miligramos por litro, alcanzando un contenido total de hierro tan alto como 20 mg/L. Mientras más alto es el contenido de hierro menor es la cantidad que se absorbe: el porcentaje de sulfato ferroso que se absorbe es menor a medida que mayor es la dosis; debido a este comportamiento, los fabricantes europeos han decidido disminuir los niveles de la fortificación de hierro en sus productos.6 Aún se desconoce lo que sucede con el hierro que no es absorbido.
Los infantes necesitan del hierro principalmente para su crecimiento. Al nacer, los infantes -siempre que sus madres hayan estado bien alimentadas- tienen niveles almacenados de hierro suficientes para sus primeros cuatro meses. Los infantes lactando pueden desarrollar una deficiencia de hierro después de los seis meses, dependiendo de la calidad de la leche de la madre.7 Para este entonces los sólidos son introducidos, de manera que se les puede alimentar con hígado y yema de huevo para asegurar su ingesta adecuada de hierro. La recomendación de dar papillas de cereales fortificados a los infantes no es adecuada, ya que los suplementos de hierro no son bien absorbidos y las cantidades extra de hierro pueden causar constipación.8-9
Cuando la AAP hizo sus recomendaciones, no consideraron los efectos de la ingesta de cantidades extra de hierro para los infantes. Un estudio aleatorio que siguió a un total de casi quinientos infantes, encontró que, entre niños sanos y bien nutridos, aquellos que habían sido alimentados con fórmulas fortificadas con hierro en su infancia, tenían una puntuación de once puntos menos (en promedio) que aquellos de la misma edad que habían sido alimentados con fórmulas bajas en hierro, de acuerdo a la Pediatric Academic Societies y a la Asian Society Pediatric Research Joint Meeting. El grupo correspondiente a las fórmulas bajas en hierro tenía puntajes más altos en todos los ámbitos a la edad de diez años. Los resultados que señalaban una desventaja entre los niños alimentados con fórmulas ricas en hierro fueron significativos en los campos de memoria espacial e integración visual motora, y fueron sugestivos para el Coeficiente Intelectual, la percepción visual y la coordinación motora. “Los resultados indican la posibilidad de que el desarrollo a largo plazo sea afectado de manera adversa en aquellos infantes que, teniendo niveles de hierro suficientes, fueron alimentados con fórmulas ricas en hierro -al nivel que comúnmente se usan en los Estados Unidos.” 10
“Los fabricantes de fórmula han notado que la leche materna es muy baja en hierro y lo han aprovechado para promover sus fórmulas fortificadas con hierro como una mejora frente a la sabiduría de la naturaleza”, afirma la Dra. Naomi Baumslag, Profesora en la Clínica de Pediatría en la Universidad Médica de Georgetown y presidenta de la Red Internacional de Mujeres en la Salud Pública. Ella señala que la leche materna es baja en hierro por dos razones, principalmente: los niveles bajos de hierro en la leche humana contribuyen con sus efectos antivirales y, la competencia del hierro con el zinc por su absorción -sabiendo que los infantes necesitan un suministro pleno de zinc para optimizar el desarrollo de su cerebro y de todo su sistema nervioso.11 El hierro, además, interfiere con la absorción de calcio y de cobre. Las fórmulas hechas de soya y fortificadas con hierro son especialmente problemáticas dado que su contenido de zinc es bajo y su biodisponibilidad es baja.12
La leche materna, además, contiene lactoferrina: un agente que previene las infecciones disminuyendo la biodisponibilidad de los microbios patógenos en el tracto intestinal del infante. El hierro en las fórmulas podría causar que la lactoferrina proveniente de la leche materna se sature, impidiéndole cumplir a cabalidad con sus efectos antimicrobiales.13
Usualmente la vitamina C es añadida a las fórmulas infantiles para incrementar la absorción intestinal del hierro, sin embargo, el ácido ascórbico es un agente de glicación muy potente.14 El hierro y el ácido ascórbico fomentan la formación de Productos Finales de Glicación Avanzada (AGEs, por sus siglas en inglés), y la degradación del triptófano en las fórmulas infantiles.14 Los AGEs inducen a la inflamación, incrementan el estrés oxidativo, la resistencia a la insulina, el daño a los riñones y el riesgo de padecer aterosclerosis.15
A fines de los años 1960s e inicios de los 70s fue comprobado que, en los casos de deficiencia de vitamina E, la administración de hierro inducía la anemia hemolítica en infantes que habían nacido con bajo peso, especialmente cuando las fórmulas consumidas eran ricas en ácidos grasos poliinsaturados. En estos casos, los niveles de hierro en las fórmulas infantiles estaban catalizando el daño oxidativo a las membranas de las células rojas sanguíneas y, a pesar de la adición de vitamina E, la fortificación con hierro en infantes nacidos con bajo peso continúan causando disminución en los niveles séricos de vitamina E.16
“Puede que el resultado de suplementar la dieta con hierro sea un cambio significativo en la composición de la microbiota intestinal, cuyas consecuencias tienen graves implicaciones en la salud.” Estudios revelan marcadores altos para los niveles de E. coli y Clostridia en infantes alimentados con fórmulas fortificadas con hierro, al mismo tiempo que bajos niveles de Bifidobacterias, uno de los principales microorganismos benéficos en el tracto gastrointestinal infantil.17 A pesar de estos resultados, la AAP insiste en mantener su recomendación de usar fórmulas fortificadas con hierro en infantes tardíos que, a su edad, podrían estar recibiendo leche de vaca.18
REFERENCIAS ANEXO 2
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Anexo 3. LA VITAMINA A SINTÉTICA EN LAS FÓRMULAS INFANTILES
Los fabricantes de fórmulas infantiles tienen que esforzarse mucho en semejar el contenido de sus productos al contenido de la leche materna. En el proceso es indispensable añadir vitaminas específicas, como la vitamina A, de lo contrario, los bebes sufrirían daños irreparables en el desarrollo de su cerebro y de la totalidad de su cuerpo. La vitamina A es absolutamente vital en nuestra salud: es necesaria en el desarrollo y el mantenimiento de la piel, la visión y el sistema inmune, en la transcripción genética, en el metabolismo óseo, en la actividad antioxidante, así como en otros sistemas que intervienen en nuestro cuerpo tanto antes como después de nuestro nacimiento. Su forma activa, el ácido retinoico, afecta el desenvolvimiento de muchos genes.1
Las fuentes naturales de vitamina A son productos animales como el hígado, la mantequilla y los pescados de aguas frías, cuyo contenido de vitamina A2 está en su forma “cis” —en oposición al retinil palmitato, la forma artificial en su configuración “trans” que es incluido en las fórmulas infantiles así como en los demás productos fortificados con vitamina A.3 El retinil palmitato se fabricó por primera vez en el año 1942 esterificando la vitamina A cristalina con haluro.4 La forma natural y la forma sintética no son equivalentes.3
Los suplementos vitamínicos infantiles contienen retinil palmitato en cada milímetro (una porción).5
Una Unidad Internacional de vitamina A (equivalente a una unidad USP) está contenida en 0.3 microgramos de retinol trans y en 0.55 microgramos de retinil palmitato. Cada gramo de retinil palmitato tiene aproximadamente 9 miligramos de hidroxutolueno butilado (BHT) como conservante (para retrasar su oxidación).3 El BHT es un producto derivado del petróleo.6 Las fórmulas infantiles contienen BHT añadido al retinil palmitato sintético, a menos que especifiquen lo contrario.
Lamentablemente, el uso de retinil palmitato no ha sido declarado como peligroso y no se limita su uso en las fórmulas infantiles7 a pesar de existir evidencia sobre su efecto tóxico sobre las células y órganos,8 su efecto promotor de tumores9, su efecto debilitante sobre el sistema inmune10, su efecto negativo sobre el sistema nervioso y el comportamiento11, y su efecto negativo en la reproducción.12
Ya para el año 1974, un estudio reportaba que cuando se alimentaba con BHT a ratonas hembras embarazadas, los niveles de colinesterasa y serotonina en el cerebro de su descendencia disminuían a la mitad de los niveles normales. El BHT puede dañar al ADN si se ingiere al nivel oficialmente restringido.13
El BHT no siempre está declarado entre los ingredientes de los productos alimenticios: los agentes usados para la conservación de aceites y otros productos secundarios suelen no ser explícitamente mencionados.6
El contenido de vitamina A de la leche materna se ve influenciado por la dieta que lleva la madre: la leche de madres bien nutridas tiene un contenido mucho mayor de vitamina A preformada que aquel en la leche de madres mal nutridas. El contenido de vitamina A varía drásticamente con el estado de la lactación. Los niveles de vitamina A son mucho mayores en el calostro y en la leche de los primeros estadíos que en la leche de estadíos posteriores. La lipasa estimulada por las sales biliares en la leche humana ayudar con la absorción de la vitamina A preformada. La contribución de los carotenoides y el beta-caroteno (precursores de vitamina A en los vegetales) a los niveles de vitamina A en la leche materna es mucho menor que la contribución de la vitamina A preformada, presente sólo en los alimentos de origen animal. La vitamina A preformada es una mezcla de retinol con ésteres de ácidos grasos retinil.14
REFERENCIAS ANEXO 3
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Anexo 4. EL ÁCIDO FÓLICO EN LAS FÓRMULAS INFANTILES (revisado)
En un artículo publicado en el año 2005, Mark Lucock, de la Universidad de Newcastle en Australia, y Zoe Yates, de la Universidad de Leeds en Reino Unido, sugirieron que la fortificación con ácido fólico y el uso de suplementos podría convertirse en “una bomba de tiempo para nuestros genes”, haciendo referencia a los altos niveles de ácido fólico a los que los fetos son sometidos -y que continúan luego de su nacimiento-, con un alto potencial de serios efectos epigenéticos.1 Se añade ácido fólico a todas las fórmulas infantiles.
Los términos folato y ácido fólico suelen usarse de manera intercambiable; sin embargo, no son lo mismo, y no tienen las mismas propiedades. Los folatos con vitaminas hidrosolubles del complejo B se forman de manera natural en los órganos y en las verduras de hojas verdes, en la forma de L-5-MTHF (metiltetrahidrofolato), mientras que el ácido fólico -la forma sintética utilizada en los suplementos y los alimentos fortificados- fue sintetizada en los Laboratorios Lederle en el año 1943.2-3 La biodisponibilidad del ácido fólico es de 100 por ciento, al contrario que la biodisponibilidad de los folatos contenidos en los alimentos, que va del 50 al 80 por ciento. Por lo tanto, la cantidad de ácido fólico absorbida es mucho mayor que la de folato.
Los folatos son necesarios en funciones vitales como las reacciones de metilación, la síntesis de amino ácidos, y la replicación de ARN y ADN.2-3 Pero los folatos y el ácido fólico son metabolizados de manera distinta por nuestro cuerpo. El metabolismo del ácido fólico requiere de un proceso de dos pasos con ayuda de la enzima hidrofolato reductasa; esta enzima puede saturarse cuando alcanzamos determinados niveles de consumo, que van desde los 400 microgramos (μg) (cantidad indicada como la dosis diaria recomendada). En este punto, el ácido fólico no-metabolizado pasa al torrente sanguíneo por difusión pasiva.4 Los ácidos fólicos no metabolizados han sido detectados en la sangre del cordón umbilical de los recién nacidos, tanto de madres que intencionalmente tomaron vitaminas antes del parto como de aquellas que no. En el año 2005, M.R Sweeney y sus colegas, encontraron dichos compuestos en el cordón umbilical de los 4 infantes (de 4 días de nacidos) que analizaron. Otros investigadores han replicado este hallazgo5, cuyos efectos aún se desconocen6.
Actualmente, las mujeres embarazadas tienen una ingesta de ácido fólico mucho mayor que la de años anteriores a 1990, resultado de la ingesta de vitaminas prenatales, pero también del consumo de alimentos fortificados como parte de su dieta. El incremento en la ingesta promedio de ácido fólico ocurrió luego del año 1998, cuando los Estados Unidos y Canadá -sin haber hecho estudios a largo plazo- institucionalizaron la fortificación de todos los productos alimenticios industriales hechos a base de granos exclusivamente con ácido fólico, con el objetivo de prevenir los defectos del tubo neural: defectos estructurales, como la espina bífida, que pueden ocurrir en cualquier punto a lo largo del eje neuronal que va desde el cerebro a la médula espinal por un tiempo de 17-28 días luego de la concepción. Sin embargo, se estima que la cantidad de personas siendo expuestas a sobredosis innecesarias de ácido fólico es mucho mayor que la cantidad de infantes siendo salvados de un defecto potencial del tubo neural.7
Al mismo tiempo, estudios han demostrado que la fortificación con ácido fólico no es eficaz al momento de reducir los defectos del tubo neural entre las poblaciones de alto riesgo -como por ejemplo personas obesas- ni en mujeres con epilepsia que estén tomando medicamentos para el control de las convulsiones.8 La mayoría de países no requieren de la fortificación con ácido fólico en los alimentos.
Adicionalmente, a partir del año 1991 el gobierno de los Estados Unidos ha recomendado el consumo de 4000 microgramos diarios desde un mes antes a la concepción y a lo largo de los primeros tres meses del embarazo, y el consumo de 400 microgramos diarios de ácido fólico a las mujeres durante toda su etapa reproductiva y durante el resto de su embarazo.9
Esto significa que los bebés están recibiendo cantidades mucho mayores de ácido fólico, no sólo en el ambiente uterino sino también después con las fórmulas (fortificadas por ley con ácido fólico) -entre aquellos que las consumen.10 Debido al rápido aumento en las tasas de autismo en los años 90s luego de la introducción de la fortificación con ácido fólico, algunos investigadores han señalado a esta medida pública de salud como una de las causas que intervienen. Los casos reportados para el autismo han incrementado de manera significativa a partir de la fortificación de alimentos con ácido fólico en Estados Unidos.11
Los niños continúan ingiriendo grandes cantidades de ácido fólico al consumir cereales (fortificados) así como otros productos hechos de granos. Actualmente los niños de alrededor de cinco años de edad son quienes tienen los niveles más altos de ácido fólico en sangre (780 μg/d), cantidad que duplica el límite superior establecido. Alrededor del 10 por ciento de estos niños consumen 1320 μg/d, muy por encima del límite superior establecido para los adultos. El grupo que sigue para los niveles de ácido fólico es el de niños en edades de entre seis y once años, y el tercero es el de personas de sesenta años.12
Las investigaciones han demostrado que en muchos de los casos el ácido fólico no previene los defectos del tubo neural (DTN), y que existen grupos poblacionales que podrían ser calificados de “resistentes al ácido fólico”, es decir, que no pueden convertir de manera eficiente el ácido fólico en folato.13 Alrededor del 10-15 por ciento de la población tiene un fallo genético denominado el Polimorfismo de un solo nucleótido en la enzima MTHFR, el cual podría explicar dicha resistencia. Las personas que presentan ciertas mutaciones de MTHFR no procesan el ácido fólico para convertirlo en 5-MTHF: ellas necesitan obligatoriamente consumir folato y no ácido fólico. Ciertos grupos humanos tienen niveles mucho más altos de este fallo, como los hispanos en Estados Unidos, las personas del sur de Europa, y los ingleses e irlandeses. Esta tendencia genética ha aparecido hace relativamente poco; se especula que los altos niveles de ácido fólico que queda sin ser metabolizado contribuyen con el problema. En España, por ejemplo, la prevalencia de este polimorfismo se ha duplicado a partir de la introducción de los suplementos de ácido fólico para las mujeres en el inicio de su embarazo, en 1982.14
Al aparecer los polimorfismos la enzima no pierde la totalidad de su funcionamiento, pero sí se reduce significativamente su eficacia. Heredar una sola copia (de uno sólo de los padres) de un gen polimórfico resulta en una reducción del 40% en el funcionamiento de la enzima MTHFR; mientras que heredar dos copias (una de cada uno de los padres) significa una reducción del 75 por ciento en la eficacia del funcionamiento de la enzima MTHFR.15
Existe un alto riesgo en el embarazo de la ocurrencia de abortos espontáneos, muerte fetal y lesiones cerebrales en el bebé en aquellas mujeres que presentan el polimorfismo.16 Esta mutación está asociada con un incremento de 2 a 4 veces del riesgo de la aparición de defectos del tubo neural cuando la madre posee dos copias del gen defectuoso (homocigoto).17 En un estudio publicado en el año 2010 en Italia, realizado en cuarenta y dos embarazos de alto riesgo de mujeres con el polimorfismo asociado al folato, en el cual todas eran suplementadas con heparina, aspirina y ácido fólico, dos mujeres perdieron a sus bebés poco después de su nacimiento, cuatro perdieron a sus bebés estando aún en su vientre y seis bebés nacieron con lesiones hemorrágicas en el cerebro.18
La leche materna es una fuente natural de folato (5-MTHF), sin embargo, la suplementación con ácido fólico podría estar interfiriendo con su ocurrencia. En un ensayo realizado en el año 2015, en cincuenta mujeres embarazadas, el equipo investigador encontró que la suplementación incrementó los niveles de glóbulos rojos en los sujetos, pero no encontró una variación alguna en el contenido de folato en su leche. Se encontró, en cambio, una disminución en los niveles de la proteína que se ata al folato y que es necesaria para hacer que el folato ingrese a la leche materna.19
Otro problema con el ácido fólico sintético es que su ingesta como suplemento enmascara las deficiencias nutricionales de vitamina B12, resultando finalmente en fallos neurológicos y anemia microcítica.20 En la India todas las mujeres embarazadas están obligadas a consumir ácido fólico, pero no vitamina B12, a pesar de las altas tasas de vegetarianismo —que predisponen a las madres a tener niveles bajos de vitamina B12.21
Fue en la India que Lucy Wills, investigadora británica, descubrió en los años 1920s y 1930s, que el consumo del “Factor Wills” -luego denominado folato- podía curar a las mujeres con anemia.22 En un estudio en la India, en el año 2013, los bebés nacidos de madres con bajos niveles de vitamina B12 y suplementadas con ácido fólico, tenían menos tamaño del esperado para su edad gestacional, un factor de riesgo para el futuro crecimiento del niño. Los niveles de vitamina B12 son una creciente preocupación en el embarazo y el nacimiento; la vitamina B12 está relacionada con la aparición de defectos del tubo neural, la preeclampsia, el aborto espontáneo, la hiperhomocisteinemia y el fallo en el crecimiento del feto.21
Dado que el receptor cerebral de folato también es afín al ácido fólico, el ácido fólico que no ha sido metabolizado puede enlazarse con dicho receptor y bloquear el transporte de folato. Aún se desconocen los efectos de tener ácido fólico no metabolizado en el cerebro.23 Cabe resaltar que existe una condición entre algunos niños autistas llamada “deficiencia cerebral de folato”, en la que algunos anticuerpos del receptor de folato impiden que el folato ingrese al cerebro.24 Se han encontrado estos anticuerpos en algunas de las madres con la mutación MTHFR que han dado a luz a bebes con defectos del tubo neuronal.25 Entre muchas otras funciones, el cerebro usa al MTHF para formar tetrahidrobiopterina, un cofactor determinante en la síntesis de serotonina, norepinefrina y dopamina.26 Hasta este momento no existen estudios que hayan evaluado la relación entre el ácido fólico no-metabolizado y la deficiencia cerebral de folato.27
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El presente artículo forma parte de la revista trimestral de la Fundación Weston A. Price: “Wise Traditions in Food, Farming and the Healing Arts”, en la edición de otoño de 2015.
SOBRE SYLVIA ONUSIC
Sylvia P. Onusic, PhD, CNS, LDN, es nutricionista, investigadora y escritora; su trabajo se desarrolla en torno a los alimentos, la nutrición y la salud pública.
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